febrero 21, 2023

Si no te valoran es tiempo de irse

«Nosotros tenemos que obedecer a Dios antes que a cualquier autoridad humana» (He 5:29 NTV).

Hay un aforismo que dice: «Si no te valoran es tiempo de irse». Es triste sentirse desvalorado. Nuestro Señor Jesucristo pasó por esa amarga experiencia. No fue bien recibido en muchos lugares. Rechazado por la sociedad religiosa farisaica de su época, la saducea, la eseniana y la zelota. Si le sucedió a Jesús, el enviado de Dios, qué garantiza que no suceda con nosotros (Mt 10:22). Las organizaciones religiosas del presente al igual que las del pasado no han cambiado.

El Jesús desvalorado
Los evangelios canónicos presentan el rechazo de la sociedad judía (en su mayoría) hacia la persona de Jesús durante su ministerio terrenal.

Fue rechazado en su ciudad natal. Desvalorizado por la gente de Nazaret (Mt 13:54-58; Mc 6:1-6; Lc 4:16-30). Los evangelistas Mateo y Marcos identifican a Jesús con la piedra angular que fue rechazada (Mt 21:42, Mc 12:10). Los apóstoles Pablo y Pedro, secundan a los evangelistas al discursar sobre el rechazo de la piedra angular (He 4:10-12; Ro 9:3; Ef 2:20-22; 1 Pe 2:4-8). 

Lucas, relata que Jesús no fue bien recibido cuando entró en una villa samaritana (Lc 9:51-56). 

Juan, aduce que muchos discípulos abandonaron a Jesús (Jn 6:66).

La versión «Nueva Traducción Viviente», traduce y expone de manera dramática el rechazo hacia Jesús: «Vino al mismo mundo que él había creado, pero el mundo no lo reconoció. Vino a los de su propio pueblo, y hasta ellos lo rechazaron» (Jn 1:10-11 NTV). ¡Qué fuerte! Este pasaje diserta que tanto la casa sacerdotal τὰ ἴδια, ta ídia «lo suyo» en singular, como el común del pueblo οἱ ἴδιοι hoi ídioi «los suyos» en plural, rechazó a Jesús.

¿Qué dice la inspiración bíblica a cerca de Jesús cuando no era bien recibido? Aduce que se iba del lugar (Jn :8:59; Lc 4:40). La exclusión y desvalorización de esas personas hacia Jesús provocaba que él abandonara el lugar. En varias ocasiones intentaron asesinarlo. Imagino a Jesús, sacudiendo el polvo de su manto y sus pies en señal de protesta cuando no era bien recibido. Era la costumbre judía (Mt 10:14; Lc 10:10-11; He 18:6).

Si no te valoran en el lugar donde estás como ocurrió con Jesús, entonces, es tiempo de hacer las maletas. Es tiempo de hacer cambios. Es tiempo de irse. Esto no significa abandonar a Dios ni su mensaje. Fue exactamente lo que Jesús hizo. Esto no quiere decir que Jesús abandonó a Dios. Ni abandonó a Dios ni su mensaje. El asunto es que si te quedas en un lugar donde no te valoran como persona puede ser que el trato inapropiado te lastime a tal punto que no quieras saber más de Dios. No temas en tomar decisiones que le harán bien a tu estado emocional y espiritual. Jesús se apartaba de esos lugares porque seguía el plan de su Padre. Optó por obedecer a Dios antes que a cualquier autoridad humana. Antes que a cualquier autoridad religiosa. Significa que no estaba atado a la religión de su época, sino a la voluntad del Padre (Mc 7:7-13). Algunos dirán: nuestra religión es la verdadera. No dejes de congregarte con nosotros. Mi consejo a esas personas aferradas a su religión más que a Dios es que se preocupen y ocupen por su salvación aferrándose a Jesús, «porque en ningún otro hay salvación» (He 4:12). La realidad es que no debemos preocuparnos por la religión. La religión es un asunto personal. No somos salvados por tener nuestros nombres registrados en los libros de alguna organización religiosa, sino en el libro de la vida (Sl 69:28; Lc 10:20; Ap 3:5; 20:12). La salvación es un asunto de fidelidad exclusivamente en Cristo Jesús (Jn 14:6; He 4:12). Más allá de preocuparse es mantenerse firmes (1 Cor 24:13) perseverando en la religión de Cristo, la religión pura y sin mancha (Stg 1:27). Mantenerse hasta el final (Mt 24:13). Si es cuestión de congregarse por aquello de «no dejes de congregarte» (Hb 10:25), estás en libertad de congregarte con personas que valoran el sacrificio que Cristo hizo por tí. Congregate donde los diezmos y las ofrendas no tengan más valor que el oferente. Si no te valoran es tiempo de salir. No temas al cambio. Ninguna religión salva. No hay méritos en ninguna religión que nos pueda salvar. No es cuestión de religión, sino de tu relación con Dios. Mantén esa relación con Dios hasta el final. Hasta la última gota de sangre. Hasta el último suspiro. Sí, mantente fiel, porque el Señor será fiel aunque se desplomen los cielos y la tierra. Como escribió Isaías: «Aunque las montañas cambien de lugar y los cerros se vengan abajo, mi amor por ti no cambiará ni se vendrá abajo mi alianza de paz. Lo dice el Señor, que se compadece de ti.» (Is 54:10 DHH).

Jesús, optó por obedecer a Dios antes que a cualquier autoridad humana. Antes que cualquier autoridad religiosa. No estaba atado a la religión de su época, sino a la voluntad del Padre. La religión de la sociedad farisaica, saducea, eseniana y zelota era homocéntrica, o sea, centrada en sí misma (Mt 6:5; Lc 18:11; 20:47; Ga 3:10; Flp 3:6). Valoraba al prójimo de acuerdo con su estatus social. La religión farisaica se caracterizaba por su estricta observancia a la Ley. Eran legalistas, habían añadido muchas leyes y tradiciones a la Ley. Era una religión separada de las demás. Los demás les parecían demasiado ignorantes de la Ley, porque no la cumplían y eran impuros. La religión saducea era particularmente poderosa en Jerusalén. Aceptaba la ley escrita solamente y rechazaba las interpretaciones tradicionales aceptadas por los fariseos, como la creencia en la retribución en la otra vida, la resurrección del cuerpo, los ángeles y espíritus. Gran número de los saduceos formaba parte de la casta sacerdotal. La religión eseniana era cumplidora estrictamente de la ley, aunque diferían de los otros grupos religiosos en la interpretación de la misma. Esta sociedad religiosa era integrada por familias sacerdotales dirigentes, las principales familias de los grandes comerciantes de la ciudad y los hacendados más ricos del campo. La religión zelota era observante estricta de la Ley escrita y de la tradición oral más rigurosa, fanática en su afán por la instauración del reino de Dios en Israel. Como mencioné, las sociedades religiosas del tiempo de Jesús, eran homocéntricas. No sé con cuál de ellas te sientas identificado. Pero si la sociedad religiosa con la cual te congregas no te valora, es porque no valora el sacrificio que Cristo hizo por tí. Esa religión ha pasado de ser cristocéntrica a una religión homocéntrica. A diferencia de estas, la religión de Jesús era teocéntrica. Consideraba a Dios como centro y fin de todo pensamiento. Las sociedades religiosas homocéntricas miraban el exterior de las personas para juzgarlas. La religión teocéntrica de Jesús no mira el exterior de las personas, sino que ve en su interior lo significativo que son para Dios, independientemente de su estatus social. Vemos un gran ejemplo de su teocentrismo con Zaqueo, cuyo estatus social era de un nivel alto, pero era un publicano deshonesto (Lc 19:1-10). Jesús, pudo haberlo ignorado, pero se acercó a él. No miró al publicano deshonesto (exterior), sino que vio en su interior lo que podía llegar a ser. Lo valoró como persona, incluso dio su vida por él (Jn 15:13). De eso es que trata la verdadera religión. La religión teocéntrica mira hacia afuera, hacia el exterior. En esto consiste el «misterio de la piedad» (1 Ti 3:16). La religión homocéntrica mira hacia dentro, hacia el interior. En esto consiste el «misterio de la iniquidad» (2 Te 2:7).

Es importante que los que se hacen llamar cristianos reconozcan a los demás como personas de valor. El finado sacerdote franciscano Brennan Manning, conocido autor y orador escribió: «Un cristiano que no se conforma con ver sino que mira a otra persona, le comunica a esta que lo reconoce como ser humano en un mundo impersonal de objetos». Entiendo lo que Manning, trata de decir, pero una cosa es mirar y otra cosa es ver. Cuestión de intencionalidad. La diferencia entre mirar y ver está basada en la intención, uno mira por el sentido de la vista pero ve (observa) cuando presta atención al interior de lo que está mirando. Por eso dije anteriormente, que Jesús, no miró al publicano deshonesto que había en Zaqueo, sino que miró en su interior, lo que podía llegar a ser. Pienso que es lo que trata de decir Manning.

Cuándo fue la última vez que trataste con desdén a una persona tan solo por su estatus social, o tan solo por la forma en que lucía, o tan solo porque no tenía dinero para ofrendar y diezmar, o tan solo porque no pensaba doctrinalmente como tú, o tan solo porque venía de forma esporádica al templo, etcétera.

Te has preguntado alguna vez por aquellos que asistían esporádicamente al templo, y con el tiempo no volvieron. Has pensado si fuiste parte de la piedra angular para ayudarlos o si fuiste piedra de tropiezo para que ellos abandonaran el sagrado evangelio de Cristo Jesús.

A los líderes de las 4300 religiones diferentes existentes, permítanme decirles que si no valoran a las personas como Cristo las valoró, su única opción será irse a donde las valoren. Y, se irán con Aquel que dijo: «Todos los que el Padre me da vendrán a mí; y al que viene a mí, no lo rechazo» (Jn 6:37, NBV).

Si no te valoran es tiempo de irse. A muchos no les preocupa ni le importas. Se preocupan a sí mismo porque su fundamentalismo religioso les ha hecho creer que están en la religión correcta, la verdadera. ¡Sabes! Si te vas a otro lugar, dirán que abandonaste el barco y, perderás la salvación porque estás en el error. Porque según ellos, su doctrina es la correcta. El error está en quedarse en el barco de la religión homocéntrica donde no se valora el sacrificio de Cristo Jesús por los demás. Donde no te valoran como persona. No es cuestión de abandonar el barco. Ese no es el asunto. Es cuestión de seguir al Capitán del barco. Al que desempolvó sus pies en protesta al ser rechazado por los del barco. Es cuestión de seguir a mi Capitán, a ti mi Dios, a Tí al «puro que no toleras a los que hacen maldades, ni te quedas callado ante la injusticia» (Hab 1:13, NBV).

Nunca lo olvides, si no te valoran como persona es porque no valoran el sacrificio que Cristo Jesús hizo por tí. Si no valoran el sacrificio que Jesús hizo por tí, es porque no le conocen. No es cuestión de religión, sino de tu relación con Dios. Tampoco es cuestión de doctrinas, aunque son importantes. En el Calvario, el malhechor le dijo a Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces, Jesús, le dijo: En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso (Mt 24:42-43). Observe que Jesús no disertó un estudio bíblico doctrinal desde la cruz, sino que le aseguró su salvación para cuando viniera en su reino. El malhechor confío en los méritos de Cristo para poder participar del reino futuro. Note que dije en los méritos de Cristo, no en un estudio bíblico doctrinal. Itero, la doctrina es importante, pero no lo es más que el ser humano. 

Termino con estas palabras de reflexión de la serie «Dhar Mann»: «Solo el sitio correcto podrá darte el valor justo. En la vida, a veces te encontrarás en el lugar equivocado, y puede que te enfades porque no te valoren. Lo cierto es que solo quienes conocen tu esfuerzo son capaces de valorarte. No te quedes en un lugar donde no te valoren. Tu valor no disminuye por la incapacidad de otra persona de apreciar lo que vales. Tú eres especial y tienes que ir al lugar adecuado para encontrar a alguien que sepa apreciar de verdad lo especial que eres». Nunca lo olvides, si no te valoran como persona es porque no valoran el sacrificio que Cristo Jesús hizo por tí. Solo el sitio correcto podrá darte el valor justo. Puede ser que estés en el lugar equivocado. Si es así, entonces, es tiempo de irse.

Que su Palabra pueda satisfacer su necesidad espiritual en este día. Confío que así será. Cuenta con mi Dios. Mi Dios es real. Mi Dios es Dios, porque únicamente él es Dios. Mi Dios sin igual.

¡Bendecido día!

«Adquiere la verdad y la sabiduría, la disciplina y el discernimiento, ¡y no los vendas!» (Pr 23:23 NVI)

Prof. Benjamín López Rivera, MEd

Con excepción de las fuentes citadas, el contenido literario es propiedad del autor. Si desea compartir la información, por favor dé los créditos a las fuentes citadas como también a: bibliondidaskalia.blogspot.com

febrero 17, 2023

Jesucristo hombre

¿Era Jesús un hombre común y corriente como nosotros?

Los evangelistas Mateo y Marcos relatan que Jesús y sus discípulos iban de viaje a Cesarea de Filipo. Salieron precisamente de Betsaida. Tanto el relato sanmateano como el marquense discursan que en el transcurso del camino Jesús enunció dos preguntas, la primera: ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? La segunda: ¿Quién dicen que soy yo? (Mt 16:13-20; Mc 8:27). La primera pregunta fue realizada en sentido general para saber el punto de vista de la gente. La segunda pregunta fue peculiar para saber el punto de vista de los discípulos. Hubo varias respuestas, pero sólo una fue acertada: «¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente! respondió Simón Pedro». Entonces Jesús le dijo: «Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló ningún mortal, sino mi Padre que está en los cielos». La reacción inmediata de Jesús a la aseveración petrina es sumamente significativa, «no te lo reveló ningún mortal». Jesús diserta que fue una revelación espiritual. De hecho «...nadie puede decir que Jesús es el Señor excepto por el Espíritu Santo» (1 Cor 12:3a). Según Barnes, es como si Jesús dijera: «Esta verdad no la has aprendido de mi apariencia humilde, de mi naturaleza humana, de mi rango aparente y posición en el mundo. Ustedes, judíos, esperaban conocer al Mesías por su esplendor externo; su pompa y poder como hombre; pero no me has aprendido de esta manera. No he mostrado tal indicación de mi Mesías. La carne y la sangre no lo han demostrado. A pesar de mi apariencia, mi estado de humildad, mi falta de parecido con lo que esperabas, lo has aprendido de Dios». (Comentario Bíblico Albert Barnes). Este último pasaje podría significar como dice Barnes que «nadie tiene la capacidad física para decir que Jesús es el Señor a menos que el Espíritu Santo lo ayude, ya que todas las personas pueden decir esto; pero que nadie estará dispuesto a decirlo de todo corazón; nadie lo reconocerá como su Señor; nunca puede suceder que alguien lo confiese como el verdadero Mesías que nos ha sido traído a este estado por la agencia del Espíritu Santo».

La respuesta de Simón Pedro fue categórica «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente». Observe que la respuesta petrina no gira en torno a que Jesús fuera un hombre divino. Mas bien gira en torno a conceptos familiares judíos: «Mashíaj», «Christós» «Ho yhios theós» «el Mesías, el Cristo, el Hijo de Dios». ¿Qué significa todo esto? El sustantivo «Cristo» es la transliteración de la palabra griega [Χριστός [Christós o Jristós que significa «ungido»)]. En hebreo es מָשִׁיחַ mashíaj «ungido» de la raíz verbal למשוח masháj «ungir». Título del esperado rey y libertador de Israel (Dn 9:25, 26; Jn 1:41; 4:25; 9:22). La pregunta peculiar de Jesús es significativa. Cabe preguntar, ¿Por qué era necesario para Jesús que lo reconocieran como el Mesías? El siguiente comentario sugiere una respuesta atinada: «Era esencial que lo reconocieran como el Mesías antes de que pudieran comprender en sentido alguno el significado de su sacrificio en el Calvario. Si sólo fuera reconocido como un maestro "venido de Dios" (Jn 3:2) o como uno de los antiguos profetas resucitado de entre los muertos (Mt 16:14), su muerte no podría haber tenido más importancia que la de cualquier otro gran hombre bueno. Serviría de ejemplo, pero no sería vicaria. No tendría virtud expiatoria» (CBA T. 5.).

Sabemos que las preguntas realizadas por Jesús giran en torno al mesiazgo. Pero, más allá del mesiazgo hay un principio fundamental subyacente. Como se mencionó, la respuesta petrina no gira en torno a que Jesús fuera un hombre divino, sin embargo, esta pregunta es crucial para todo cristiano. En ella subyace la esencia de la identidad del Mesías. ¿Quién era este hombre? ¿Era solamente un predicador judío, un maestro o un profeta? ¿Era solamente un hombre común y corriente como nosotros? Existen aproximadamente unas 4300 religiones tratando de descifrar a Jesús el Mesías. Cada una tiene una opinión diferente acerca de su identidad. Querido lector, ¿Quién es Jesús para ti?

Note la última parte de la cita del CBA: «...su muerte no podría haber tenido más importancia que la de cualquier otro gran hombre bueno. Serviría de ejemplo, pero no sería vicaria». Llama mi atención el último enunciado porque algunos afirman que Jesús era un hombre común y corriente como nosotros. Que sólo era un ser humano bueno con una ética moral intachable. Un hombre perfecto que murió por nosotros. Esto es total desconocimiento de la teontología y soteriología bíblica.

Antes de entrar de lleno en el tema, permítame hacer algunas observaciones las cuales considero significativas. No hay duda que los discípulos de Jesús estaban muy relacionados con la creencia monoteísta «Dios es uno» (Mc 12:29, 32; cf. Ro 3:30; 1 Cor 8:6; Ga 3:20; 1 Ti 2:5). Parece ser que al presenciar los milagros de sanidad realizados por Jesús, el dominio que tenía de la naturaleza, etc., los llevó a creer que él era el Immanuel de la profecía isaiana (Is 7:14). La profecía que enuncia la א֑וֹת ʼôwtho, «señal, milagro» la promesa del Immanuel. ¿Qué subyace el nombre Immanuel? עמנואל ‛immânû'êl, de אל 'ĕl, «Dios»; עמנוּ ‛ ı̂mmânû, «con nosotros», «Dios con nosotros». De hecho, me parece que el gran desafío que enfrentó la Iglesia primitiva fue encontrar la manera de reconciliar su creencia de que el Padre es Dios (Flp 4:20), Jesús «Emmanuel» (Mt 1:21-23) es Dios y el Espíritu Santo (He 5:3-4) es Dios, sin poner en peligro el monoteísmo veterotestamentario. El mismo desafío enfrentan las confesiones religiosas del presente. ¿Cómo puede haber tres personas en la Deidad cuando sólo hay un Dios? (Dt 6:4; 1 Cor 8:6). ¿Cómo conciliar el monoteísmo veterotestamentario con el hecho que la literatura neotestamentaria expone ciertos formularios trinitarianos? Observe, la fórmula bautismal jesuana es conocida como la fórmula bautismal trinitaria. Aunque el pasaje, posiblemente, no se haya dado como prueba decisiva de la doctrina de la Trinidad, tiene varios detalles que no se pueden pasar por alto. Algunos aducen que es un texto espurio interpolado, sin embargo, aparece en los tres Códices más antiguos e importantes de los manuscritos veterotestamentarios: el Codex Sinaiticus (s. IV), el Codex Vaticanus (s. IV) y el Codex Alejandrinus (s. V). Permítame hacer alusión a las siguientes obras que afirman la autenticidad de la fórmula bautismal jesuana: «Desiderius Erasmus (1516, pág. 72), Biblia Políglota Complutense (1520), Robertus Stephanus (1550, pág. 57), Theodore Beza (1588, pág. 139), Alberto Bengelio (1734, pág. 49), Joannis J. Wettstein (1751–1752, vol. 1, pág. 547), Johannes J. Griesbach (1775–1777, vol. 1, pág. 142), Christianus F. Matthaei (1782–1788, vol. 1, pág. 165), Karl Lachmann (1831, pág. 60), Gulielmi Greenfield (1855, pág. 78), Frederick H. A. Scrivener (1887, pág. 79), Constantin von Tischendorf (1869–1894, vol. 1, págs. 211–212), Samuel P. Tregelles (1857–1879, pág. 118), Brooke F. Westcott y Fenton J. A. Hort (1886, pág. 71), Richard F. Weymouth (1892, pág. 85), Henry Alford (1898, vol. 1, pág. 307), Bernhard Weiss (1905, pág. 171), Friedrich Brandscheid (1906, pág. 170), Hermann F. von Soden (1911–1913, pág. 117), Heinrich J. Vogels (1922, pág. 88), Augustinus Merk (1992, pág. 108), José M. Bover (1968, pág. 99), Maurice A. Robinson y ‎William G. Pierpont (2005, pág. 68), SBLGNT (2010, pág. 66), Nestle-Aland 28 (2012, pág. 101) y UBSGNT 5 (2014, pág. 114).» («Preservando la Palabra». Leandro J. Velardo. Universidad Adventista del Plata. Jun 12, 2019. Disponible en: https://medium.com/blog-uap/preservando-la-palabra-ad30e5827960). Hemos visto el concenso absoluto entre los textos críticos griegos neotestamentarios más importantes con respecto a la fórmula bautismal jesuana.

Para los creyentes que solamente creen en la fórmula bautismal cristológica de Hechos 2:38, que aducen que Mateo 28:19 es un texto espurio, déjeme decirles que Hechos 2:38 aparece igualmente en los Códices mencionados, y no hay manuscrito más antiguo que tales Códices que se cita donde aparezca ese texto. Lo que quiero decir con esto es que, si se toma a Mateo 28:19 como texto espurio, también hay que tomar como texto espurio a Hechos 2:38, porque no habría evidencia de un manuscrito antiguo del siglo II al V, que tuviese ese texto. Hechos 2:38, solamente está presente en el P⁷⁴ (a. 650). No está presente en los siguientes papiros: P⁸ (a. 350), P²⁹ (a. 250), P³⁸ (a. 300), P⁴⁸ (a. 250), P⁹¹ (a. 250), P¹²⁷ (a. 350). («Lista de papiros». Disponible en: https://es.wikipedia.org/wiki/). Según el New Testament Transcripts, Mateo 28:19 no está presente en el P¹ P¹⁹ P²¹ P²⁵ P³⁵ P³⁷ P⁴⁴ P⁴⁵ P⁵³ P⁶² P⁶⁴ P⁷⁰ P⁷¹ P⁷³ P⁷⁷ P⁸³ P⁸⁶ P⁹⁶ P¹⁰¹ P¹⁰² P¹⁰³ P¹⁰⁴ P¹⁰⁵ P¹¹⁰. Está presente en los Unciales 01 02 03 y NA²⁸. Hechos 2:38, no está presente en el P⁸ P²⁹ P³³ P³⁸ P⁴¹ P⁴⁵ P⁴⁸ P⁵⁰ P⁵³ P⁵⁶ P⁵⁷ P⁹¹ P¹¹² P¹²⁷ 020 048 057 066 076 077 096 097 0140 0165 0166 0175 0189 0236 0244 0294 323S 1739S. Está presente en el P⁷⁴ 01 02 03 04 05 08 044 095 18 33 81 323 424 614 945 1175 1241 1505 1739 (Disponible en: http://nttranscripts.uni-muenster.de/AnaServer?NTtranscripts+0+start.anv). Mencioné que hay detalles que no deben pasarse por alto con respecto a la fórmula bautismal jesuana (Mt 28:19). El pasaje reza: Πορευθέντες μαθητεύσατε πάντα τὰ ἔθνη, βαπτίζοντες αὐτοὺς εἰς τὸ ὄνομα τοῦ Πατρὸς καὶ τοῦ Υἱοῦ καὶ τοῦ Ἁγίου Πνεύματος, poreuthentes oun mathēteusate panta ta ethnē baptizontes autous eis to onoma tou Patros kai tou Huiou kai tou Hagiou Pneumatos (Eberhard Nestlé, Η ΚΑΙΝΗ ΔΙΑΘΗΚΗ. Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, 1904). Como mencioné, es posible que este texto no se haya dado como prueba decisiva de la doctrina de la Trinidad, sin embargo, el singular ὄνομα ónoma «nombre» seguido por tres sustantivos separados: πατρòς o πατήρ patróspatḗr «Padre», Υἱοῦ huiŏs «Hijo» y Ἁγίου Πνεύματος hágios pneûma «Espiritu Santo» seguidos por la conjunción καί kaí «y» nos muestra que el «nombre» está compuesto por tres Personas divinas, distintas, coexistentes y coeternas que forman el Dios triuno. Cyrus Ingerson Scofield enuncia: «La palabra está en singular, el "nombre", no nombres. Padre, Hijo y Espíritu Santo es el nombre final del único Dios verdadero. Afirma: Que Dios es uno. Que él subsiste en una personalidad triple. La conjunción en un nombre de los Tres afirma igualdad y unidad de sustancia.» (Comentario Bíblico Scofield). Por otro lado, observe la doxología paulina que dice: «La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén.» (2 Cor 13:13, RVR 1977). Aunque posiblemente no fue dada como prueba decisiva de la doctrina de la Trinidad, es significativo el hecho que el apóstol nombra a las tres Personas divina distintas, coexistentes y coeternas del Dios triuno. Barnes aduce: «La unión de estos tres nombres en forma de bautismo prueba que el Hijo y el Espíritu Santo son iguales al Padre. Nada sería más absurdo o blasfemo que unir el nombre de una criatura, un hombre o un ángel, con el nombre del Dios siempre vivo en este solemne rito. Si Jesús fuera un simple hombre o un ángel, como lo sostienen muchos que niegan su divinidad, y si el Espíritu Santo fuera un mero "atributo" de Dios, entonces habría sido el colmo de lo absurdo usar una forma como esta, o para dirigir a los apóstoles a bautizar a las personas debajo de ellos». Basado en la evidencia presentada, podemos afirmar en un cien por ciento (100 %) que la fórmula bautismal jesuana es auténtica. 

Otra observación que considero importante antes de entrar de lleno en el tema tiene que ver con la Biblia y su interpretación. Hago esta observación porque aveces creemos que nuestra interpretación de la Biblia es la única correcta. Y, no es así. En primer lugar, la Biblia no debe leerse como cualquier otro libro literario. La Biblia es θεόπνευστος (theópneustos «inspirada por Dios» por lo tanto, no debe leerse como cualquier otra obra literaria. El adjetivo theópneustos, etimológicamente, viene de θεός (theós, «Dios») + πνέω (pnéō, «exhalar» propiamente «exhalado por Dios», usado sólo en 2 Timoteo 3:16 (Concordancia griega Strong). El texto griego dice [πᾶσα γραφὴ θεόπνευστος (pasa graphē theópneustos «Cada Escritura (es) exhalada» «insuflada por el aliento divino»)]. Este pasaje nos dice literalmente, que «Dios habló». Lo que Dios habló quedó registrado posteriormente en el texto escrito «pasa graphē». Esta escritura sagrada es el vehículo de un mensaje sobrenatural: «el mensaje de Dios». No es el talento inspirado de un ser humano. Por eso, decimos que la Biblia es «suficiente» porque es insuflada por el aliento del Dios omnisapiente: «No que seamos suficientes en nosotros mismos para pensar que cosa alguna procede de nosotros, sino que nuestra suficiencia es de Dios» (2 Cor 3:5). En segundo lugar, la Biblia fue escrita en épocas diferentes, en culturas diferentes e idiomas diferentes hace miles de años. Escrita inicialmente en distintas lenguas: hebreo, arameo y griego koiné conocido también como griego helenístico. Es una colección de libros escritos por diferentes autores. En cuanto al proceso de inspiración, podemos decir que la revelación divina fue dada por inspiración de Dios a santos hombres de Dios que eran inspirados por el Espíritu Santo (2 Pe 1:21). Revelaciones que fueron incorporadas en «lenguaje humano», con todas sus «limitaciones e imperfecciones», pero que permanecieron como el testimonio de Dios. Que quede claro, Dios inspiró a los hombres, no las palabras. En algunas ocasiones se ordenó a los autores bíblicos que escribieran el mensaje de Dios tal y como lo habían escuchado, pero en la mayoría de los casos Dios los instruyó para que escribieran lo que habían visto y oído (Dt 31:19; Is 30:8; Jr 30:2; Hab 2:2; Ap 1:11). Los escritores usaron su propio estilo y vocabulario (su lenguaje cotidiano, común, nada técnico). Al parecer se valieron de otros documentos para llevar su mensaje. Algunos referenciaron a autores paganos, por ejemplo, ver Hechos 17:28 que dice: «Porque en él vivimos, nos movemos y existimos». Otra frase reza: «Vuestros propios poetas». De acuerdo con algunos comentaristas «Las palabras "porque en él vivimos, y nos movemos y somos" son una cita casi exacta de una estrofa probablemente escrita por Epiménides de Creta (siglo VI a. C.), la cual aparece en los escritos de Isodad, comentarista siríaco nestoriano del siglo IX: «Ellos idearon una tumba para ti, oh santo y alto. Los cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos. Pero tú no estás muerto; tú vives y permaneces para siempre. Porque en ti vivimos, y nos movemos y tenemos nuestro ser» (F. F. Bruce, The Book of the Acts, serie New International Commentary en the New Testament, p. 359, citado en el CBA). Otros parecen dirigirse a obras pseudoepigráficas, por ejemplo, Judas 1:14, 15, posiblemente, citado del libro seudoepigráfico 1 Enoc, que circulaba entre los judíos a mediados del siglo I a. C. (Ver a R. H. Charles, The Apocrypha and Pseudepigrapha of the Old Testament, t. 2, p. 189, citado en el CBA). En tercer lugar, dentro de los géneros literarios, la Biblia es clasificada en el género sagrado. A su vez contiene diferentes géneros: legislativo, sapiencial, lírico, profético, apocalíptico, histórico, epistolar, narrativa, poesía, entre otros. Resalta la prosa narrativa, la poesía y la profecía. La diversidad de géneros hace que su lectura sea emocionante y desafiante. Es sumamente importante que los géneros literarios y los componentes del lenguaje o procesos lingüísticos se tengan presentes a la hora de interpretar la Biblia. Es importante porque todos los lenguajes y los dialectos cuentan con reglas que controlan los componentes principales del lenguaje: semántica, sintaxis, gramática, etcétera. Así se sabrá lo que el autor bíblico quizo expresar. En cuarto lugar, la razón principal por la cual la Biblia fue escrita: fue para dar a conocer a Dios por medio de su Hijo Cristo Jesús para salvación y santificación eterna. La pregunta válida es, ¿Quién era Jesús? ¿Era un hombre común y corriente como nosotros? La Biblia presenta pasajes que proponen ciertas características «divino-humana» referentes a la ontología de Cristo, el Hijo de Dios. Algunos textos parecen hacer alusión a su «naturaleza divina» y otros a su «naturaleza humana». A la hora de contestar nuestra pregunta tomaremos en cuenta los puntos antes presentados.

Mencioné que la Biblia fue escrita en culturas diferentes. Lo que me hace pensar que las denominaciones religiosas del presente se extralimitan en presumir su origen en la misma para sostener que su doctrina es la correcta. Por ejemplo, para afirmar que su doctrina es la correcta, la Iglesia Católica Apostólica Romana presume su fundamento en Mateo 16:16-18: «Sobre esta piedra edificaré mi iglesia». Cabe preguntar, ¿Estaba pensando el evangelista Mateo en la Iglesia Católica Apostólica Romana cuando se escribió su evangelio aproximadamente entre los años 50-69 d. C.? Estaba pensando Jesús, en ese preciso momento, cuando hablaba con sus discípulos, en una iglesia que apenas fue fundada en el siglo VI. La Iglesia Pentecostal presume su fundamento en Hechos 2: «El día del Pentecostés». Pregunto, ¿Estaba pensando Lucas en la Iglesia Pentecostal cuando se emitió su escrito aproximadamente en el año 62 d. C.? Estaba pensando el evangelista Lucas en una iglesia que se fundó prácticamente en el siglo XIX. La Iglesia Adventista del Séptimo Día presume su fundamento en Apocalipsis 12:17: «Los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús». Cabe preguntarse, ¿Estaba pensando el revelador en la Iglesia Adventista del Séptimo Día cuando se escribió el Apocalipsis, aproximadamente, entre los años 94-96 d. C.? Estaba pensando Juan en una iglesia que se fundó prácticamente en el siglo XIX. Los testigos de Jehová presumen su fundamento en Isaías 43:10: «Vosotros sois mis testigos». Pregunto, ¿Estaba pensando el profeta en los testigos de Jehová cuando se escribió el libro, aproximadamente, entre los años 700-681 a. C.? Estaba pensando Isaías, precisamente en esta corporación religiosa que se fundó prácticamente en el siglo XIX. Existen más de 4300 confesiones religiosas diferentes, y todas presumen estar fundamentadas en la Biblia. Lo verbalizan para sugerir que su doctrina es la correcta.

Ciertos grupos religiosos que surgieron durante la Reforma Protestante, históricamente han sido conocidos como antitrinitarios. Etimológicamente esta palabra posiblemente viene del italiano «antitrinitario», palabra compuesta por el prefijo «anti» "en contra" y «trinĭtas» "trinidad" -en contra de la Trinidad (Real Academia Española de la Lengua, RAE). Ya que hemos hablado de la relevancia de la interpretación bíblica, combiene hacer una observación en cuanto a la metodología interpretativa de estos grupos minoritarios. La mayoría de los grupos antitrinitarios se alinean a una «hermenéutica hiperliteralista». El hiperliteralismo es un método que no reconoce los géneros literarios ni los componentes del lenguaje o procesos lingüísticos de las Escrituras. A la hora de interpretar la Biblia, hace caso omiso de los fundamentos racionales del lenguaje. El hiperliteralista basa todo en su «raciocinio deductivo». El antitrinitario hiperliteralista simplemente le da una lectura diagonal al texto bíblico. Así como lo lee, así mismo lo interpreta naturalmente. No reconoce la «forma literaria» ni los «componentes del lenguaje o procesos lingüísticos». Pasa por alto el «contexto inmediato» que trata del análisis de los versículos anteriores y posteriores del pasaje en estudio. Obvia el «contexto general» compuesto por todos los pasajes bíblicos remotos con relación al pasaje en estudio. Evita el «contexto histórico» compuesto por las costumbres y tradiciones de los tiempos bíblicos. Estos elementos esenciales que arrojan luz sobre el pasaje en estudio son ignorados por el antitrinitarismo. Obviamente, si el exégeta antitrinitario no considera estos elementos, por supuesto que esforzará el texto bíblico y llegará a conclusiones erróneas, sea de una palabra, una frase o una oración. 

El antitrinitarismo se ha desligado totalmente del texto sagrado. Tanto así que el Consejo Mundial de Iglesias no considera a las confesiones religiosas antitrinitarias como cristianas. Esto se debe a que no creen en la pluralidad de personas en el ser de Dios. Niegan la aseidad de Cristo y la aseidad y personalidad del Espíritu Santo. Los antitrinitarios verbalizan que son cristianos legítimos. Fieles seguidores de Cristo. Incluso, basado en su «razonamiento lógico» el antitrinitarismo afirma que Jesús es su Salvador. Cabe preguntar, ¿Cómo pretenden ser cristianos legítimos cuando ignoran que el cristianismo nació de la creencia que Cristo es Dios? Creencia que ellos niegan rotundamente. ¡Qué barbaridad! Su mismo método interpretativo los delata. No solo eso, sino también los descalifica como cristianos. Su método interpretativo (razonamiento lógico) no es funcional. Carece de la dirección del Espíritu Santo a quien consideran algo «Impersonal», «Una energía», «La fuerza invisible activa de Dios», «Un poder que emana de Dios», «Una personificación del poder creador y vital divino de Dios». ¡Qué barbaridad! En el sentido lingüístico del término ¿Puede una fuerza comunicarse? ¿Puede hablar? ¡Qué barbaridad! ¿Una personificación? En el sentido lingüístico del término la idea básica detrás de la personificación es atribuir vida o acciones o cualidades propias del ser racional al irracional, o a las cosas inanimadas, incorpóreas o abstractas. La idea básica es que tomas un objeto o animal y le das cualidades humanas, como emociones o pensamientos. ¿Es el Espíritu Santo una personificación? ¡Qué barbaridad! Su método interpretativo es puro razonamiento humano. Este método completamente humano le permíte al antitrinitarismo estar por encima de la autoridad de Dios para interpretar la Escritura. Se toman la prerrogativa de hacer cambios al texto sagrado a su conveniencia. ¡Qué barbaridad! Parece que el antitrinitarismo ha olvidado lo que dijo Juan en Apocalipsis 22:18-19. Su contraparte el trinitarismo se identifica como cristiano porque cree absolutamente que Cristo es Dios. Note lo que se dice del Padre: «Yo, yo soy el SEÑOR, y fuera de mí no hay salvador» (Is 43:11). «Mas yo {he sido} el SEÑOR tu Dios desde la tierra de Egipto; no reconocerás a otro dios fuera de mí, pues no hay más salvador que yo» (Os 13:4). Judas habla del «Dios único, Salvador nuestro» (Jds 1:24a). Estos pasajes hablan del Padre. Dicen que no hay otro dios ni otro salvador fuera de él. Sabemos que la Biblia no se contradice. Con esto quiero decir que la Biblia es su propia interprete. La Biblia expone que el Padre es el único Salvador y Señor. Significativo el hecho que Lucas, también expone a Jesús como «Salvador y Señor»: «Hoy les ha nacido en la Ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor» (Lc 2:11 NVI). En otro lugar dice: «De hecho, en ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos» (He 4:12 NVI). La Iglesia cristiana declaró en el Primer Concilio de Nicea (325 d. C.) la divinidad completa del Hijo,​ y en el Primer Concilio de Constantinopla (381 d. C.) la divinidad del Espíritu Santo. 

Navegando por internet encontré varias páginas virtuales y videos administrados por antitrinitarios relacionadas con la naturaleza de Cristo. Como todos saben, sus publicaciones niegan la aseidad del Hijo de Dios. Esto no es una novedad. Antes de seguir, permítame aclarar lo siguiente: con este escrito no pretendo reclamar ni decir nada exclusivo que no se haya expresado anteriormente. Solo expreso mi opinión y espero que sea, al menos, de carácter complementario a lo que ya se ha publicado sobre el tema. Dicho esto, solamente expreso mi opinión con respecto a la pregunta titular en alusión a la ontología de Cristo Jesús, a saber, si Jesús solamente era un hombre común y corriente como nosotros como expone el antitrinitarismo.

Como mencioné, la negación de la aseidad del Hijo de Dios no es nada nuevo. A lo largo de los tres primeros siglos del cristianismo surgieron varias teorías relacionadas con la ontología de Cristo. Algunos le atribuían a Jesucristo un carácter divino consustancial con la Deidad (trinitarismo). Otros le atribuían un carácter semidivino como Hijo de Dios (arrianismo). Unos decían que el Hijo era igual en esencia al Padre, pero no consustancial con él (semiarrianismo). Otros afirmaban que el Hijo estaba sujeto al Padre, sometido a su voluntad (subordinacionismo). Había quienes identificaban totalmente al Padre y al Hijo, sosteniendo que fue el mismo Dios Padre quien había venido a la Tierra y había sufrido en la cruz bajo la apariencia del Hijo (patripasianismo). Otros creían que el Padre, Hijo y Espíritu Santo no eran más que modalidades o manifestaciones de una única realidad divina (unicitarismo). Algunos estrictamente monoteístas creían en un Dios unipersonal (unitarianismo). Diversidad perceptiva que podemos sintetizar según el conocimiento que se tenga de Dios. Aquí tenemos a los que infieren que Dios es trino. Tres Personalidades singulares comparten la esencia divina (trinitarismo). Tenemos a los que deducen que en Dios hay dos Personalidades singulares (biteísmo), y los que coligen que Dios es una divinidad (unitarianismo).

En el presente es común etiquetar con el término unitarianismo a los que no creen en la pluralidad de personas en el ser de Dios. Pero estos rechazan este etiquetamiento. No se identifican como unitaristas, sino como unicistas. A diferencia de los unitaristas, los unicitaritas creen que tanto el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son una misma persona divina. Padre, Hijo y Espíritu Santo son tan sólo títulos o modos de las manifestaciones de Dios. El unitarianismo es estrictamente monoteísta. Muchos unitarios creen que Jesús era un ser creado. Meramente un ser humano que por fidelidad obediente fue elevado a la categoría de Hijo de Dios. Un ser semidivino, un semidios. La gran mayoría niega la aseidad del Espíritu Santo. Consideran que es la fuerza de Dios que actúa a través del Hijo. Este razonamiento es muy parecido a la teoría del culto sectario jehovista. Por eso, se les considera como unitarianos. En mi opinión, el jeovismo no es unitarista, mas bien es biteísta-politeísta. Su dilema consiste en la creencia que hay «un Dios todopoderoso a quien llaman Jehová» y «un dios poderoso a quien llaman Jesús». En sus publicaciones no niegan la divinidad de Cristo, tampoco que sea Dios. Admiten que Jesús es un ser divino, un dios menor. Su cristología debe ser estudiada a fondo ya que dista mucho de la realidad cristológica bíblica. Usan la misma terminología que los cristianos, pero tienen significados muy diferentes.

A mí entender, lo que procura hacer la mayoría antitrinitaria es, justificar su posición religiosa interpretándo la Biblia de modo que les dé la razón sobre doctrinas que ya previamente han determinado y que para ellos son incuestionables.

En términos numéricos de adherentes, las denominaciones antitrinitarias comprenden una pequeña minoría de religiosos modernos. Después de las denominaciones del movimiento Pentecostal Unitario, las denominaciones no trinitarias más grandes son la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, Iglesia la Luz del Mundo, la Iglesia ni Cristo y los Testigos de Jehová. Hay una serie de otros grupos más pequeños: Christadelphians, Church of the Blessed Hope, Christijan Scientists, Dawn Bible Students, Iglesia de Dios Viva, Asambleas de Yahweh, Miembros Iglesia de Dios Internacional, Cristianos Unitarios, Cristianos Unitarios Universalistas, El Camino Internacional, Iglesia de Dios Internacional, Iglesia de Dios Unida, Conferencia General de la Iglesia de Dios, Iglesia de Dios Restaurada, Iglesia de los Discípulos Cristianos e Iglesia de Dios de los Fe de Abrahán" ("Nontrinitarianism". Wikipedia.org).

Como mencioné, la negación de la aseidad del Hijo de Dios no es nada nuevo. La debática cristológica de los primeros siglos no solamente tuvo una importante difusión en aquella época (principalmente en el Imperio romano), también la tiene en el presente. A diferencia que en el presente la difusión de los debates cristológicos se da más por internet, por aquello del Covid-19. Debo admitir que la debática cristológica ha disminuido bastante debido a que la mayoría de los internautas religiosos han optado por páginas web estáticas (cerradas). Estas páginas no permiten comentarios. Solamente presentan información para ser leída, no para interactuar con el lector. Son páginas absolutamente controladas. 

Al auscultar las publicaciones de algunas de estas organizaciones antitrinitarias llama la atención la falta de «objetividad» en sus escritos. Llama la atención su manipulativa informática. Llama la atención los textos bíblicos acomodados a sus enseñanzas. Salta a la vista la «subjetividad» aplicada a los vocablos deidad, divinidad, eternidad y preexistencia cuando se atribuyen a יהוה‎ YHWH Yaveh, y a יֵשׁוּעַ‎ Yēšū́a. Llama la atención el uso exclusivo del término deidad aplicado a Yaveh, y el uso exclusivo del vocablo divinidad a Yēšū́a. El uso exclusivo del término eternidad aplicado a Yaveh, y el uso exclusivo del vocablo preexistencia a Yēšū́a. Se conceptúa a Yaveh como el Dios supremo, y a Yēšū́a como un dios inferior, semidivino, semidios. Llama la atención los conceptos relacionados con la ontología de Cristo, al proponer que era solamente un hombre común y corriente como nosotros. 

Para el antitrinitarismo el vocablo divinidad no equivale a deidad, y la palabra preexistencia no equivale a eternidad. 

🔸Deidad y divinidad

Veamos por medio de la Escritura novotestamentaria el uso de los vocablos deidad y divinidad. Cabe señalar que el Nuevo Testamento fue escrito en la forma popular del koiné, dialecto que se hablaba en todo el mundo grecoparlante. Era el idioma de la vida cotidiana. La Biblia registra que «toda Escritura es inspirada por Dios» (2 Ti 3:16), y que «los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo» (2 Pe 1:21). De manera que fue el Espíritu Santo quien dirigió a los escritores bíblicos a registrar la revelación novotestamentaria en el dialecto griego koiné. Los escritores bíblicos utilizaron los siguientes términos para deidad y divinidad: «θεῖος dseíos», «θειότης dseiótes» y «θεότης dseótes». El finado metodista James Strong los definió de la siguiente manera: (1) θεῖος theîos dseíos, «divino» adjetivo derivado de Θεός theós dseós «Dios». Manifiesta las características de la naturaleza de Dios, -«naturaleza divina» une la esencia de Dios a su automanifestación, permitiendo a todos conocerlo mediante la observación de sus atributos. Otros infieren que es un título genérico aplicado a Dios (DBA). (2) θειότης theiótēs dseiótes, «divinidad» «naturaleza divina». Sustantivo femenino derivado de theíos dseíos «divino» que se deriva de Θεός theós dseós «Dios», propiamente, deidad manifestada, es decir, la revelación de Dios (sus atributos) que se revela a sí mismo, usado solo en Romanos 1:20. (3) θεότης theótēs dseótes «deidad» sustantivo femenino derivado de Θεός theós dseós «Dios», el Dios personal revelado en la Biblia que es trino e infinitamente relacional como lo demuestra la encarnación de la Deidad en el Cristo encarnado, usado solamente en Colosenses 2:9 [énfasis del autor] (James Strong).

Sinteticemos: θεότης theótēs dseótes, indica la esencia divina de la Deidad, la personalidad de Dios (Col 2:9).
θειότης theiótēs dseiótes indica los atributos de Dios, su naturaleza y propiedades divinas (Ro 1:20).

Hemos visto que las palabras «divinidad» y «deidad» no son equivalentes en la cristología antitrinitaria. Ellos aplican el término deidad exclusivamente a Yaveh el Dios supremo. La mayoría antitrinitaria piensa que Jesús es un «ser divino», «un dios inferior», «semidivino» o «semidios». Los promoventes del antitrinitarismo optan por una semántica diferente a la de los autores bíblicos para acomodarla a su didáctica. Creen en la divinidad de Cristo, pero su concepto bíblico es diferente. Difiero plenamente de la semántica lingüística antitrinitaria. Por lo tanto, favorezco la terminología escolástica «aseidad» para referirme a los tres grandes poderes del cielo: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Aseidad es la cualidad del Ser que existe por sí mismo y que posee en sí el principio de su existencia. Etimologicamente, («a se», por sí­), no de haberse creado a sí­ mismo, sino de tener toda la razón de su existencia en su misma esencia. A diferencia, las criaturas poseen la «ab aliedad» (existir «ab alio», por otro). Debo reconocer que el trinitarismo no tiene problemas con el uso de los vocablos deidad y divinidad. Los utilizan de manera intercambiable con el mismo valor y significado bíblico. No así los antitrinitarios cuyo sincretismo religioso no le permite ser objetivos con la semántica lingüística de estos vocablos. 

🔸Preexistencia y eternidad

El término preexistencia viene del verbo neutro intransitivo «preexistir» y del sufijo «ncia» para formar los sustantivos femeninos relacionado con los adjetivos proveniente de «nte» que significa acción o cualidad, también del latín «praeexistentia». Preexistente, es el adjetivo que se utiliza para calificar a aquello que preexiste. El verbo preexistir por su parte se refiere a lo que tiene existencia previa a algo. El concepto de preexistente suele estar vinculado a dos etapas o periodos que se vinculan entre sí. Una de estas etapas ya estaba presente o tenía existencia cuando surgió o comenzó la otra. Una entidad puede fundarse a partir de otra ya existente. Por ejemplo, una ciudad puede fundarse a partir de un pueblo preexistente. Por lo tanto, el verbo preexistir hace alusión a lo que tiene existencia previa a algo. Preexistencia y eternidad no son sinónimos. Preexistencia es solo la evidencia de la existencia de Jesús antes de la creación y su nacimiento virginal. La eternidad no solo significa que Cristo existió antes de su nacimiento o de la creación, sino que él existió siempre «eternamente». Etimológicamente, el sustantivo singular eternidad hace referencia a la cualidad, condición o característica de lo eterno. Componentes léxicos: Esta palabra del latín aeternĭtas en su etimología proviene del adjetivo «eterno» y del sufijo abstracto «idad» que indica cualidad o calidad de eterno. De aeternus «eterno» y el sufijo «-tās», y aquel de aevum y el sufijo «-ternus»aevum (tiempo, edad, época), «-ter» (sufijo comparativo), más el sufijo «-dad» (cualidad). Eternidad significa perpetuidad sin principio, sucesión ni fin. 

Muchos antitrinitarios creen que Cristo es preexistente. Creen que Jesús existía antes de su encarnación y nacimiento, pero no eternamente. Creen en una divinidad «restringida o parcial». En el ejercicio debático de la llamada controversia Aris, celebrada en el Primer Concilio en la ciudad de Nicea de Bitinia en el Imperio romano (325 d. C.), se definió la verdadera divinidad del Hijo de Dios. La tesis cursada por Arrio, presbítero de la Iglesia de Alejandría (Egipto), supone el tema de la subordinación del Hijo al Padre, negando la «consustancialidad» (homousía). El término teológico cristiano ὁμοούσιος homoōúsios «consustancial» fue adoptado en el Primer Concilio de Nicea para aclarar la ontología de Cristo. El término significa, literalmente, «igual en ser» e «igual en esencia», de ὁμός homós que significa «mismo» y οὐσία ousía que significa «ser» o «esencia». La Iglesia cristiana creía que Jesús era igual en «ser» y «esencia» con Dios Padre (ὁμούσιον τῷ Πατρί homousion to Patrí). A diferencia de los arrianos, los semiarrianos asumieron el término homoiousios, pero en el sentido de «similitud» y no de «consustancialidad». Etimológicamente, ὁμοιούσιος de ὅμοιος hómoios «similar» y οὐσία ousía «esencia, ser»). El Hijo era de una esencia (o sustancia) similar, pero no idéntica a Dios Padre. La propuesta presentada y estudiada en el Concilio Niceno, no tenía nada que ver con la preexistencia de Cristo, en este punto todos concordaban, la tesis a debatir era su plena divinidad. Tesis que los arrianos rechazaban ya que consideraban a Jesús un ser «semidivino», «un dios inferior», «un semidios». Lo conceptuaban una criatura creada por el Padre en algún tiempo de la eternidad. En realidad, la visión eclesial, estrictamente hablando de la preexistencia de Jesús no pertenece al dogma de la Iglesia cristiana. Lo que ha establecido los concilios de Nicea y Calcedonia es la divinidad de Jesús, no que él existiera antes y que después viniera a mostrarse en el mundo. 

El presbítero Arrio no negaba la enseñanza de la Trinidad ni la divinidad de Cristo como afirma la mayoría antitrinitaria. Arrio enseñaba que Jesús era un ser divino, por tanto era un dios, pero no con la misma dignidad y naturaleza del Padre. El lenguaje sencillo de esta disimilaridad es que Jesús era de condición divina, pero no de la misma condición divina que el Padre. Afirmaba que Jesús era la primera creación de Dios Padre, y el Espíritu Santo la primera creación del Hijo.

Después de la sección debática del Concilio Niceno, Arrio y varios de sus partidarios, entre ellos obispos y sacerdotes fueron exiliados (325 d. C.). Desde el exilio en Iliria, envió diversas misivas al emperador Constantino, solicitando su perdón y readmisión en la comunión de la Iglesia. Posteriormente, en el Concilio de Nicomedia, convocado por el emperador romano Constantino I, en el año 328 d. C., se revaluó la solicitud del presbítero. Sus alegaciones fueron atendidas. Sus posturas doctrinales fueron examinadas. La decisión del Concilio de Nicomedia fue la siguiente: eximir a Arrio de toda acusativa propagandista herética. Como resultado del Concilio, el emperador Constantino I, ordenó que se permitiese su regreso a la ciudad de Alejandría. Fue readmitido en el seno de la Iglesia cristiana, pero murió el día antes de que ese evento ocurriera. Algunos decían que Arrio había aceptado el Credo Niceno en su totalidad. Otros corrieron la voz de que había reformulado su cristología para omitir las ideas que eran más objetadas por sus críticos, pero mantuvo una interpretación arriana del término homoiousios. En realidad, no se sabe si Arrio abandonó por completo su doctrina caracterizada por su disimilaridad divina entre Jesús y el Padre. Documentos históricos enuncian que «Tras su muerte, fue nuevamente anatemizado y declarado herético otra vez en el Primer Concilio de Constantinopla del año 381 d. C.» («First Council of Constantinople, Canon 1». Disponible en: https://www.ccel.org/ccel/schaff/npnf214.ix.viii.i.html). 

Arrio fue exiliado varias veces. Y, así ocurrió con otros. Lo que sí sabemos con certeza es que su enseñanza ha sido adoptada y adaptada por movimientos religiosos minoritarios. Como ya sabemos, el concilio de Nicea condenó la teoría Aris, pero Socinus la revivió en el período de la Reforma. Priestly y Martineau la revivieron en Inglaterra. Channing entre otros lo hicieron en América. El líder estadounidense Charles Taze Russell la popularizó y la difundió por toda la cristiandad de América. La didáctica ruselita gira en torno a que Jesús era un «espíritu puro» en su estado preexistente. Un espíritu superior a los ángeles «superangélico». Por eso, el ruselismo enseña que Cristo es el Arcángel Miguel, una criatura creada en algún tiempo de la eternidad. Cuando se humanizó, es decir, cuando nació de María, abandonó su «naturaleza espiritual» mientras estuvo en la tierra. Ruselle enseñó que la expiación ofrecida por nuestro Señor Jesucristo fue absolutamente humana, nada divino. ¡Que barbaridad!

La enseñanza de que Jesús era un ser divino y, que por tanto era un dios, pero no con la misma dignidad y naturaleza del Padre no se origina con el presbítero Arrio. Algunos piensan que él fue el fundador, pero el ejercicio debático sobre la relación entre el Hijo y el Padre no empezó con él. Usted encontrará en documentos históricos que esta creencia había sido discutida décadas antes de su aparición. La creencia en cuanto a la disimilaridad de que Jesús era de condición divina, pero no de la misma condición divina que el Padre y, que Jesús era la primera creación de Dios Padre, y el Espíritu Santo la primera creación del Hijo, fue asimilada y discutida por sus antecesores Luciano de Antioquía y Pablo de Samosata. De hecho, Arrio elaboró su doctrina a partir de la doctrina de Pablo de Samosata, obispo de Antioquía. Lo único que Arrio hizo fue intensificar la controversia y, llevarla a un plano mayor donde otros arrianos demostraron ser mucho más influyentes. Por eso, se le conoce como la doctrina Aris o arriana. No es originalmente suya, es solo un etiquetado por difundirla. En el presente la mayoría de las iglesias antitrinitarias aceptan la preexistencia de Jesús antes de su nacimiento a excepción de los cristadelfianos que creen en su existencia a partir de su nacimiento físico. Los testigos de Jehová de cierta manera apoyan el concepto preexistencial al creer que Cristo existió antes como el Arcángel Miguel. 

Parte de la debática trinitaria y antitrinitaria gira en torno al concepto «preexistencial de Jesús». La tesis antitrinitaria postula una preexistencia parcial o restringida. Deduce que Jesús fue creado en algún tiempo de la eternidad. En algún tiempo de la eternidad sugiere un pensamiento preexistencial especulativo deducido de Colosenses 1:15 «...el primogénito de la creación» y Apocalipsis 3:14 «el principio de la creación de Dios». Por el contrario, la propuesta trinitaria postula una preexistencia eterna. Jesús es «antes de la creación de todas las cosas» según su exégesis de Col 1:16-17 y Jn 17:5 «con la gloria que tenía contigo antes que el mundo existiera». Ahora bien, ¿Qué quizo decir el apóstol Pablo con la expresión «...el primogénito de la creación» (Col 1:15) y Juan con la expresión «el principio de la creación de Dios» (Ap 3:14). ¿Por qué Pablo llamó a Cristo el primogénito de toda creación? Al leer este pasaje, el lector superficial inmediatamente percibe a Cristo como la primera criatura creada. Es cierto que la palabra empleada en este pasaje es el adjetivo [πρωτότοκος (prōtótokos, palabra compuesta por el adjetivo πρῶτος prōtos «primero» y el verbo τίκτω tíktō «nacido», literalmente «primer nacido» o «primogénito»)]. Es cierto que en sentido literal puede significar el «primer nacido». Es cierto que en sentido figurado puede significar «preeminencia en rango», «soberanía y dominio», «carácter o posición», «prioridad en tiempo», «superioridad en pocisión», «privilegio y autoridad». También es cierto que si el apóstol Pablo hubiese querido sugerir que Jesús fue la primera de las criaturas de Dios en ser formada, habría usado el adjetivo Πρωτοκτιώτη prōtoktistos «creado primero» o el sustantivo πρωτοπλάστες prōtoplastos «hecho primero», pero no lo hizo. Sin embargo, utilizó otro término, prōtótokos. Sin duda alguna con este vocablo el apóstol se estaba refiriendo al uso judío de la palabra primogénito, que no solo significa el primero en nacer, sino que también se usa como título de soberanía y preeminencia. De acuerdo con Pablo, Colosenses 1:16 dice que «todas las cosas fueron creadas por Cristo», por lo tanto, Cristo no puede ser el Creador creado. El antitrinitarismo deduce que Dios, primeramente, creó al Hijo, y luego lo puso como agente en la Creación. Este argumento queda refutado con el relato genesiano de la Creación. En Génesis 1:1 dice: «Dios en el principio creó los cielos y la tierra». En la sintaxis de este pasaje tenemos el verbo [בָּרָ֣א (bara «crear»)]. Este verbo es exclusivo de Dios. Solo Dios puede crear. Significativo el hecho que la Biblia presenta a los tres dignatarios del cielo como agentes de la Creación. Moisés presenta a Yahve Elohim como creador (Ge 1:1). Juan y Pablo presentan a Jesús como creador de los cielos y la tierra (Jn 1:3; Col 1:16; Hb 1:1-2). El salmista describe al Espíritu como creador: «Envías tu Espíritu, son creados, Y renuevas la faz de la tierra» (Sl 104:30; cf. Ge 1:2). En síntesis, si el verbo «crear» es exclusivo de Dios como creador, entonces, Cristo no pudo haber sido el Creador creado. Sabemos que en el lenguaje bíblico el sustantivo «Dios» no es un nombre propio. En el dialecto koiné no lo es. Por lo tanto, el «Elohim» de Génesis 1:1 que también se traduce como «Dios» se aplica a Cristo y al Espíritu Santo. Dios no creó a Cristo, por el contrario, «Por medio de él todas las cosas fueron creadas, y no existe nada que él no haya creado» (Jn 1:3 NBV). «Cristo mismo es el creador de cuanto existe en los cielos y en la tierra, de lo visible y de lo invisible, y de todos los seres que tienen poder, autoridad y dominio; todo fue creado por medio de él y para él» (Col 1:16 NBV). Entonces, ¿En qué sentido es el primogénito? Gaebelein aduce: «El título «Primogénito» denota Su prioridad a la creación, porque Él es la cabeza de la creación; la jefatura de toda la creación le pertenece. Cuando Aquel que es la imagen del Dios invisible toma su lugar en la creación, como lo hizo en la encarnación, sólo puede ser como el Primogénito, como el principio de la creación de Dios, la cabeza de todo. Aquel que se hizo hombre, bajo cuyos pies como segundo Hombre todas las cosas serán (Salmo 8:1; Hebreos 2:1), es el Señor del Cielo, el Creador de todas las cosas» (Biblia Anotada por A. C. Gaebelein). La sintaxis gramatical de Colosenses 1:15 y Apocalipsis 3:14 enseña que Cristo tiene autoridad sobre la Creación. Definitivamente, ninguno de estos pasajes dice que Jesús fue creado. Hay que eisegisar la Biblia, descontextualizarla, forzar el texto bíblico para insistir que Cristo es un ser creado.

Con respecto a la pregunta titular en alusión a la ontología de Cristo, en una de las publicaciones posteadas por los antitrinitarios se habla del sacrificio y muerte de Cristo Jesús. Tenga presente que el antitrinitarismo afirma que Jesús era un hombre en todo el sentido de la palabra. Por lo tanto, el sacrificio de Cristo fue completamente humano. El antitrinitarismo expone que Jesús venció todo tipo de tentación con una naturaleza humana igual que la nuestra. Postula que nosotros, humanamente, podemos vencer todo tipo de tentación con nuestra naturaleza. En cierto sentido es cierto, Jesús venció todo tipo de tentaciones como hombre no como Dios. En cierto sentido, nosotros, a pesar de tener una naturaleza humana pecaminosa, podemos vencer la tentación, pero no por nosotros mismos. Esto no se trata de quien tenga una ética moral perfecta para ser salvo. En primer lugar, con respecto a nuestra naturaleza humana, tanto Jesús como Pablo la caracterizan «débil» (Mt 26:41; Ro 8:3). Isaías la describe «dañada» (Is 1:6). Tan débil y dañada que Jeremías pronunció: «Nada hay tan engañoso y perverso como el corazón humano, ¿Quién es capaz de comprenderlo?» (Jr 17:9 DHH). En otro lugar aduce: «Nadie puede cambiar el color de su piel, ni puede el leopardo quitarse sus manchas; ¡tampoco ustedes pueden hacer lo bueno, pues sólo saben hacer lo malo!» (Jr 13:23 TLA). Pablo enuncia: «Por cuanto la mentalidad de la carne es enemistad contra Dios; porque no se somete a la ley de Dios, ya que ni siquiera puede» (RVR 1977). La Biblia es clara -no podemos vencer la tentación con una naturaleza débil y dañada como la nuestra. Sin embargo, no olvidemos que el poder de Dios se perfecciona en nuestra debilidad por medio de Cristo (2 Cor 12:9). O sea, como único podemos vencer la tentación es por medio de Cristo (Flp 4:13). Si Cristo no es el centro de nuestra vida, entonces, estamos perdidos en nuestros delitos y pecados (Ef 2:1). Jesús dijo: «Yo les he dado el ejemplo, para que ustedes hagan lo mismo» (Jn 13:15 TLA). Y, Pedro adujo: «Pues para esto los llamó Dios, ya que Cristo sufrió por ustedes, dándoles un ejemplo para que sigan sus pasos» (1 Pe 2:21 DHH). La vida de obediencia y la fe de Jesús es un digno ejemplo para nosotros. Deberíamos seguir sus pasos. Los mismos recursos que Jesús tenía a su alcance para vencer las circunstancias son los mismos recursos disponibles para nosotros hoy. ¿Qué recursos? (1) «La Palabra de Dios» (Ef 6:17), (2) «la oración» (Ef 6:18), (3) la ayuda del «Espíritu Santo» (Ef 5:18). Lucas expone estos recursos en su evangelio. Relata que cuando Jesús fue llevado al desierto estaba lleno del Espíritu Santo (Lc 4:1). Sabemos que el Espíritu Santo estuvo con él desde su concepción (Lc 1:35). También dice que cuando inició su ministerio público el Espíritu estaba sobre él (Lc 4:14; cf. Is 11:1-3; 61:1-2; He 10:38). Enuncia que Jesús se amparaba en las Escrituras para vencer las tentaciones (Lc 4:4, 8, 12). Y, se mantenía en comunicación con el Padre por medio de la oración (Mt 14:23; Mc 6:46; Lc 6:12; Hb 5:7). Un digno ejemplo que deberíamos imitar. De hecho, Pablo aduce: «Sigan mi ejemplo, así como yo sigo el de Cristo» (1 Cor 11:1 NBV). Pablo hizo de Cristo su modelo de vida, y nos exhorta a hacer lo mismo. La humanidad de Jesús es un digno ejemplo para nosotros porque tiene que ver con nuestra vida cotidiana (1 Pe 2:21). Debemos imitar a Jesús (Jn 13:34, 15:12). Note que dije imitar no igualar. Jamás igualaremos el Original. Seremos semejantes, pero no igual al Modelo. Somos llamados a vivir como él vivió. Fue tentado en todo (Hb 4:5). Soportó el sufrimiento enfrentando el odio y el maltrato (Is 53:3-9; Jn. 1:11). Así también debemos enfrentar las circunstancias de la vida (Jn 15:18-20), pero con la ayuda del Modelo. Jesús dijo: «En el mundo tendrán aflicción; pero confíen, yo he vencido al mundo» (Jn 16:33 RVC). Confiemos en él que ha vencido al mundo. Sin él no podemos hacer nada (Jn 15:5). La síntesis de este primer punto es que no se trata de luchar por nosotros mismos para ser una persona buena con una ética moral intachable para ser salvos como propone el antitrinitarismo. Lo ideal sería con respecto a los recursos disponibles antes mencionados apropiarnos de ellos para vencer las tentaciones. No es apropiarnos para vencer por nosotros mismos, eso es imposible. Sin Cristo no podemos hacer nada. Hay muchas personas buenas en este mundo con una ética moral intachable, pero no aceptan a Jesús como su Salvador. La disertación jesuana es que el reino de los cielos es para pecadores arrepentidos. Aceptar a Jesús como nuestro Salvador es aceptar su consustancialidad -igualdad con el Padre. Cabe preguntar, ¿Podemos alzarnos hasta Dios por nosotros mismos? Si contestamos afirmativamente, entonces, todo lo que necesita el pecador es un líder completamente humano, alguien que nos sirva de ejemplo a seguir y que nos muestre el camino para alcanzar a Dios. Podríamos salvarnos siguiendo el ejemplo de esa persona. En ese caso, podríamos ganar nuestra propia salvación. El asunto es que debido a nuestra débil naturaleza no podemos alcanzar a Dios. Necesitamos de un Salvador divino (Flp 2:6). Por eso, Dios tuvo que descender hasta nosotros (2 Cor 5:19). Nuestro Salvador no puede ser un mero hombre común y corriente igual que nosotros como propone el antitrinitarismo. Un simple ser humano con una conexión especial con el Señor, no sería realmente «Theós», por lo tanto, no puede salvarme. Su muerte no sería vicaria. La Biblia dice que nadie puede redimir a otro, muriendo para perdonar sus pecados, «Nadie puede salvar a nadie ni pagarle a Dios rescate por la vida.» (Sl 49:7 NVI). Aunque este pasaje se da en otro contexto, podemos inferir que en el contexto de la salvación ningún ser humano puede redimir a otro. No es una muerte vicaria, sustitutiva. «No pongan su confianza en gente poderosa, en simples mortales, que no pueden salvar.» (Sl 146:3 NVI). Esto me hace pensar en las palabras del probervista: «Lo que sí he llegado a entender es que Dios nos hizo perfectos, pero nosotros lo enredamos todo.» (Ecc 7:9 TLA). Este pasaje presenta un principio significativo, «Dios hace las cosas sencillas, pero nosotros lo complicamos todo». Queremos poner nuestras percepciones por encima de lo que dice la Biblia. 

En segundo lugar, decir que Jesús tenía una naturaleza humana igual que la nuestra deja mucho que desear. En su alocución, el referente antitrinitario hace la siguiente pregunta: ¿Cómo puede ser que la muerte de un hombre haga posible todo esto? Al auscultar el escrito y compararlo con otras de sus publicaciones observé que la pregunta, además de girar en torno a la ontología de Cristo, enfatiza que su naturaleza era común y corriente como la nuestra. El autor esboza la pregunta para resaltar la humanidad de Cristo a expensas de su aseidad [Ἰησοῦς ἄνθρωπος (Iēsoûs ánthrōpos «Jesús-hombre»)] (1 Ti 2:5). Las publicaciones posteadas presentan serios problemas de razonamiento lógico. O sea, los antitrinitarios tienen problemas con su propio método interpretativo. Hermenéuticamente hablando presentan problemas de interpretación. Estos problemas de interpretación ocurren cuando el lector incauto hace una lectura diagonal del texto bíblico. Ocurren cuando el lector superficial depende más de la eiségesis que de la exégesis. La eiségesis es el proceso de interpretar un texto de tal manera que el lector introduce sus ideas generalmente de manera subjetiva. A diferencia de la exégesis que permite que sea la Biblia quien nos hable objetivamente. Debemos ser cuidadosos con la interpretación bíblica. La interpretación personal sin la ayuda del Espíritu Santo descontextualiza el mensaje de la Biblia. Escrito está: «Pero, antes que nada, deben saber que ninguna enseñanza de la Biblia se puede explicar como uno quisiera» (2 Pe 1:20 TLA). El antitrinitarismo debería tomar más enserio este pasaje. El mismo Jesús tuvo que corregir a los académicos de su época por causa de su mala comprensión de las Escrituras: «...enseñan ideas humanas como si fueran mandatos de Dios «...anulan la palabra de Dios para transmitir su propia tradición» (Mc 7:7-13 NTV). Es lamentable ver que el sentimiento personal de muchos antitrinitarios termine siendo el criterio para interpretar la Escritura, y rechazar lo que la misma enseña claramente. Bien dijo el biblista y teologo protestante Héctor Benjamín Olea Cordero, «nos parece demasiado evidente la necesidad que tiene la persona que aspira a comentar y traducir textos bíblicos de dominar la gramática de las lenguas bíblicas (hebreo, arameo y griego), para pronunciarse con el debido conocimiento de causa y con acierto respecto de la demostrada e indiscutible intertextualidad que muchas veces muestran los textos bíblicos». Muy de acuerdo con el Dr. Olea. Algunas confesiones religiosas antitrinitarias presentan a Cristo como un ser humano creado igual que nosotros. Igual en todo el sentido de la palabra. Por eso, el antitrinitarismo es catalogado como una secta religiosa.

🔸Implicaciones teológicas
El concepto teológico del antitrinitarismo que expone que Cristo es un ser humano común y corriente como nosotros deja mucho que desear. Tal pensamiento distorsiona el mensaje de la Biblia. Hay que recurrir a la eiségesis y a manipulativos textuales para llegar a tal conclusión. De hecho, algunos textos de los que han sido manipulados por los antitrinitarios son Números 23:19 y 1 Timoteo 2:5. Citan parte de estos pasajes, «Dios no es hombre» (Nm 23:19) y «Jesucristo hombre» (1 Ti 2:5) para defender la tesis de que Jesucristo no es Dios. El raciocinio antitrinitario es el siguiente: Jesucristo es hombre, por lo tanto, Jesucristo no es Dios, porque Dios no es hombre. Pésimo razonamiento. Esto es forzar el texto. Es distorsionar la Biblia, disertando un mensaje diferente a lo que el autor bíblico quiso expresar. ¡Qué barbaridad!

Hay algunos aforismos que iteran dentro de las confesiones religiosas antitrinitarias, por ejemplo, algunos aducen: «Jesús nunca dijo, Yo soy Dios». Otros arguyen: «La Biblia no dice, «Dios el Hijo», sino «el Hijo de Dios». Te retan a buscar en la Biblia un sólo pasaje que diga «Dios Padre», «Dios Hijo», «Dios Espíritu Santo». Te desafían a buscar un sólo pasaje que tenga la palabra «Trinidad». Incitan a buscar un sólo texto que diga que Jehová, Cristo y el Espíritu Santo son una sola persona. Encaran a buscar un sólo texto que diga «Jesús Dios todopoderoso». La Biblia no dice explícitamente «Dios omnipresente», «Dios omnisapiente», «Dios omnipotente», «Dios inmutable» sin embargo, el concepto de los «omnis» de Dios está implícitamente en la Biblia. Son atributos naturales o intitivos de Dios. También es cierto que no hay referencias explícitas a la Trinidad, sin embargo, no hay nada de malo con usar la palabra «Trinidad», aún cuando la misma no se encuentra en la Biblia. Es una palabra utilizada para describir al Dios triuno, y la realidad de que hay tres personas coexistentes y coeternas que son Dios. Los antitrinitarios se valen de ciertos aforismos para tratar de negar la aseidad de Cristo. Por otro lado, los antitrinitarios se enfocan en los textos bíblicos que muestran al Hijo en una condición subordinacional explícita respecto al Padre para disertar un mensaje diferente al escrito por el autor bíblico (Jn 5:19, 36; 8:28; 12:50; 14:28; 14:31;15:15). La subordinación expresada en los pasajes que ellos indexan no debe entenderse en un sentido ontológico como creía el obispo Arrio, es decir, como si la realidad del Hijo de Dios dependiera de la realidad del Padre. El concepto bíblico de la subordinación del Hijo de Dios al Padre pertenece no a la estructura interna de la realidad divina, sino a la esfera del plan salvífico. Pienso que con un poquito de raciocinio asistido con la ayuda del Espíritu Santo, nos ayudaría a reconocer en las Escrituras la verdad de la humanidad de Jesús y la verdad de sus atributos divinos. Que difícil se le ha hecho a muchas confesiones religiosas antitrinitarias entender la Teontología y la Soteriología bíblica. Pero cuan fácil se le ha hecho creer y aceptar los sofismas de Satanás, quien ha sido mentiroso desde el principio distorsionando la doctrina de Dios y la doctrina de la salvación.

La Biblia presenta pasajes que proponen ciertas características referentes a la ontología de Cristo. Algunos textos parecen sugerir características divinas y otros su naturaleza humana subordinada temporalmente. Digo temporalmente subordinada porque Juan, parece inferir que Jesús, después de su muerte y resurrección regresaría al cielo, y sus restricciones o limitaciones voluntaria serían quitadas, poseyendo una vez más todos sus privilegios divinos, o sea la misma gloria que tenía antes (de encarnarse) junto al Padre, «Yo te he glorificado aquí en el mundo, pues he terminado la obra que tú me confiaste. Ahora, pues, Padre, dame en tu presencia la misma gloria que yo tenía contigo desde antes que existiera el mundo» (Jn 17:4-5, DHH). El doctor Canale aduce: «Cuando la tarea de la redención entregada a Cristo sea consumada, la delegación de todas las cosas delegadas al Hijo por parte del Padre, como la contraparte de la total subordinación del Hijo al Padre terminará» (Fernando L. Canale. Tratado de teología, pp. 146-147). Los antitrinitarios aluden a los pasajes bíblicos que hablan de la subordinación del Hijo al Padre. Le dan todo el énfasis a estos pasajes para subrayar la subordinación como inferioridad. Los trinitarios hemos aceptado siempre la subordinación de Cristo en el contexto del plan salvífico. 

🔸Su naturaleza humana
En cuanto a la naturaleza humana de Cristo, el apóstol Juan dice que si alguien niega que Jesús es hombre es del espíritu del anticristo (1 Jn 4:2; 2 Jn 7). La humanidad de Jesús es demostrada en el hecho de que él nació de una madre humana como nosotros. A diferencia que su nacimiento fue sobrenatural (Lc 2:7; Ga 4:4). Como ser humano sintió cansancio (Jn 4:6), sed (Jn 19:28) y hambre (Mt 4:2). Experimentó emociones humanas como nosotros. Se maravilló (Mt 8:10), lloró, y sintió dolor (Jn 11:35). Enfrentó todas y cada una de las pruebas que enfrentamos nosotros con la diferencia que él no pecó (Hb 4:15). En fin, vivió en la tierra justo como nosotros lo hacemos con la diferencia que él no pecó. Por supuesto, su naturaleza tiene otras implicaciones que discutiremos más adelante.

🔸Su naturaleza divina 
La Escritura reconoce la verdad de sus atributos divinos. 

▪️ Juan habla de la naturaleza divina de Cristo, no sólo como el verbo que «era Dios», sino también como el verbo que «era con Dios»: «En el principio [era] el verbo, y el verbo [estaba con] Dios, y el verbo [era] Dios» (Jn 1:1). La sintaxis gramatical de esta construcción griega expone el verbo [ἦν (ēn «era», tiempo imperfecto, estado de existencia continua)]. El λόγος lógos siempre existió en la eternidad. La sintaxis gramatical expone la preposición [πρός (pros «con». Preposición de dirección, en el caso dativo «al lado de», «cerca de» «cara a cara»)]. Estar cara a cara implica «igualdad de condiciones». De la «misma esencia» pero claramente indica distinción de personas en el ser de Dios. Por lo tanto, el Verbo o el Lógos había estado en comunión íntima con el Padre durante toda la eternidad (Jn 1:18). Note la importancia de tener presente los géneros literarios en el momento de traducir un texto bíblico. Fíjese que Lucas 2:1-21 habla del acontecimiento histórico del nacimiento de Jesús, sin embargo, Juan no utiliza el género literario histórico, sino el género poético para narrar el origen de Jesús (Jn 1:1-17). Cada evangelista hace énfasis en un origen diferente de Jesús. Por ejemplo, el evangelio sanmateano muestra que Jesús vino de Abraham a través de David, y demuestra que Jesús es el Mesías prometido (Mt 1:1-17). El evangelio marquense muestra que Jesús vino de Nazaret. Habla de Jesús como el Siervo (Mc 1:9). El evangelio lucano muestra que Jesús vino de Adán. Presenta a Jesús como el Hombre perfecto (Lc 3:23-38). El evangelio joánico muestra que Jesús vino del cielo. Expone que Jesús es Dios (Jn 1:1-4). En este género poético se describe a Jesucristo iēsous Christós (Jn 1:17) como la «Palabra» lógos (Jn 1:1), como la «luz» phōs (Jn 1:4). Esa «Palabra» que era la «luz», posteriormente, se hizo «hombre» ánthrōpos (Jn 1:14). Definitivamente, Jesús no era un hombre común y corriente como nosotros.

▪️ El autor de la carta a los Hebreos, presenta a Cristo como «el resplandor de la gloria de Dios», «la imagen de lo que él es» (Hb 1:2-3 NVI). 

La sintaxis gramatical expone el sustantivo neutro [ἀπαύγασμα (apaúgasma «brillo o reflejo»)]. «Jesucristo refleja perfectamente la majestad de Dios Padre. El Hijo, siendo uno con el Padre en la Deidad, es en sí mismo, como siempre lo fue, la refulgencia de la gloria, manifestando en sí mismo todo lo que Dios es y hace, por ejemplo, lo que se involucra en el hecho de que él es «la imagen misma de su sustancia», y en sus actos creadores, su poder sustentador, y en el llevar a efecto la purificación de los pecados de los creyentes, con todo lo que a ello pertenece y que de ello surge» (CBA). La sintaxis gramatical también expone el sustantivo masculino [χαρακτήρ (charaktḗr «copia exacta» «imagen expresa» de χάραξ chárax «del mismo que»)]. Jesucristo es el «resplandor» de la gloria del Padre y la «imagen» misma de la persona del Padre. El sustantivo χάραξ chárax «del mismo que», o sea de la misma «esencia de Dios». Su sustancia [ὑπόστασις (hupŏstasis «esencia» o «persona»)]. «Cuando se aduce que Jesús es la imagen misma de la hupŏstasis del Padre, significa que es la expresión exacta y verdadera de la naturaleza íntima de Dios Padre. Así como es Dios Padre, así es el Hijo «uno en esencia», «uno en carácter», «uno en pensamiento», «uno en propósito». Dios Padre y Jesús son tan semejantes que Jesús pudo decir: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre...», «Yo y el Padre uno somos» (Jn 14:9; 10:30)» (CBA). Ciertamente, Jesús no era un hombre común y corriente como nosotros.

▪️ El apóstol Pablo afirma que «En Cristo habita toda la plenitud de Dios encarnada en un cuerpo humano» (Col 2:9 NVI). 

La sintaxis gramatical expone el sustantivo neutro [πλήρωμα (plḗrōma «plenitud» «terminación»)]. En Cristo se encuentra todo lo que el Padre es. La sintaxis gramatical expone el adverbio [σωματικῶς (sōmatikōs «corporal» «físicamente»)]. Esta palabra no se encuentra en ningún otro lugar del Nuevo Testamento, aunque el adjetivo corporal sōmatikos aparece dos veces; Lucas 3:22 «en forma corporal» y 1 Timoteo 4:8 «para el ejercicio corporal se aprovecha poco». La semántica lingüística sugiere que la plenitud de la naturaleza divina se encarnó y residía en el cuerpo de Cristo. Como aduce Albert Barnes, «no puede significar que la plenitud del conocimiento divino moraba en él, ya que este no es el significado correcto de la palabra theotēs «divinidad»; ni puede significar, por la misma razón, que se le confió una plenitud de dones divinos. El lenguaje es tal que obviamente se emplearía suponiendo que Dios se encarnó y apareció en forma humana; y no hay otra idea que exprese tan naturalmente, ni ninguna otra que pueda expresarse sin una construcción forzada. El significado es que no fue ningún atributo de la Deidad el que se encarnó en el Salvador; que no estaba simplemente dotado con el conocimiento, el poder o la sabiduría de Dios; pero que toda la Deidad se encarnó y apareció en forma humana; compare Juan 14:9; Juan 1:18. Ningún lenguaje podría, por lo tanto, demostrar más claramente la divinidad de Cristo. ¿De qué simple hombre, de qué ángel, podría usarse?». Sin duda alguna, Jesús no era un hombre común y corriente como nosotros.

▪️ Juan dijo acerca de Jesús: «En él estaba la vida...» (Jn 1:4a). Lucas adujo: él es el «Autor de la vida» (He 3:15a).

Cuando Jesús se pronunció dijo de sí mismo: «Yo soy la resurrección y la vida» (Jn 11:25). En otras palabras, Jesús afirmó que en él hay vida propia, original que no proviene de otro (Jn 1:4a). De lo contrario no pudiera haber dicho: «Yo pongo mi vida. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar» (Jn 10:17-18). En la unidad intratinitaria de Dios cada persona divina tiene vida propia. Ninguna vida deriva de la otra. Ni la vida del Hijo deriva del Padre, ni la vida del Espíritu Santo deriva del Hijo. Observe que Jesús dice: «Nadie» me la quita, sino que yo de «mí» mismo la pongo». Juan utiliza el pronombre ἐμαυτοῦ emautoûcaso genitivo compuesto de ἐμοῦ emoû, «de mí mismo» y αὐτός autós, «mío (propio)», «mismo», «de mí». En gramática un pronombre posesivo explicita la cercanía o la propiedad de una persona gramatical y un elemento gramatical. Determina al sustantivo. Indica la pertenencia del sujeto. Este pronombre subyace algo propio. Algo que le pertenece por naturaleza (Jn 1:4; 5:21, 26; 11:25; 14:6; He 3:15; 1 Cor 15:45; 1 Jn 5:11). Sin duda, el lenguaje aquí es, de Uno que era consciente de que su vida era suya propia, y por eso, podía entregarla o retenerla a su voluntad. Uno que existe por sí mismo, y que posee en sí, el principio de su existencia (Flp 2:6). Lo que ningún ser angelical y ningún ser humano tiene por sí mismo «vida propia». Jesús no era un hombre común y corriente como nosotros.

▪️ Juan y Pablo identifican a Jesús como creador de los cielos y la tierra (Jn 1:3; Col 1:16; Hb 1:1-2). Otros se refieren a él como el sustentador y preservador de todo (Col 1:17; Hb 1:3). Estas son prerrogativas y poderes divinos del Padre adjudicados a Cristo. La cosmología de Génesis establece un inicio absoluto para la Creación. Y, establece que Dios es el único creador. De hecho, establece que Dios, es el único creador porque sólo él puede crear. Note la declaración hebrea בְּרֵאשִׁ֖ית בָּרָ֣א אֱלֹהִ֑ים אֵ֥ת הַשָּׁמַ֖יִם וְאֵ֥ת הָאָֽרֶץ׃ [Bereshit bara Elokim Et hashamayim veEt haErets:] Bereshit [En el principio] bara [creó] Elokim [Dios] ET [ תא] HaShamayim [los cielos] veET [ תא] HaErets [y la tierra]. En la sintaxis de esta oración nos encontramos con el fenómeno o rareza gramatical de un sustantivo masculino singular con la morfología de un sustantivo en plural. De acuerdo con la sintaxis de este pasaje, el sustantivo בָּרָ֣א «bara» que hace la función verbal está en singular «creó». El sustantivo אֱלֹהִ֑ים «Elokim» que hace la función de sujeto está en plural (dioses): literalmente, «Los dioses creó» cuando debería leerse «los dioses crearon». Pero el plural «dioses» no sería, teológicamente, correcto porque se enuncia en la Biblia que sólo hay un Dios o que Dios es uno. Es por eso que se traduce: «Dios, en el principio creó los cielos y la tierra». Este es el Dios que se presenta en el primer pasaje de la Escritura. Bueno, tal como la conocemos hoy. El Dios que creó todas las cosas sin enfrentar fuerzas opositoras. Al momento de la Creación, era el único Dios y Señor. Hay pasajes que expresan que «no hay otro fuera de él» (Dt 4:35c). «El Señor es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra; no hay otro» (Dt 4:39b). «Así dice el Señor, el Rey y Redentor de Israel, el Señor de los ejércitos: Yo soy el primero; yo soy también el último. Fuera de mí no hay otro Dios» ...No hay más Dios que yo. No hay otro Fuerte; no conozco a ninguno» (Is 44:6-8, RVC). Estas son expresiones absolutamente monoteístas. Itero, la Biblia no se contradice. Las escrituras neotestamentarias revelan que el Mesías y el Espíritu Santo tienen las mismas prerrogativas divinas. Expone al Espíritu Santo como creador: «Envías tu Espíritu, son creados, Y renuevas la faz de la tierra» (Sl 104:30). De igual manera expone a Jesús como creador: «Por medio de él todas las cosas fueron creadas, y no existe nada que él no haya creado» (Jn 1:3 NBV). «Cristo mismo es el creador de cuanto existe en los cielos y en la tierra, de lo visible y de lo invisible, y de todos los seres que tienen poder, autoridad y dominio; todo fue creado por medio de él y para él» (Col 1:16 NBV). «...pero en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio de su Hijo. A él Dios lo hizo heredero de todas las cosas y por medio de él creó todo el universo» (Hb 1:1-2 NBV). De acuerdo con lo antes expresado, sintetizo que el verbo בָּרָ֣א que se usa exclusivamente para el Padre como creador, es inclusivo también para Cristo y el Espíritu Santo. Esto nos reafirma que Jesús no era un hombre común y corriente como nosotros.

▪️ Jesús adujo que el Padre le había concedido «toda potestad... en el cielo y en la tierra» (Mt 28:18; Jn 17:2).

La evidencia escritural así lo confirma. No obstante, algunos utilizan este pasaje para inferir que el Jesús humano era todopoderoso. En realidad no es lo que dice el texto en su contexto. Soy conciente de que en su estado encarnado, repito en su estado encarnado, el hombre Cristo Jesús no era el Señor Dios todopoderoso. De inmediato aclaro que no estoy diciendo que Jesús no era Dios. Era Dios encarnado como dice Juan (Jn 1:1-3, 14) con sus atributos divinos limitados como expone Pablo (Flp 2:7). Me refiero a que no vino como el Señor Dios todopoderoso (Flp 2:6), con todo su esplendor y gloria (Jn 17:5). No creo que la naturaleza humana de Jesús se haya fusionado o vuelta omnipotente a través de la unión con el Hijo de Dios. La clave para entender que el hombre Cristo Jesús no era el Señor Dios todopoderoso en la carne está en lo que se conoce como la «Trinidad económica». Esta trata de las relaciones interpersonales dentro del Dios triuno. Dentro de las relaciones intratinitarias cada persona divina ejerce un rol en el plan salvífico. El Padre se revela al hombre desde la creación. Nos muestra su amor y misericordia al designar al Hijo y al Espíritu Santo en la consumación de su plan para salvar a la humanidad. El rol que ejerce el Hijo en la Trinidad económica consiste en la subordinación funcional temporaria y voluntaria con el propósito de obtener la salvación de la humanidad (Jn 5:19; 8:28, 54; 14:10, 28; 17:5; Flp 2:5-11; Col 1:18-20; Ef. 1:23; Hb 1:8; 1 Cor 15:20-28). Si entendemos el rol de cada persona divina en la economía del Dios triuno, entonces, comprenderemos que el hombre Cristo Jesús no era el Señor Dios todopoderoso en la carne. Permítame explicarlo de esta manera analizando brevemente uno de los pasajes antes expuestos, veamos Filipenses 2:5-12, en específico los versos 6 y 7. Pregunto, ¿Quién era el Hijo de Dios antes de encarnarse? De acuerdo con Pablo, era de naturaleza igual a Dios. El Hijo era [ἴσα θεῷ (ísa Theú ísa dseú «igual a Dios»)] (Flp 2:6). En palabras simples, el Hijo es por naturaleza Dios. Además, Juan enuncia que Jesús era [Υἱὸς Θεοῦ (Huiŏs Theou dseoú juíos, literalmente «Hijo Dios» o «Hijo (de) Dios»)] (Jn 10:36). El título Υἱὸς Θεοῦ ciertamente evoca un entendimiento divino. Juan reserva este título para el Señor. No usa el sustantivo Huiŏs para referirse al creyente. Para el creyente usa τέκνα tékna, τέκνἱον téknion «hijo producido» o «engendrado». Él es Huiŏs porque es por naturaleza Dios. Si Jesús es por naturaleza ísa Theú «igual a Dios», entonces, los atributos divinos como omnipotencia, omnipresencia, omnisciencia son innatos en él. ¿Pero qué ocurrió con esos atributos? Según el versículo 7, ¿Quién era el Hijo de Dios después de encarnarse? El mismo Jesús dijo que él era, «El Hijo del Hombre» [ὁ υἱὸς τοῦ ἀνθρώπου (ho huiŏs ánthrōpos «El Hijo del Hombre»)] (Mt 20:28). Cabe señalar que el título favorito por el cual el Salvador se designa a sí mismo era este, «El Hijo del Hombre». Encontramos este título en Daniel 7:13, אנשׁ בר bar 'ĕnâsh. El título dianelico bar 'ĕnâsh es un título mesiánico. «En tanto que se trata de un título mesiánico, es evidente que el Señor se lo aplicaba a sí mismo de una manera distintiva, porque indica más que la condición de Mesías, la de cabeza universal por parte de aquel que es Hombre. Por ello, acentúa su condición humana, de un orden singular en comparación con el de los otros hombres, porque de él se declara que es del cielo (1 Cor 15:47), e incluso cuando estaba aquí abajo, era «el Hijo del Hombre, que está en el cielo» (Jn 3:13). Como Hijo del Hombre, tiene que ser apropiado espiritualmente como condición para poseer la vida eterna (Jn 6:53). En su muerte, como en su vida, la gloria de su condición humana se manifestó en la absoluta obediencia y sumisión a la voluntad del Padre (Jn 12:23; 13:31); y en vista de esto, le ha sido dado todo el juicio a él, que juzgará con un pleno conocimiento experimental de las condiciones humanas, el pecado exceptuado, y ejercerá el juicio compartiendo la naturaleza de aquellos que serán juzgados (Jn 5:22, 27). Él no solo es hombre, sino que es «Hijo del Hombre»; no por generación humana sino, en base del uso semita del término, por participar de las características de la humanidad (a excepción del pecado) que pertenecen a la categoría de la humanidad» (Diccionario Vine NT). Pablo afirma que Jesús era ísa Theú «igual a Dios» (Flp 2:6), pero al tomar la forma humana se hizo homoíōma «semejante» a los hombres (Flp 2:7). Semejante en el sentido de participar de las características de la humanidad, a excepción del pecado. Por lo tanto, podemos deducir que si su naturaleza era semejante a la nuestra después de su encarnación, entonces, es obvio que el Hijo de Dios al decidir humillarse voluntariamente como ser humano velara sus atributos divinos. Con razón dijo: «No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del Padre, que me envió» (Jn 5:30). Como mencioné, la clave para entender que el hombre Cristo Jesús no era el Señor Dios todopoderoso está básicamente en su subordinación voluntaria. Filipenses 2:6 «Igual al Padre, según su aseidad». Filipenses 2:7 «inferior al Padre» según su humanidad». Por eso pienso que en su estado encarnado (corporal limitado), el hombre Cristo Jesús no era el Señor Dios todopoderoso porque al revestir su divinidad de humanidad decidió por sí mismo limitarse para poder ofrecer victoria en todo el sentido de la palabra. Por lo tanto, no pudo haber venido como el Señor Dios todopoderoso con toda su gloria y esplendor (Jn 17:5) porque de esa manera no podía acercarse al ser humano. Me parece que la verdadera piedra de tropiezo del antitrinitarismo surge debido a una concepción excesivamente antropomórfica de Dios, es decir, pensar en Dios en términos humanos finitos, cuando en realidad tratamos con un Dios infinito capaz de hacer posible lo imposible. Eso pasa cuando el ser finito trata de explicar al Infinito. Me parece escuchar a lo lejos cierto eco de la voz de Dios, «¿Descubrirás tú los secretos de Dios? ¿Llegarás tú a la perfección del Todopoderoso?» (Job 11:7). Esta pregunta presenta el problema que confronta el ser humano en su esfuerzo para entender al Infinito. El hombre finito no puede comprender al Infinito. Me parece que la Biblia dice: «Hagamos al hombre a nuestra imagen» (Ge 1:26). No dice: «Hagamos a Dios a nuestra imagen». Lamentablemente, el antitrinitarismo en su concepción excesivamente antropomórfica de Dios, ha creado a Dios a su imagen, es decir, ha creado su su propio «dios» basado en una perspectiva incorrecta. Hasta el punto de deducir que Cristo era un hombre común y corriente como nosotros. ¡Increíble! Por supuesto que no lo era. 

🔸Análisis interpelativo 
¿Por qué Jesús tenía que morir? ¿Acaso no había otra alternativa para redimir a la humanidad caída? Si Jesús es Dios, ¿Qué pasó con su naturaleza divina en la cruz?

▪️ De acuerdo con las Escrituras, Jesús tenía que morir. No había otra alternativa divina. Entiéndase que las formas verbales «tenía» y «había» no aluden al sentido obligatorio, sino al sentido sacrificial. Estaba predicho según el plan salvífico (1 Cor 15:3-4; Ef 1:4; 1 Pe 1:19-20; Ap 13:8). Un plan decidido por la Deidad desde tiempos eternos (1 Pe 1:20). El método escogido por los tres grandes poderes del cielo fue que uno de sus miembros viniera a esta tierra a morir por nosotros. Por supuesto, para el perdón de nuestros pecados. La toma de decisiones del miembro divino que se daría en sacrificio sería de forma voluntaria: «Cuando Él se entregue a sí mismo como ofrenda de expiación» (Is 53:10 LBLA, cf. Jn 15:13; Ef 5:2; Flp 2:5-8; Ti 2:14; Hb 9:14; 1 Jn 3:16). Esa entrega voluntaria fue basada en el amor: «Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único...» (Jn 3:16a DHH). Lo hizo por amor a nosotros porque éramos totalmente incapaces de salvarnos. Dios envió a su Hijo en el tiempo preciso para morir por nosotros pecadores (Ro 5:6, cf. Ga 4:4). 

El apóstol Pablo escribió: «Y todo esto procede de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; a saber, que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomando en cuenta a los hombres sus transgresiones, y nos ha encomendado a nosotros la palabra de la reconciliación» (2 Cor 5:18-19 LBLA). La frase «A saber» (v. 18) en griego Ὡς ὄτι Hōs oti, parece estar esbozada para establecer la naturaleza del plan de reconciliación. Contiene un resumen de todo el plan. Es uno de esos pasajes enfáticos en los que Pablo comprime en una sola oración la sustancia de todo el plan de redención.

Volvamos a la interrogante, ¿Acaso no había otra alternativa para redimir a la humanidad caída? La sintaxis interrogativa expone el verbo redimir. La semántica lingüística de este verbo en hebreo es [פָּדָה (pâdâh «rescatar»)] (Sl 130:8). En griego es [λυτρόω (lytróō «rescatar»)] (Ti 2:14). Enfatizo el verbo porque la Biblia articula que: «Ninguno puede en modo alguno redimir «pâdâh» a su hermano, ni dar a Dios rescate «kôpher» por él» (Sl 49:7). En este pasaje se utiliza el verbo [פָּדָה (pâdâh «redimir»)] y el sustantivo [כֹּפֶר (kôpher «precio de redención», viene del verbo [כָּפַר (kâphar «expiar» o «perdonar»)]. Ningún hombre es capaz de «redimir», «ni expiar», «ni pagar el precio de la redención». Otra versión reza: «Nadie puede salvar a nadie, ni pagarle a Dios rescate por la vida» (Sl 49:7 NVI Castellano). ¿Cómo puede morir Cristo en lugar de alguien más? «Ninguno de ellos podrá en manera alguna redimir al hermano, ni dar a Dios su rescate (porque la redención de su vida es de gran precio, y no se logrará jamás)» (Sl 49:7-8). La realidad es que el Único en el universo que podía redimir al ser humano era el Hijo de Dios encarnado en Cristo Jesús. Todo estaba prefigurado en el ritual cúltico del Tabernáculo terrenal (Lv 16, cf. Hb 9:1-28). La carta a los Hebreos presenta a Cristo Jesús como el único Salvador que tiene todas las cualidades apropiadas para redimirnos: «Por tanto, tenía que ser hecho semejante a sus hermanos en todo, a fin de que llegara a ser un misericordioso y fiel sumo sacerdote en las cosas que a Dios atañen, para hacer propiciación por los pecados del pueblo» (Hb 2:17). El Hijo de Dios se hizo hombre para poder dar su vida en rescate nuestro. Morir para el perdón de nuestros pecados. Él tenía que ser humano para pagar por la penalidad de los seres humanos. Esta es la razón de su subordinación.

🔸Si Jesús es Dios, ¿Qué pasó con su naturaleza divina en la cruz?
Pues, no pasó nada. Reitero, no pasó nada en lo absoluto. Sé que mi respuesta no es compatible con el razonamiento de algunos de los que me leen. En todo caso, trataré en lo mejor posible de explicar mi argumento. Note que el apóstol Pablo afirma que Dios es inmortal e incorruptible (1 Ti 1:17; 6:16). El razonamiento deductivo del antitrinitarismo con relación a este pasaje es el siguiente: si Dios es inmortal no puede morir. Eso sería imposible. Si asumimos que Jesús es Dios, entonces, ¿Qué pasó con su divinidad en la cruz? Auscultemos un poco para clarificar conceptos. Antes permítame aclarar algo con respecto al creyente docético moderno. Usted preguntará, ¿A qué viene esto? Etimologicamente, la palabra doceta o docetismo viene del griego koiné [δοκεῖν/δόκησις, (dokeĩn «parecer», «aparecer», dókesis «aparición», «fantasma»​​)]. El docetismo es una herejía que se desarrolló durante los primeros siglos del cristianismo. Se caracterizaba por considerar que el cuerpo de Jesús era solamente una aparencia. Por lo tanto, su humanidad no era verdadera. De acuerdo con el punto de vista docético, el Cristo divino no tenía un cuerpo humano real, sino una apariencia. Dado que si Cristo murió, entonces, él no era Dios, y si él era Dios, entonces, él no podía morir. Traigo este punto a colación porque los neodocéticos del presente y los antitrinitarios iteran lo mismo: «si Cristo murió, entonces, él no era Dios, y si él era Dios, entonces, él no podía morir». Por eso niegan la aseidad de Cristo. 

Regresemos a 2 Corintios 5:19, donde el apóstol Pablo enuncia que, «Dios estaba en Cristo, reconciliando consigo al mundo...». La construcción griega de este pasaje reza: [θεὸς ἦν ἐν χριστῷ (Theos ēn en Christō «Dios en Cristo»)]. Podría traducirse: Que Dios estaba en Cristo - Que Dios estaba por Cristo (ἐν Χριστῷ en Christō), por medio de Cristo; por la agencia o mediación de Cristo. O puede significar que Dios se unió a Cristo y se manifestó en él. De hecho, con respecto a esto último, Cristo fue el mediador por medio del cual la Deidad delineó la obra de la reconciliación (He 4:12).

Los antitrinitarios taxativamente afirman que 2 Corintios 5:19, habla exclusivamente del Padre. En sus publicaciones disertan que no fue el Padre quien dio su vida en la cruz, porque según ellos, el Padre es espíritu. Tampoco el Espíritu Santo porque simplemente es una fuerza, la energía de Dios. Arguyen que quien pisó solo el lagar fue el Hijo de Dios. Como en Isaías 63:3 dice: «el lagar lo he pisado yo solo» pues infieren que el sustantivo hebreo [בַּד (baḏ que significa «solo»)] implica solamente a Jesús en su sentido sacrificial. Pienso que el argumento no está del todo claro. Olvidan el testimonio de Jesús cuando dijo: «Ya se acerca la hora, ya ha llegado, en que ustedes huirán cada uno por su lado y a mí me dejarán solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo» (Jn 16:32 NBV). Note lo que Jesús dice: «el Padre está conmigo». Aunque en el Getsemaní y en el Calvario su naturaleza humana sintió la cruda sensación del aislamiento de la presencia del Padre, este estuvo siempre con él (Mc 14:32-42; 15:34). El Espíritu Santo siempre estuvo con él (Is 61:1; Lc 4:18). Es cierto, Dios es inmortal y la divinidad no muere. También es cierto que quien murió en la cruz fue el Hijo, pero no podemos pasar por alto que Dios se sacrificó a sí mismo en su Hijo. Esto último no tiene nada que ver con el patripasionismo que sostiene que fue el mismísimo Padre quien había venido a la Tierra y había sufrido en la cruz bajo la apariencia del Hijo. Lo que he dicho es, que no podemos pasar por alto que Dios se sacrificó a sí mismo en su Hijo. Me parece que es lo que Pablo afirma cuando dice que: «Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo» (2 Cor 5:19). En este pasaje, Pablo utiliza el sustantivo nominativo [θεός (theós dseós «Dios»)] un término genérico, o sea, un sustantivo que no es un nombre propio. Según los estudiosos educados es un sustantivo de afinidad incierta; una deidad o divinidad suprema. En 2 Corintios 2:18, utiliza el sustantivo genitivo [θεοῦ (Theou dseoú «Dios»)] con la misma connotación. Cabe preguntar, con respecto a la expresión «Dios estaba en Cristo», ¿Estaba יהוה אלהים Yaveh Elohim en ישוע Yesúa? Permítame plantearlo de otra manera, ¿Estaba el Dios Yaveh en Jesús de Nazaret? Recuerde las palabras de Jesús: «¿No crees que yo estoy [en] el Padre, y el Padre [en] mí? Las palabras que yo os digo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora [en] mí es el que hace las obras» (Jn 14:10 LBLA). ¿Estaba el Espíritu Santo en Jesús de Nazaret? «El Espíritu del Señor está [sobre mí]...» (Lc 4:18). Con respecto a la expresión «estoy [en] el Padre, y el Padre [en] mí», recordemos que en una ocasión Jesús afirmó su relación íntima con el Padre. Su unidad: «Yo y el Padre somos uno» (Jn 10:30). En la estructura gramatical de la oración la palabra [ἕν (en de εἷς heîs «uno» es un adjetivo neutro sugiere «una unidad o una misma esencia»)]. Los versículos 31 al 33 testifican que los líderes religiosos entendieron que las palabras jesuanas eran blasfemia, (v. 31) «Los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle» (v. 32) Jesús les dijo: Os he mostrado muchas obras buenas que son del Padre. ¿Por cuál de ellas me apedreáis? (v. 33) Los judíos le contestaron: No te apedreamos por ninguna obra buena, sino por blasfemia; y porque tú, siendo hombre, te haces Dios» (Jn 10:30-33 LBLA). Siendo que el sustantivo Theou dseoú es un término genérico me parece que puede ser aplicado no solamente al Padre, sino también a las otras Personas divinas. La participación de los tres grandes poderes del cielo en el plan salvífico es incuestionable e irrefutable. De hecho, no le quita nada al evento sacrificial del Calvario. El Padre se reveló a la humanidad desde la creación, y nos mostró su amor y misericordia al designar al Hijo y al Espíritu Santo en la consumación de su plan salvífico.

Posiblemente, usted dirá -bueno por el momento no me queda del todo claro e insisto en preguntar ¿Qué pasó con su divinidad en la cruz? Itero lo dicho, pues en realidad no pasó nada porque la divinidad no muere. Tomando en cuenta los géneros literarios de la Biblia y su lingüística, me parece ideal presentar lo que expone Pablo por medio de unos pasajes poéticos tomados de una himnología primitiva. Pablo explica, explícitamente, lo sucedido con la naturaleza divino-humana de Jesús. Él diserta: «quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y, al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!» (Flp 2:5-8 NVI). Concentrémosno solamente en Filipenses 2:6 y 7. Pero antes debo concienciar al lector que existen varias propuestas antitrinitarias para tratar de explicar estos pasajes de carácter poético. En esencia, las publicaciones antitrinitarias tratan de presentar diferencias textuales donde no las hay. Tratan de cambiar el texto bíblico sin ningún fundamento crítico textual. Básicamente, lo han hecho con toda la Biblia. Uno de los propósitos por el cual el apóstol Pablo escribe a la Iglesia de Filipos fue para prevenir a los cristianos acerca de las falsas enseñanzas que los judaizantes y los gnósticos querían infiltrar. Lamentablemente, los antitrinitarios iteran la historia influenciados por antiguas ideas y sistemas religiosos que se originaron en el primer siglo entre sectas judías y cristianas antiguas. Mostremos estos pasajes tal y como están plasmados en los manuscritos considerados por los paleólogos como de línea pura. Usted verá que el asunto contextual es muy diferente a lo planteado en las páginas cibernéticas antitrinitarias. El texto griego de Filipenses 2:6-7 está presente en el P⁴⁶ (siglo II), y los unciales 01, 02, 03 (siglos IV y V). Para ser más específico: en el (v. 6) el adjetivo ἴσα ísa aparece en el P⁴⁶, 01, 02, 03; y el sustantivo Θεῷ Theó dseó aparece en el P⁴⁶, 01, 02, 03. En el (v. 7) el sustantivo μορφῇ morphē aparece en el P⁴⁶, 01, 02, 03; el sustantivo δούλου doulou aparece en el P⁴⁶, 01, 02, 03; y el sustantivo θεός Theos dseós aparece en el P⁶⁶, P⁷⁵, 01, 03 (ΘΣ)
(Disponible en: http://nttranscripts.uni-muenster.de/AnaServer?NTtranscripts+0+start.anv). 

En el texto griego de Filipenses 2:6 y 7 encontramos el sustantivo μορφή morphḗ que significa «forma» o «naturaleza». Este sustantivo es utilizado dos veces (vv. 6 y 7). Por medio de estos pasajes, Pablo literalmente define y explica la ontología de Cristo. El «antes siendo en forma de Dios» (v. 6), y el «después tomando forma de siervo» (v. 7). En el v. 6 utiliza el adjetivo griego ἴσος ísos «igual» porque el Hijo de Dios es por naturaleza igual a Dios. En el v. 7 utiliza el sustantivo griego ὁμοίωμα homoíōma jómoioma según la (LXX) de ὁμοίωσις homoiōsis jómoiosis «semejante» que aparece en el P⁴⁶, 01, 02, 03. Semejante, porque el Hijo de Dios al encarnarse tomó una naturaleza parecida a la nuestra. ¿En qué sentido semejante o parecida a la nuestra? En el sentido de que era de carne y huesos. Sujeta a las dolencias y limitaciones del ser humano, pero sin propensiones al pecado. Acentúo la expresión «sin propensiones al pecado». Jesús tomó una naturaleza homoiōsis «semejante» a la nuestra, no ísos «igual» porque él es Dios hecho carne (Jn 1:14). Él es [o μονογενής θεός, (ho monogenḗs theós «el monogenés dseós»)]. A propósito«La palabra monogenḗs se encuentra como título cristológico sólo en el evangelio de Juan. Se usa para diferenciar a Jesús de manera única sobre todos los seres terrenales y celestiales» (BARTELS, K. H, en: COENEN, L. & BROWN, C. Diccionario Internacional de Teología del Nuevo Testamento, v. 2. São Paulo: Vida Nova, 2000, pág. 2564.). Monogenḗs tiene dos definiciones principales, «perteneciente a ser el único de su tipo dentro de una relación específica» y «perteneciente a ser el único de su tipo o clase, único en su especie» (Léxico griego-inglés del Nuevo Testamento y otra literatura cristiana primitiva (BAGD, 3.ª edición). La declaración ho monogenḗs theós aparece literalmente en los papiros P⁶⁶, P⁷⁵, y los unciales 01, 02, 03 reconocidos también por los paleólogos como de línea pura. Para ser más específico: el artículo [o (ho) jo «el» aparece en el P⁷⁵, 01, C2, (o); y μονογενής monogenḗs aparece en el P⁷⁵, 01, 02, 03, y P⁶⁶ (μονογενης); y el sustantivo θεός Theos dseós aparece en el P⁶⁶, P⁷⁵, 01, 03 (ΘΣ) (Disponible en: http://nttranscripts.uni-muenster.de/AnaServer?NTtranscripts+0+start.anv).

Tanto en el Nuevo Testamento como en la versión de los Setenta (LXX) la palabra μονογενής significa «único en su clase». No significa «unigénito» palabra que se originó con los primeros padres de la Iglesia. «La entrada de la palabra «unigénito» en la Biblia inglesa no fue directamente de monogenēs, sino del latín de la Vulgata, que tenía «unigenitus» (David Ewert, «Una introducción general a la Biblia: de las tablillas antiguas a las traducciones modernas», 1990, pág. 230). Al parecer los líderes trinitarios en su afán de confrontar y refutar la tesis arriana conectaron de alguna manera la palabra γενής genḗs con γεννάω gennáo. De ahí viene la palabra «unigénito». Sin embargo, la palabra etimológicamente viene de γίνομαι gínomai, cuya semántica es «único en su clase o género», o sea, que no hay otro como él. No viene de γεννάω gennáo que significa «el que ha sido engendrado o nacido». «Se ha mostrado evidencia lingüística que indica que en tiempos del Nuevo Testamento la idea de «derivación» o «nacimiento» estaba separada de γενής. Por lo tanto, si un escritor bíblico hubiera querido aducir que Jesús fue «engendrado» en el sentido de «haber sido hecho o concebido por el Padre», habría usado monogennets y no monogenese» (citado de Horizons Chrétiens - Digital Commons @ ACU, disponible en: digitalcommons.acu.edu, https://digitalcommons.acu.edu› ...PDF). 
En síntesis, monogenēs es una palabra compuesta [μονογενής, μόνος (monos, «único») + -γενής -genḗs, «de una clase» o «único de su clase»)]. De acuerdo con Juan, el único en el universo con una naturaleza divino-humana es nuestro Señor Jesucristo. Ni el Padre, ni el Espíritu Santo son como él. Jesús el Hijo de Dios no era un ser humano común y corriente como nosotros. El antitrinitarismo afirma que Jesús era un hombre común y corriente como nosotros, pero no así las Escrituras. No era un ser humano común y corriente como usted yo que hemos nacido con una naturaleza con propensiones al mal. Jesús es el Hijo de Dios encarnado. 

Con respecto a su encarnación, cabe señalar que una publicación antitrinitaria enuncia que la enseñanza de la encarnación es una herejía que se originó con el cristianismo. ¡Qué barbaridad! Resulta ahora que el apóstol Juan proclamó un evangelio diferente. Una enseñanza herética. Este hombre quien estuvo luchando contra la herejía gnóstica desde el principio de su evangelio es acusado por los antitrinitarios de hereje porque escribió que el lógos fue hecho carne (Jn 1:14). ¡Qué barbaridad! El antitrinitarismo acusa a Dios Padre y al Espíritu Santo de herejía. Note que la Biblia afirma que «Toda Escritura es inspirada por Dios...» (2 Ti 3:16a) y «...que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo» (2 Pe 1:21b). Si la encarnación del Hijo de Dios es una enseñanza herética como enseña el antitrinitarismo, entonces, el Padre, el Espíritu Santo y todos los santos hombres de Dios que hablaron y escribieron inspirados por el Espíritu Santo son culpables de herejía. ¡Increíble! ¡Qué barbaridad! Amigo lector, la encarnación de Cristo no es una enseñanza herética. Está plasmada en la Biblia. Para la Iglesia cristiana era una enseñanza significativa. La iglesia enseñó que el Verbo de Dios​ (Jn 1:1), se encarnó en Jesucristo (Jn 1:14, cf. Jn 1:29), por el poder del Altísimo y el poder del Espíritu Santo (Hb 10:5; cf. Lc 1:35), asumiendo una naturaleza humana para siempre (He 1:11; Hb 4:14-16; 1 Ti 2:5), sin dejar su naturaleza divina (Flp 2:6), se subordinó voluntariamente en obediencia al Padre (Jn 6:38), para reconciliar a la humanidad perdida por el pecado (2 Cor 5:19). En palabras simples, significa que antes de la encarnación, Cristo era en «forma de Dios» (naturaleza divina) al tomar la «forma de siervo» (naturaleza humana) puso a un lado sus «atributos divinos» (veló su gloria). Se convirtió en «siervo de Dios» (subordinación voluntaria) para cumplir la voluntad de Dios, la cual consiste en reconciliar con el Padre a la humanidad caída en pecado (2 Cor 5:19). Esto es, absolutamente, diferente a lo propuesto por el antitrinitarismo cuando trata de explicar estos pasajes de carácter poético, presentando diferencias textuales donde no las hay. Cambiando el texto bíblico sin fundamento crítico textual. ¿Por qué no interpretan el lenguaje poético de este himno en base a su contexto y forma literaria? Tratar de explicar estos pasajes de carácter poético presentando diferencias textuales donde no las hay está mal. Cambiar el texto bíblico sin ningún fundamento crítico textual está mal. Entiendo que la forma hímnica de estas estrofas sagradas fueron seleccionadas por el apóstol para proclamar a los filipenses que «Jesús es el Señor». Independientemente, de las pruebas y los problemas por los que estuviera pasando la Iglesia de Filipos, Pablo por medio de las palabras de este himno, les da aliento diciéndole que Jesús sigue siendo el Señor en todo tiempo. Era el Señor, antes (Flp 2:6) y lo seguirá siendo después (Flp 2:7, 10-11). La construcción griega κύριος Ἰησοῦς Χριστὸς εἰς, kýrios Iisoús Christós eis «Jesucristo [es] Señor» es citada de Isaías 45:23. Esta declaración de Filipenses 2:11, es sumamente significativa. ¡Observe, es referenciada de un pasaje completamente monoteísta! Aquí Isaías habla en específico de Yahvé. Por lo tanto, Pablo está aplicando un pasaje que habla de Yahvé a Jesús. El hecho de que sea para la gloria de Dios Padre no cambia de ninguna manera este punto. Note que si el apóstol no lo hubiera expresado de esa manera, habría estado enfrentando a ambos (a Jesús y al Padre, uno contra el otro). De manera que al poner esa cláusula, el apóstol aplica el pasaje que habla de Yahve a Jesús. Muestra por medio de esta expresión hímnica, que Jesús y el Padre no son dioses como lo presenta el antitrinitarismo -un Dios todopoderoso (Jehová) y un dios poderoso (Jesús). Jesús es esencialmente «uno» con el Padre. Ser uno con el Padre no niega el monoteísmo, ni la distinción de personas en el ser de Dios. Como mencioné anteriormente, recordemos que en una ocasión Jesús había hecho saber acerca de su relación íntima con el Padre: «Yo y el Padre somos uno» (Jn 10:30). Él afirmó su unidad con el Padre. En la estructura gramatical de este pasaje la palabra [ἕν (en de εἷς heîs «uno» es un adjetivo neutro «una unidad o una misma esencia»)]. Filipenses 2:10-11, muestra sin duda alguna que, Jesús es Dios. Él es el Dios que se encarnó, que murió en una cruz, que fue resucitado y exaltado para que ante su Nombre, se doble toda rodilla, en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra. En el contexto dado de este himno, estamos llamados a tener la misma mentalidad (Flp 2:5), y la misma humildad que encarnó Jesús (Flp 2:6-7).

🔸Puesto en claro 
Entiendo que Jesús tomó una naturaleza ὁμοίωσις, homoiōsis jomoiósis «semejante» a la nuestra para poder darse a sí mismo en sacrificio. Si el antitrinitarismo pudiera entender las palabras paulinas que disertan: «Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo...» (2 Cor 5:19), no negaría la aseidad de Cristo. Entendería, que no había otra alternativa para salvar a los pescadores arrepentidos. Entendería, que ese ser divino-humano no consideró el ser «igual» a Dios como algo a qué aferrarse. El verbo aferrarse viene del sustantivo griego [ἁρπαγμός (harpagmós jarpagmós que significa «algo que uno retiene»)]. Este verbo expresa la idea de «retener» algo que ya posee. Siendo que en estos pasajes el sujeto es Cristo, entonces, cabe preguntar, ¿Qué fue lo que retuvo? Obviamente, retuvo sus atributos divinos. Antes de encarnarse como humano, en lugar de aferrarse a su igualdad con Dios, se despojó a sí mismo, y tomó forma de siervo. Despojarse a sí mismo puede significar: «velar su gloria», es decir, «su divinidad». No apareció en este mundo como el Señor Dios todopoderoso, con todo su esplendor y gloria. Aunque Jesús, era esencialmente uno con Dios, y tenía la misma naturaleza y atributos de Dios, a saber atributos naturales y morales, no se aferró a esa igualdad como los seres humanos se aferran a sus cosas terrenales como el poder, la riqueza, etcétera. El vaciarse a sí mismo no sugiere que perdió sus atributos naturales ni morales. Lo innato nunca se pierde. Solamente veló su divinidad con su humanidad. Jesús no renunció a sus atributos divinos en la encarnación. Él se mantuvo en total posesión de todos ellos. Porque si alguna vez fuera a renunciar a alguno de sus atributos divinos dejaría de ser Dios. Dejaría de ser lo que es. Así sucede con el ser humano. La esencia de una persona es el conjunto de rasgos, cualidades y características que hace que esa persona sea lo que es. Son sus atributos. Puede ser que por alguna razón tome la decisión de ponerlos a un lado, pero eso no significa que deje de ser lo que es, porque esos atributos le pertenecen

Como he dicho, Juan habla de la naturaleza divina de Cristo, no sólo como el verbo que «era Dios», sino también como el verbo que «era con Dios»: «En el principio «era» el verbo, y el verbo «estaba con» Dios, y el verbo «era» Dios» (Jn 1:1). Posteriormente, enuncia lo que sucedió con el Verbo: «Y aquel Verbo fue «hecho carne», y habitó entre nosotros» (Jn 1:14). Es lo planteado por Pablo en Filipenses 2:6-7. Este hombre inspirado por el Espíritu Santo expresó una verdad profunda e irrevocable: «La manifestación de Dios en la carne». La encarnación del Hijo en Cristo Jesús. El más profundo evento del universo reconocido por Pablo, como «el misterio de la piedad» (1 Ti 3:16). La enseñanza de la encarnación nos dirige a una revelación progresiva y profunda de la distinciones de personas en el ser de Dios. ¡Cómo podría ser una enseñanza herética!

🔸Otra respuesta objetiva 

▪️ ¿Por qué Dios no pudo encontrar otra manera para salvar a los pecadores? ¿Por qué Cristo tenía que morir? 

La realidad es que no había otra manera para salvar a la raza caída, es decir, a los pecadores arrepentidos. Note lo que dice Pablo en Romanos 8:3-4: «En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa, sino según el Espíritu». Significativo lo que enuncia Pablo por medio de su escrito. En primer lugar, dice que la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder. El apóstol está hablando de la ley que es santa, justa y buena (Ro 7:12). La misma ley que no pudo hacerlo justo ante Dios. La misma ley que no pudo hacer nada por él debido a la debilidad de su carne «su naturaleza pecaminosa». Así, que por la debilidad de la carne, la ley no pudo hacerlo justo delante de Dios. En segundo lugar, lo que no pudo hacer la ley, por la debilidad de la carne, o sea, tener una posición justa ante Dios, Dios lo hizo al enviar a su Hijo en la carne para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu (Ro 8:4). En tercer lugar, dice: «lo que era imposible para la ley». Imposible porque lo único que puede hacer la ley es, señalar el camino, pero no puede capacitar al hombre caído para que camine por él. La ley sólo puede mostrar la transgresión, la rectitud y ordenar obediencia (Ro 3:20; 7:7). Por lo tanto, no debemos culpar a la ley de Dios porque no alcance resultados que nunca le han correspondido. La ley no posee el atributo de perdonar, pero Dios sí puede hacerlo, y lo hizo por medio de Cristo Jesús, a quien envió en condición semejante a la nuestra para revelar el ilimitado amor de Dios (Jn 14:9; Mt 5:43-48). Dicho esto, itero que el Hijo de Dios vino a esta tierra con su divinidad velada en la humanidad para poder alcanzar a la raza caída y tener comunión con nosotros en nuestra condición de debilidad y pecaminosidad. Si hubiese venido revestido con su gloria celestial (Jn 17:5), ¿Quién hubiese soportado la gloria de su presencia? Por lo tanto, Jesús en su gran amor y propósito divino, quien por naturaleza era Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a que aferrarse, se vació, se despojó, veló su divinidad para poder morir en nuestro lugar para el perdón de nuestros pecados. Al asumir nuestra humanidad también tuvo el propósito de demostrar a los seres humanos y a todo el universo que se puede resistir con éxito al pecado y a Satanás (Stg 4:7). Como único podemos resistir a nuestro némesis el diablo es en el nombre de Cristo (Flp 4:13). 

🔸¿Era necesaria la muerte expiatoria de Cristo para que Dios pudiera mantener su justicia y corrección moral? 

Por supuesto que era necesaria. La expiación era necesaria porque nosotros nos encontrábamos destituidos de la gloria de Dios (Ro 3:23). Note lo que aduce Pablo: «Antes de ser cristianos, ustedes estaban muertos para Dios a causa de sus delitos y pecados» (Ef 2:1 NBV). La justicia del Eterno, requiere que el pecado sea llevado a juicio. Por lo tanto, el Eterno debe ejecutar juicio sobre el pecado y el pecador. En ese proceso el Hijo de Dios tomó nuestro lugar en armonía con la voluntad de Dios. La perfecta justicia de Cristo, satisfizo la justicia divina. De manera que el Eterno, está dispuesto a aceptar el sacrificio de Cristo en lugar de nuestra muerte eterna. Lo significativo en todo esto es, que Dios de quien se dice que es demasiado puro para consentir el mal, y para contemplar con agrado la iniquidad que nos caracteriza (Hab 1:13), nos mira a través de la justicia de Cristo. Porque «Si tú, Señor, tomaras en cuenta los pecados, ¿quién, Señor, sería declarado inocente?» (Sl 130:3-5 NVI). Gracias al sacrificio de Cristo, somos perdonados y declarados justos a los ojos de Dios por medio de la fe y no por obedecer la ley (Ro 3:28 NTV 2010).

🔸El Salvador tenía que ser divino

El antitrinitarismo aduce que debido a que Adán fue también un hombre perfecto que pecó, solamente el sacrificio de otro hombre perfecto podría traer la salvación. ¡Qué barbaridad! Recuerde, el antitrinitarismo afirma que Cristo era un hombre en todo el sentido de la palabra. Itero, totalmente un hombre, pero perfecto. El antitrinitarismo solo añade el adjetivo «perfecto», o sea, «hombre perfecto» en su cristología por aquello de la expiación. Pero, una expiación completamente humana. Aquí se perciben dos cosas: primero, el antitrinitarismo afirma que Jesús pudo salvarse debido a su perfección. Solamente, porque era un hombre perfecto. Segundo, el ser humano puede salvarse por medio de una ética moral perfecta. Si es cuestión de perfección, entonces, cualquier ser impoluto podía darse en rescate por el ser humano. De manera que el sacrificio de Cristo no era necesario. Murió porque así lo quizo. Lo que promueve esta propuesta es que una persona con una conducta moral intachable puede ser salva y puede redimir a otra. ¡Increíble! ¡Qué barbaridad! Pero la Biblia dice lo contrario, el salmista aduce: «Ninguno puede en modo alguno redimir a su hermano, ni dar a Dios rescate por él» (Sl 49:7). En este pasaje el escritor bíblico utiliza el verbo [פָּדָה (pâdâh «redimir»)] y el sustantivo [כֹּפֶר (kôpher «precio de redención», que viene del verbo [כָּפַר (kâphar «expiar» «perdonar»)]. La Nueva Versión Internacional reza: «Nadie puede salvar a nadie, ni pagarle a Dios rescate por la vida» (Sl 49:7, NVI). Aunque este pasaje no se da en este contexto, cabe señalar que el principio es el mismo. Según la semántica lingüística de los vocablos utilizados por el salmista, sugiere que el Único en el universo que podía redimir al ser humano era el Hijo de Dios, quien se encarnó en Cristo Jesús. El Salvador tenía que ser divino como estaba prefigurado en las Escrituras. Véase el ritual cúltico del Tabernáculo terrenal en Levítico 16 y compárarelo con Hebreos 9:1-28. El evangelio de Jesucristo es práctico, sencillo y llano. El antitrinitarismo promueve un evangelio diferente a de los apóstoles.

El autor de la carta a los Hebreos dice que cuando Cristo entró en el mundo, dijo: «me preparaste cuerpo» (Hb 10:5). Esta es una expresión sinecdóquica (John Owen). La sinécdoque es una figura literaria que designa una cosa con el nombre de otra, por ejemplo, σῶμα sōma «cuerpo» por ὠτία ōtía «oídos» pero no cambia el sentido. Antes debo decir lo siguiente, como dice: «me preparaste cuerpo», la lectura diagonal de los antitrinitarios deduce un cuerpo creado en algún tiempo de la eternidad. Este pensamiento está muy lejos de la verdad. Incluso, fuera del contexto en el cual el autor bíblico lo presenta. La sintaxis griega de esta expresión es διὸ εἰσερχόμενος εἰς τὸν κόσμον λέγει· Dio eiserchomenos eis ton kosmón legei· Note que antes de la expresión «me preparaste cuerpo» le precede el verbo εἰσέρχομαι eisérchomai, un verbo presente medio o participio deponente pasivo, nominativo ningular masculino. Robertson explica, «El tiempo de la «entrada» es presente; no «cuando hubo venido», sino «mientras viene al mundo»; El «mundo» debe significar su ministerio público: «viniendo», o «estando por venir en público». Los verbos griegos están en el aoristo: «quisiste», «apropiaste», «he aquí vine». De manera, que para armonizar estos tiempos gramaticales, el presente «viniendo» o «estando por venir», con el pretérito, «me preparaste cuerpo», si entendemos que es el período previo a su llegada efectiva a la tierra, o a su encarnación, debemos explicar que los aoristos se refieren al propósito de Dios, que habla de lo que él determinó desde la eternidad como si ya estuviera realizado. «Un cuerpo me preparaste en tu eterno consejo». Esta me parece una explicación más probable que la de «llegar al mundo», presentarse en público, o entrar en su ministerio público. «Me apropiaste cuerpo» o «Me acomodaste un cuerpo». Es como decir «En tus consejos te propusiste hacerme un cuerpo, para ser entregado a la muerte como víctima sacrificial»" (Comentario de Jamieson-Fausset-Brown). «La construcción σωμα κατηρτισω μο, primer aoristo de indicativo en voz media, segunda persona del singular de καταρτιζω, preparar, equipar. Usar σωμα (cuerpo) por ωτια (oídos) no cambia el sentido, pues los oídos eran el punto de contacto con la voluntad de Dios» (Cuadros de palabras del Nuevo Testamento, Robertson). John Owen aduce: «Un cuerpo es aquí una expresión sinecdóquica de la naturaleza humana de Cristo. Así es la «carne» tomada, donde se dice que él es «hecho carne»; y la «carne y sangre» de la que era partícipe. Porque el fin general de tener este cuerpo era que pudiera en él y por lo tanto rendir obediencia, o hacer la voluntad de Dios; y el fin especial de esto era que él pudiera tener algo que ofrecer en sacrificio a Dios" (Exposición de los Hebreos, John Owen). Entiendo que las palabras referenciadas aquí provienen de Salmos 40:6-7, de la versión griega de los Setenta (LXX) o Septuaginta. Encontramos el contexto de Hebreos 10:5, en los versículos 9-10. Me parece que la idea del autor es la de un cuerpo apropiado para hacer la voluntad de Dios, «He aquí yo he venido para hacer tu voluntad» (Hb 10:9). Un cuerpo apropiado para ser ofrecido en sacrificio «santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo ofrecida de una vez para siempre» (Hb 10:10). Me parece que el autor seleccionó este salmo, porque la frase [σῶμα δὲ κατηρτίσω μοι (Sōma de katērtisō moi, literamente has preparado un cuerpo para yo»)] cumple el propósito de su discurso. El autor contrasta el sacrificio con la obediencia a la voluntad de Dios. Lo que implica esta expresión es, que el cuerpo sería apropiado para que se cumpliese la voluntad de Dios. La frase es la traducción de [אָזְנַים כָּרִיתָ לּי (aznayim karita li «Tu cavaste (o abriste) oídos para mí»)]. El autor no referencia la frase tal como está en el hebreo, sino de la Septuaginta, pero el significado viene siendo el mismo. Se prepara un cuerpo, un cuerpo apropiado para Cristo, con el fin de que en él pueda escuchar y obedecer la voz de Dios, que no es otra cosa que hacer su voluntad. La esencia discursiva recae en la ofrenda de este cuerpo como sacrificio en contraste con los sacrificios de los animales. 

Dicho esto, hablemos, entonces, de su cuerpo o estado encarnado. Cuando Cristo tomó sobre sí la naturaleza humana, su divinidad fue revestida de humanidad. Esto no se logró cambiando su humanidad en divinidad o su divinidad en humanidad. Cristo no se despojó de su naturaleza inherente (Flp 2:6), para tomar otra naturaleza, sino que tomó la humanidad sobre sí mismo (Flp 2:7). Debemos entender que las dos naturalezas de Cristo se mantienen distintas y retienen sus propiedades particulares, es decir, una no altera las propiedades esenciales de la otra. En palabras simples, la naturaleza humana de Jesús es humana, y solamente humana. Su naturaleza divina es divina, y solamente divina. Por eso, decimos «cien por ciento divino-cien por ciento humano». La naturaleza humana de Jesús no se volvió omnisciente ni omnipotente ni omnipresente a través de la unión con Dios el Hijo, y tampoco su naturaleza divina se volvió ignaro de algo. Si cualquiera de las naturalezas hubiera experimentado cambio en su naturaleza esencial, entonces, Cristo ya no sería completamente humano, ni completamente divino. En su encarnación, el Hijo de Dios no dejó de ser Dios, ni se vio reducida su divinidad al nivel de la humanidad. Cada naturaleza mantuvo su nivel. Por eso, el mismo apóstol que enunció la expresión «Jesucristo hombre» (1 Ti 2:5), es el mismo que declaró que en aquel hombre «...habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad» (Col 2:9). Palabras reveladoras acerca de la naturaleza divino-humana de Cristo. El Salvador, tenía que ser «cien por ciento divino-cien por ciento humano». Los antitrinitarios aducen que el asunto de las dos naturalezas de Cristo solo es una especulación. Piensan así porque ignoran a sabiendas que Dios hace posible lo imposible. Teniendo esto en mente cabe preguntar, ¿Qué pasó con su naturaleza divina en la cruz? Entiendo que su naturaleza humana sufrió la muerte no así su naturaleza divina. En cuanto a su naturaleza divina entiendo que por ser inmortal quedó inerte en la tumba hasta el momento de la resurrección. Lucas aduce que fue el Padre quien resucitó a Cristo (He 2:24; 4:10; 5:30-31; 10:40; 13:20). Y, Juan escribe que en Cristo estaba la vida (Jn 1:4). Las palabras joánicas sugieren que en Jesús hay vida propia. Cada Persona divina en su esencia tiene vida propia. Ninguna deriva de la otra. Recordemos, el mismo Jesús dijo: «...yo doy mi vida para tomarla de nuevo. Nadie me la quita, sino que yo la doy de mi propia voluntad. Tengo autoridad para darla, y tengo autoridad para tomarla de nuevo» (Jn 10:17-18). Observe que dice, Yo doy «mi vida». Como se mencionó anteriormente, el pronombre posesivo (mí) en este pasaje es significativo según su semántica lingüística. En griego [μοῦ (moû, mu, «de mí», «mío (propio)»)]. En gramática un pronombre posesivo explicita la cercanía o la propiedad de una persona gramatical y un elemento gramatical. Determina al sustantivo. Indica la pertenencia del sujeto. Este pronombre subyace algo propio. Algo que le pertenece por naturaleza (Jn 1:4; 5:21, 26; 11:25; 14:6; He 3:15; 1 Cor 15:45; 1 Jn 5:11). Sin duda el lenguaje aquí es de Uno que era consciente de que su vida era suya propia (lo que ningún ser humano tiene por sí mismo), y por eso, podía entregarla o retenerla a su voluntad. Alguien que existe por sí mismo y que posee en sí el principio de su existencia (Flp 2:6). Cuando Dios resucitó a Jesús (porque su resurrección es atribuida al Padre según el plan de salvación) él se levantó por la vida que había en él, es decir, por el poder de la naturaleza divina que había quedado inerte. Él cumplió con todo lo estipulado del plan salvífico: «Este mandamiento (el de entregar su vida para poder volverla a tomar) recibí de mi Padre» (Jn 10:18). De modo que Cristo murió de una vez por mandamiento (εντολη «entole») de su Padre, y por tal obediencia voluntaria al mandamiento del Padre esperó en la tumba hasta la resurrección. Cuando el Padre lo llama, él se levantó por el poder que había en él. No se confunda. Imagino que usted estará pensando, pero si Lucas dijo que Dios lo resucitó de los muertos (He 2:24). Por eso dije: «no se confunda». Permítame explicarle. Algunos estudiosos piensan que cuando dice: «Dios lo resucitó...» es que Dios lo volvió a la vida, pero el verbo [ἀνίστημι (anístēmi «levantarse»)] (Strong) no signica dar vida o devolver la vida. Cuando el Padre lo llama, él se levantó por el poder que había en él (Jn 1:4). Por eso, su némesis el diablo no podía acusarlo de utilizar su naturaleza divina como ventaja. Aún teniendo toda autoridad como reza el texto: «Tengo autoridad (poder) para darla, y tengo autoridad (poder) para tomarla de nuevo» (Jn 10:17-18), no la utilizó como ventaja. Sí, hubo ocasiones de destellos de gloria en Jesús, pero fue cuando la gloria del cielo se hacía brillar sobre él (Lc 2:48; 9:29; 2 Pe 1:16-18).

Veamos la exégesis lingüística de este pasaje.

🔹«nadie me la quita» [ουδεις αιρει αυτην απ εμου (oudeis aire autén ap emú).

El pronombre ουδεις aparece en el P⁴⁵, P⁶⁶, P⁷⁵ y los unciales 02 03 como «ουδεις». En el 01 como «ουδις». 

El verbo «αιρει» aparece en el NA²⁸, 02 / P⁶⁶ como «ερι» / 01C2 como «ερει». En el P⁴⁵, 01 03 aparece como «ηρεν». En el Aleph B aparece como «ηρεν» primer aoristo de indicativo en voz activa de «αιρω» «quitar» (Westcott-Hort New Testament, 1881). 

🔹«Tengo poder para dejarla» [εξουσιαν εχω θεινα αυτην, (exousian echo theinai auté). El sustantivo Εξουσια exousia no es fácil de traducir, puede significar «derecho», «autoridad», «poder», «privilegio», «dominio sobrehumano...» Aparece en el P⁴⁵, P⁶⁶, P⁷⁵ 01 02 03 como «εξουσιαν».

🔹«Y tengo poder para tomarla de nuevo» [κα εξουσιαν εχω παλιν λαβειν αυτην, (ka exousian echo palín labein autén). Observe, segundo aoristo de infinitivo activo en ambos casos [θεινα theina del verbo τιθημ tithēmi y λαβειν labein del verbo λαμβανω lambano actos únicos)]. En Juan 2:19, Jesús dijo: «Y en tres días lo levantaré». Por supuesto, no quiso decir que se levantaría de entre los muertos independientemente. Como mencioné anteriormente, su resurrección es atribuida al Padre (subordinación voluntaria). Cuando el Padre lo llama, se levantó por la vida que había en él, es decir, por el poder de la naturaleza divina que había quedado inerte.

🔹«Recibí de mi Padre» [ελαβον παρα του πατρος μου, (elabon para tou patros mou)]. El verbo «labon» se encuentra en el P⁴⁵ como «λαβειν». En el P⁶⁶, 01 como «λαβιν». En el P⁷⁵ como «λαβει[ν]». En el NA²⁸ y 02 03 como «λαβειν». Segundo aoristo de indicativo en voz activa de λαμβανω «lambano». Aquí vemos a Jesús siguiendo en obediencia el mandato «εντολη» del Padre (Jn 12:49; 14:31). La expresión ελαβον εντολην aparece en el P⁴⁵. Y, otra variante εντολην ελαβον en el 03. Una vez más vemos al Hijo de Dios haciendo la voluntad del Padre. ¿Qué voluntad? Obedeciendo el mandamiento de su muerte y resurrección. El rol que tomó voluntariamente en la Trinidad económica. Como estaba predicho.

En síntesis, el pronombre ουδεις oudeis «nadie» es significativo. «Nadie», o sea que ningún ser humano, ningún ser angelical, ninguna de las otras Personas divina le puede dar vida ni quitársela. Su vida es propia, inherente, parte de su esencia. Le pertenece por naturaleza. Nadie se la da. Nadie se la quita. Él la entregó voluntariamente, por usted y por mí, porque tiene el poder de ponerla y tiene el poder de volverla a tomar. Ningún hombre común y corriente tiene el poder para hacer esto. Por lo tanto, no era un hombre común y corriente como nosotros.

El hecho de comprender la manera en que las dos naturalezas de Cristo se relacionan entre sí, provee una comprensión vital de la misión de Cristo, así como de nuestra misma salvación. Las dos naturalezas llegaron a ser íntima e inseparablemente una, pero permanecieron distintas. Sólo el Todopoderoso pudo realizar este misterioso milagro de la encarnación. Porque para Él todo es posible.

🔸Para ir concluyendo
El apóstol Pablo aduce que Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Y, así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana de Cristo (Ro 8:3-4). Note que dice: «En la naturaleza humana de Cristo. Enviado en condición semejante a nuestra condición de pecadores». Pregunto a mis hermanos antitrinitarios, ¿Qué clase de hombre era Jesús? ¿Era un ser humano común y corriente como nosotros?

🔹En primer lugar, en cuanto a la expresión «condición semejante a nuestra condición de pecadores» entiendo que era un hombre de carne y huesos como nosotros. La evidencia de su condición humana es bíblica. La inspiración atesta que Jesús era verdaderamente humano: «El Verbo se hizo carne» (Jn 1:14; 1 Jn 4:2; 2 Jn 7), «nacido de una mujer» (Ga 4:4). Creció como ser humano (Lc 2:40), y permaneció así durante todo su ministerio público (Hb 5:7). Al ser crucificado, salió sangre humana de su costado, manos y frente (Jn 19:34). Murió como sucede con todos los seres humanos (Jn 19:30). Resucitó como ser humano, pero en un cuerpo glorificado (1 Cor 15:44; Jn 20:27). Ascendió al cielo con un cuerpo físico humano (Lc 24:36-43; Jn 20:20; He 1:9, 11; 1 Ti 2:5), llevó su naturaleza humana al trono de la gracia (Hb 4:14-16). Intercede por nosotros como humano ante el Padre: «Porque hay un solo Dios y un solo Mediador entre Dios y los hombres [ἄνθρωπος (ánthrōpos «seres humanos»)], el Hombre [ἄνθρωπος (ánthrōpos «ser humano»)]» (1 Ti 2:5). El autor de la carta a los Hebreos afirma sin duda alguna que Jesús intercede como ánthrōpos «ser humano» no como pneuma «espíritu». Diferente a lo propuesto por el antitrinitarismo que dice que no se le dio vida humana a Cristo, sino que él fue resucitado en el espíritu (1 Pe 3:18) y que se les apareció visiblemente a sus discípulos en cuerpo materializado. ¿Docetismo o reencarnación? El concepto del cuerpo materializado está muy lejos de la cristología bíblica. En realidad a Jesús no se le dio la vida, él era la vida (Jn 1:4). No apareció a sus discípulos aparentemente en un cuerpo materializado, sino en un cuerpo de carne y huesos (Lc 24:36-49). En cuanto a 1 Pedro 3:18, siendo a la verdad muerto en la carne, es decir, en la naturaleza humana física recibida en la encarnación (Jn 1:14), pero vivificado, es decir, resucitado con la naturaleza humana glorificada como la que recibirán los salvados (1 Cor 15:38, 48). El pasaje se da en el contexto de la seguridad de la resurrección. Comparece el verbo ζωοποιέω zōopoiéō de 1 Corintios 15:38 con 1 Corintios 15:45 «espíritu vivificante». Espíritu que da vida. Cristo es quien tiene el poder de impartir vida.

🔹En segundo lugar, en cuanto a que era un ser humano común y corriente como nosotros no es correcto. En sus documentos, los antitrinitarios cristadefianos al igual que los TJ afirman lo siguiente: Creemos que la Biblia muy claramente presenta que Jesús es un hombre como nosotros. El Hijo de Dios, pero no Dios mismo. ¡Un hombre como nosotros! Cuan equivocados están. Jesús es el «Santo de Israel» (Is 12:6). El «Santo de Dios», «el Santo Ser que nacería» [ἅγιος (hágios "«santo», «sagrado físicamente, puro, moralmente intachable»)]. Su cuerpo fue hecho por el el poder del Altísimo, y el poder del Espíritu Santo (Lc 1:35). Por eso, dice en la carta a los Hebreos: «Me preparaste [καταρτίζω (katartízō «preparar» (hacer perfecto)] un cuerpo» (Hb 10:5). Un cuerpo preparado perfectamente, sin propensión al mal. Seamos cuidadosos cuando hablemos de la naturaleza humana de Cristo. No lo presentemos como un ser humano común y corriente como nosotros con propensiones al mal. Jesús es, «el segundo y último Adán» (1 Cor 15:45, 47). Adán es un símbolo de Cristo (Ro 5:14 NTV). ¿Por qué Adán es símbolo del que había de venir? Porque Aquel que había de venir no iba a tener una tendencia innata a la transgresión como la que tuvieron los descendientes del primer Adán (Ge 5:1-3). Dios creó al primer Adán puro, perfecto, sin mancha de pecado. Pues la Biblia dice: «creado a la imagen de Dios» al [צֶלֶם tsélem «imagen». En Ge 1:26 «imagen» equivale a «sombra». Viene de la raíz hebrea «slt» que significa «sombra» como en Salmos 91:1: «El que habita bajo la sombra «tsélem» del Omnipotente...». Como en Lucas 1:35: «y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra [ἐπισκιάζω (episkiázō «sombra», «proyectar una sombra sobre» o «investir con influencia sobrenatural»)]. No cabe duda que el misterioso evento de la encarnación fue algo sobrenatural. Con respecto al primer Adán creado a imagen de Dios, cabe preguntar, ¿Por qué cayó si tenía una naturaleza pura y perfecta? Sucumbió en el ejercicio del libre albedrío. Como consecuencia de su pecado, la generación posterior heredó (nació) con una propensión inherente para la desobediencia (Ge 5:1; Ro 7:15-19; 8:7). Con respecto al segundo y último Adán, el de condición semejante a la nuestra, él no heredó las propensiones al mal. Jesús era el Hijo de Dios. Él tomó sobre sí la naturaleza humana y fue tentado en todos los puntos en que la naturaleza humana es tentada. Podía haber caído, pero ni por un momento hubo en él cualquier propensión para el mal. No es lo mismo decir nacer pecador que nacer en pecado. Nacer en pecado implica todo lo que conlleva una naturaleza propensa a pecar. Naturaleza caída y pecaminosa. Por el contrario, nacer pecador implica culpabilidad, condenación, juicio y muerte segunda para la persona. En cuanto a Jesús, cabe preguntarse, ¿Podía haber caído en pecado? ¡Por supuesto que sí! Su naturaleza era semejante a la nuestra. «Fue hecho un poco inferior a los ángeles» (Hb 2:7). «Fue tentado en todo» (Hb 4:15). «Fue afligido y asediado por las tentaciones» (Is 53:7; Mt 4:1-11, Lc 4:1-13), pero no sucumbió en el ejercicio del libre albedrío. A diferencia de nuestra naturaleza, en él no había propensión al mal. Esto no era ventaja para Cristo, en todo caso era desventaja porque era «El Santo Ser que nacería» (Lc 1:35). La naturaleza humana de Cristo se asemeja a la nuestra. Pero él sintió el sufrimiento más agudamente debido a que su naturaleza espiritual estaba libre de toda contaminación de pecado. Entiendo que la prueba para Cristo fue más fuerte que la de Adán. ¿Por qué? Porque Cristo tomó nuestra naturaleza caída, pero no corrompida. Nosotros estamos infectados por el pecado, y no podemos tener una idea adecuada del mal, pero Cristo aborreció el pecado perfectamente. Cristo no era un ser humano común y corriente como nosotros que nacemos con una naturaleza con propensiones al mal (Ro 7:14-23; 8:7). Su naturaleza espiritual era impecable, como dice la Escritura, «El Santo que nacerá será llamado Hijo de Dios» (Lc 1:35). «El niño que se ha engendrado en ella es del Espíritu Santo» (Mt 1:20). Su cuerpo fue «preparado» por el Padre y el Espíritu Santo. Que conste preparado no creado. Su naturaleza espiritual estaba libre de toda mancha de pecado. Él ocupó su posición a la cabeza de la humanidad tomando la naturaleza, pero no la pecaminosidad.

Itero, debemos ser cuidadosos cuando hablamos de la naturaleza humana de Cristo. No lo presentemos como un ser humano común y corriente como nosotros. No le hace justicia a su obra expiatoria (1 Pe 1:19). Si fuera un ser humano común y corriente igual que usted y yo, entonces, no podría darse en rescate por nosotros. La Biblia dice: «Nadie puede salvar a nadie, ni pagarle a Dios rescate por la vida» (Sl 49:7 NVI Castilian). En cuanto al plan salvífico, ningún ser humano puede salvar a otro ser humano. Ningún hijo de Adán puede morir como nuestro substituto, ya que según vimos, ningún ser humano fue justo ni podrá serlo jamás por sí mismo (1 Re 8:46; Ecc 7:20; 1 Jn 1:8; Ro 3:9-10). Simplemente, esto era imposible debido a la debilidad de nuestra naturaleza pecaminosa que heredamos de nuestros primeros padres (Ro 8:3,7; Sl 51:5; 58:3). Si nuestro Señor Jesucristo fuese solamente un hombre común y corriente igual que nosotros, entonces, no podía salvarnos. Su sacrificio no sería vicario. 

Queda registrado en la Biblia que se necesitaba un Salvador divino-humano. Para que el Hijo de Dios pudiese ser una ofrenda perfecta y llevar el pecado del pueblo, no podía heredar la naturaleza espiritual caída de Adán. Debía ser limpio, sin mancha ni contaminación (1 Pe 1:19; Hb 9:14). En la encarnación (Jn 1:14), el Hijo de Dios se revistió de humanidad con el fin de impartir su naturaleza divina a los creyentes (Flp 2:6-7). Gracias a su voluntariosa y sabia decisión (Hb 9:14), a su muerte y resurrección (Mt 27 y 28), todo creyente que lo acepte como su salvador puede ser partícipe de la naturaleza divina (2 Pe 1:4). Lo que los antitrinitarios ven como imposible, el Dios inmortal lo hizo posible haciéndose mortal por medio de Cristo Jesús, el Dios encarnado, el Dios hecho hombre (Jn 1:14). Tal vez los antitrinitarios que me leen, puedan entender en términos simples, qué significa «Emmanuel, Dios con nosotros» (Mt 1:23). Y, qué significa «Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo» (2 Cor 5:19). Sin duda alguna el antitrinitarismo no comprende el asunto de la naturaleza humana de Cristo. No percibe las cosas espirituales (1 Cor 2:14-16). El concepto trinitario de Dios, y la naturaleza divino-humana de Cristo indica lo atestado por los escritores bíblicos «Para Dios no hay nada imposible» (Lc 1:37; 18:27).

En cuanto a su obra expiatoria (Is 53:10) y redentora (Ef 1:7) para que el Hijo de Dios pudiese ser una «ofrenda perfecta» para «llevar el pecado del pueblo» no podía heredar la naturaleza espiritual caída de Adán. No podía ser un hombre común y corriente como nosotros propensos a la desobediencia (Ro 7:15-20; 8:7-8). Leí en un artículo que en cierto sentido Jesús tuvo pecado -los de usted y los míos. El autor infiere que la profecía isaiana se dirige en esa dirección cuando dice: «pero el Señor cargó sobre él la maldad de todos nosotros» (Is 53:6). Palabras secundadas en el relato petrino que enuncia: «Él mismo cargó nuestros pecados sobre su cuerpo en la cruz...» (1 Pe 2:24 NTV). El autor deduce que el verbo «cargar» en este pasaje se usa literalmente.

El capítulo 53 del libro de Isaías es significativo porque enuncia el sufrimiento del Mesías. Es libro isaiano presenta ciertas características literarias, entre ellas la prosa y la poesía. El capítulo también es conocido como «El poema del siervo sufriente». Al dar un vistazo general del libro vemos que el profeta prepara a sus oyentes al presentar el tema mesiánico desde el primer capítulo. Al seguir el curso general de la vida del Mesías, el profeta comienza con su concepción y nacimiento (Is 7:14). Establece su identidad como el rey davídico divino (Is 9:6, 7). Explica su obra de restauración para el pueblo de Israel (Is 11:1-16) y su ministerio de liberación de la injusticia y el sufrimiento (Is 42:1-7). Luego, presenta el gran drama mesiánico: el contraste de la tragedia antes y después de la exaltación (Is 49:1-12; 50:6-10; 52:13; 53:1). En este poema, el vidente habla proféticamente de los sufrimientos y expiación del Mesías. Aduce que «llevó nuestras enfermedades, y cargó con nuestros dolores» (53:4), y sigue diciendo «mas el Señor cargó en él el pecado de todos nosotros» (53:6), «habiendo él llevado el pecado de muchos» (53:12). En estos pasajes el profeta subraya el verbo «cargar». Cabe preguntar, si este verbo se da en un contexto literal o figurado. Por supuesto, sabemos que el sufrimiento del Mesías fue literal. Obvio que lo que ocurrió en el Calvario fue algo real. Pero en qué sentido el Mesías cargó con nuestros pecados y enfermedades. Postula el artículo antitrinitario que Jesús cargó literalmente con el pecado de la humanidad. Por lo que se hizo pecado. De hecho, esto es lo que piensan muchos: si Jesús cargó literalmente el pecado, entonces, tuvo pecado. Personalmente, creo que esta línea de pensamiento no está del todo claro. Sabemos que en el ritual cúltico cuando el oferente ponía sus manos sobre el animal, transfería sus pecados al mismo (Lv 4; 16; Hb 9). La interogante es, si la transferencia era literal o simbólica. «El propósito de la ofrenda del ritual cúltico era quitar el pecado y la culpa del pecador, transferir la responsabilidad al sacerdote y permitir que el pecador saliera perdonado y limpiado. El ritual cúltico incluía la imposición de manos, la muerte del animal, la manipulación de la sangre, el quemar la grasa y comer la carne del animal. Con respecto al sacerdote, al consumir la ofrenda este llevaba la iniquidad del ofensor. En cuanto al oferente, el pecador que traía la ofrenda recibía el perdón, pero solo después del ritual de la sangre. Una parte vital de este proceso involucraba la imposición de las manos (Lv 1:4; 4:4; 16:21). Esto se hacía para que la ofrenda fuera aceptada para su expiación (Lv 1:4). La ofrenda se aplicaba sólo al que ponía sus manos sobre la cabeza del animal. Según Levítico 16:21 la imposición de manos estaba acompañada por una confesión del pecador; esto reconocería la transferencia del pecado al animal inocente. Por cuanto los pecados habían sido transferidos al animal por la imposición de las manos, debemos comprender que la muerte del animal era una muerte sustitutiva» (ESU 2023). La Biblia dice que «Cristo no cometió pecado alguno; pero por causa nuestra, Dios lo hizo pecado, para hacernos a nosotros justicia de Dios en Cristo» (2 Cor 5:21 DHH, cf. 1 Jn 3:5; 1 Pe 2:22; Hb 4:15). La expresión «Dios lo hizo pecado» propone cierto grado de dificultad, y puede ser imposible precisar una interpretación única. La expresión «Dios lo hizo pecado» en referencia a Jesús da la impresión de que Dios lo convirtió en pecador. Pero esta exégesis no es correcta. No puede significar que Jesús llegó a ser pecador al ofrendarse a sí mismo. Esta propuesta contradice a los autores bíblicos que afirman que Cristo nunca pecó (1 Jn 3:5; 1 Pe 2:22; Hb 4:15). El mismo pasaje de Isaías 53:6 clarifica que Jesús «no conoció pecado». De manera que no puede inferirse que Jesús llegó a ser culpable de pecado. El autor de Hebreos en el 7:26 descarta este argumento con los adjetivos «santo, inocente y limpio -apartado de los pecadores». Entonces, cómo debería interpretarse el pasaje. Podría sugerirse que Dios lo hizo pecado con relación a la ofrenda de sacrificio para el perdón de nuestros pecados o se podría inferir que Jesús fue considerado y tratado como pecador a pesar de ser inocente. Como mencioné anteriormente, me parece que el verbo «cargar» propone cierto grado de dificultad de traducción que puede ser imposible precisar una interpretación única. Hay variedad de opiniones entre los teólogos estudiados: «Lowth hace esto, 'Yahweh ha hecho que le encienda la iniquidad de todos nosotros'. Jerome (la Vulgata) lo hace , Posuit Dominns in eo - 'El Señor puso sobre él la iniquidad de todos nosotros'. La Septuaginta lo traduce Κύριος παρέδωκεν αὐτὸν ταῖς ἁμαρτίαις ἡμῶν Kurios paredōken auton tais hamartiais hēmōn -'El Señor lo dio por nuestros pecados'. El Caldeo lo traduce: 'De la presencia del Señor hubo una voluntad (רעוא ra‛ăvâ') para perdonar los pecados de todos de nosotros a causa de él. 'El siríaco tiene la misma palabra que el hebreo. La palabra utilizada aquí (פגע pâga‛) significa, propiamente, atacar o en contra, incidir en cualquiera o en cualquier cosa, como el griego πηγνύω pēgnuō. Se usa en un sentido hostil, para denotar un acto de apresurarse contra un enemigo. La idea radical parece ser la de reunirse, ocurrir, encontrarse; y significa aquí, como Lowth lo ha expresado, que fueron obligados a encontrarse con él, o tal vez más apropiadamente, que Yahweh hizo que se precipitaran sobre él, para abrumarlo en una calamidad, como uno es vencido o abrumado en la batalla. El sentido es que no fue vencido por sus propios pecados, sino que se encontró con los nuestros, como si hubieran sido hechos para apresurarse a encontrarlo y postrarlo. Es decir, sufrió en nuestro lugar; y todo lo que fue llamado a soportar fue consecuencia del hecho de que había tomado el lugar de los pecadores; y después de tomar su lugar, conoció o encontró los sufrimientos que eran las expresiones apropiadas del disgusto de Dios, y se hundió bajo la poderosa carga de la expiación del mundo» (Comentario bíblico Albert Barnes). En nuestro lenguaje culto el verbo «cargar» significa «trasferir de un lugar a otro». Jesús no sólo vino a cargar con nuestro pecado, sino también a cargar con la culpa de nuestro pecado. Aunque Jesús no cometió pecado (Hb 4:15; 1 Pe 2:22; 1 Jn 3:5) podría deducirse que llegó a ser pecado al «portar» nuestro pecado, «asumiendo» total responsabilidad por ello y «experimentando» su castigo. En el 53:4 reza: «Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido» (RV 1963). Aquí tenemos el verbo «llevar». En varias versiones tiene el significado de levantar. Barnes verbaliza, «en hebreo נָשָׂא nâs'â'. En la Vulgata, Tulit. El la Septuaginta, φερει pherei «Él lleva». En estas versiones, el sentido es «sostener», «soportar», «transportar», «levantar» como cuando uno quita una carga de los hombros de otro y la coloca por su cuenta. La palabra נָשָׂא nâs'â' significa correctamente «tomar» «levantar». En todos los casos existe la idea de levantar, sostener y transportar, como cargar una carga. No se trata simplemente de «retirar», sino de «eliminar» de alguna manera levantando o cargando; es decir, ya sea por un acto de poder, o tomándolos sobre uno mismo para sostenerlos y llevarlos. Si se aplica al pecado, significa que uno debe soportar la carga del castigo de su propio pecado, o que el sufrimiento que se debe al pecado es asumido y llevado por otro. Si se aplica a enfermedades como por ejemplo Mateo 8:17, debe significar que él, por así decirlo, las levantó y las llevó. No puede significar que el Salvador literalmente tomó esas enfermedades sobre sí mismo, y se enfermó en el lugar del enfermo, se convirtió en un leproso en el lugar del leproso, o fue poseído por un espíritu maligno en el lugar de los poseídos Mateo 8:16, pero debe significar que los quitó por su poder y, por así decirlo, los levantó y los quitó. Entonces, cuando se dice en Isaías 53:12 que «descubrió los pecados de muchos», no puede significar literalmente que tomó esos pecados sobre sí mismo en el sentido de que se convirtió en pecador, sino solo que él los tomó sobre sí mismo para quitarle al pecador la exposición al castigo y soportar lo que fuera necesario como una expresión adecuada del mal del pecado. Indudablemente, el apóstol Pedro hace una alusión a este pasaje de Isaías 53:12 cuando dice: «Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz» (1 Pe 2:24). En Mateo 8:17 se ha traducido por ἔλαβε elabe «él tomó». Un término que no difiere en significado del usado por el profeta Isaías. Se itera que no puede significar literalmente que tomó esos pecados sobre sí mismo en el sentido de que se convirtió en pecador, sino solo que él los tomó sobre sí mismo para quitarle al pecador la exposición al castigo y soportar lo que fuera necesario como una expresión adecuada del mal del pecado.» Cargó o sufrió la vergüenza de nuestro pecado. En este sentido, se podría inferir que tuvo relación con el pecado, o sea, cargó con la vergüenza de los pecados cometidos por usted y por mí. A lo menos, cargó con ellos en el tiempo que estuvo en la cruz, aproximadamente, unas seis horas (Mc 15:25-37), o probablemente por más tiempo «porque Él vive siempre para interceder por nosotros» (Hb 7:25-26; cf. 8:1; 9:23-24; 10:10-22). El adjetivo griego πάντοτε pantote de Hebreos 7:25, que se traduce «siempre», podría significar para siempre -hasta que venga sin relación con el pecado (Hb 9:28). De eso es que trata la expiación. Él pagó el precio por nuestros pecados. ¡Dios le transfirió mi culpa a Cristo! ¡Le transfirió su ira contra el pecado que era mío! ¡Sufrió por mí la muerte! «La paga del pecado es muerte» (Ro 6:23). ¡La muerte segunda! (Ap 20:6). De eso es que trata la expiación. En el momento que el Padre, lo consideró como pecador y lo ofreció como ofrenda expiatoria por el pecado, experimentó la angustia de nuestro sufrimiento. Allí, sobre la cruz del Calvario, la misericordia y la verdad se encontraron. La justicia y la paz se besaron (Sl 85:10). Allá en lo alto, en el trono de la gracia, la misericordia de Dios se encontró con el pecado confesado del pecador, y Dios lo juzgó allí sobre su Hijo, en el Getsemaní y en el Calvario. Hay eventos divinos que van más allá de nuestra comprensión. Algunas cosas son tan santas que están más allá de nuestra percepción. Durante el silencio en el Calvario, Jesús sufría una angustia extrema. Tanto así que el Padre puso un velo de oscuridad entre el sacrificio sacro de su Hijo y los espectadores. Así como había un velo en el Tabernáculo terrenal entre el lugar santo y el lugar santísimo (Ex 26:33), entre el oferente y el sacro sacrificio, así también puso un velo en el evento del Calvario, entre el sacro sacrificio del Señor y los espectadores. Aquellas horas se convirtieron en intimidad santa entre el Padre y el Hijo en favor de los seres humanos. El Padre puso un velo de oscuridad para que el hombre caído no confundiera lo sagrado con lo profano. El velo de oscuridad detuvo todo tipo de burlas profanas (Mt 7:32-50). Mientras pasaban las horas, la ira de Dios se hacía más intensa sobre Jesús. Hasta que llegó la hora cuando se escuchó en el silencio de aquella oscuridad sus palabras agonizantes: Τετέλεσται Tetélestai "Consumado es". En una sola palabra se consumó el plan salvífico. 

Esta es la única esperanza para nosotros los pecadores: su obra expiatoria y su sacerdocio eficiente. Si no aceptamos lo que Jesús, ha hecho por nosotros, o sea, haber pagado el castigo por nuestra culpa, tendremos que pagarlo por nuestra cuenta (Lv 5:1), y eso implica el lloro y el crujir de dientes (Mt 22:13), seguido de la destrucción eterna (Ap 20:14-15). Juan expone claramente este panorama en su evangelio (Jn 3:17-21). No es que Dios por ser soberano le dé la gana de destruirlo a usted y a mi. Es que él decidió aniquilar el pecado y restaurar la tierra (2 Pe 3:7, 10; Ap 21:1-5). El profeta Malaquías dice que no quedará ni raíz ni rama (Ml 4:1, 3). Ni el pecado, ni su originador (Satanás), ni sus ángeles, ni sus seguidores existirán más, todo será aniquilado. Dios en su justo juicio pondrá a descansar eternamente a todos los que lo rechazaron para que no sigan sufriendo los estragos del pecado. Claro está, pasarán por el justo juicio de Dios, y sufrirán las consecuencias. Pero no vivirán para siempre.

Respondiendo a la pregunta titular, ¿Era Jesús un hombre común y corriente como nosotros? Por supuesto que no. A diferencia de la propuesta del antitrinitarismo queda registrado en la Biblia que se necesitaba un Salvador divino-humano «sin mancha de pecado» (1 Pe 1:19). Por eso se le preparó cuerpo (Hb 10:5). Un cuerpo «apropiado» para que pudiera escuchar la voz de Dios y obedecer su voluntad (Sl 40:6-7). Era un hombre de carne y huesos semejante a nosotros, sintió cansancio (Jn 4:6), sed (Jn 19:28) y hambre (Mt 4:2). Se maravilló (Mt 8:10), lloró, y sintió dolor (Jn 11:35), pero no un hombre común y corriente como nosotros con propensiones a la desobediencia (Ro 7:15-20; 8:7-8). Note la distinción que hace el apóstol Pablo cuando llama a Cristo, «Jesucristo hombre» (1 Ti 2:5), también dice que en ese hombre, «...habita toda la plenitud de Dios en un cuerpo humano» (Col 2:9). Jesús es [o μονογενής θεός, (ho monogenḗs theós, literalmente «el único Dios» Jn 1:18)]. El unico de los tres grandes poderes del cielo con una naturaleza divino-humana. El antitrinitarismo ha olvidado que la Biblia es la revelación de Jesucristo. Ha olvidado que la redención se centra en Cristo. El antitrinitarismo al estudiar la teontología de Dios, se ha centrado única y exclusivamente en la figura de Dios Padre. Ha ignorado y olvidado que las revelaciones veterotestamentarias eran parciales y progresivas: «se presentaron de muchas veces y de muchas maneras» hasta que Dios se reveló a sí mismo; única y exclusivamente en su Hijo quien refleja «la gloria de Dios» (Jn 1:1-3; 17:5) y lleva «la imagen misma de su sustancia» (Hb 1:1-3). ¡Jamás fue un hombre común y corriente como nosotros! El plan de salvación necesitaba un Salvador divino-humano. Y, así se cumplió porque «Dios no es un simple mortal para mentir y cambiar de parecer. ¿Acaso no cumple lo que promete ni lleva a cabo lo que dice?» (Nm 23:19 NVI). Dios estaba en Cristo reconciliando consigo mismo al mundo (2 Cor 5:19).

Sé que a las confesiones religiosas antitrinitarias se les hace difícil entender la Teontología y la Soteriología bíblica. De hecho, la Trinidad económica de Dios sólo puede entenderse basado en la Soteriología bíblica. Lo que los antitrinitarios ven como imposible, el Dios inmortal lo hizo posible haciéndose mortal por medio de Cristo Jesús, el Dios hecho hombre (Jn 1:14). Amigos antitrinitarios hay que salir del enfoque filosófico griego que tanto daño le ha hecho al cristianismo. Es mi esperanza que los antitrinitarios que me leen, puedan entender en términos simples qué significa «Emmanuel, Dios con nosotros» (Mt 1:23). Y, qué significa «Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo» (2 Cor 5:19). El concepto trinitario de Dios, y la naturaleza divino-humana de Cristo indica lo atestado por los escritores bíblicos: «Para Dios no hay nada imposible» (Lc 1:37; 18:27). Dios es soberano y él se manifiesta como quiere. Dios hizo todo lo posible. El Dios trascendental se hizo inmanente por medio del Hijo. El Dios invisible al ojo humano se hizo visible por medio del Hijo. Se sacrificó por medio del Hijo para alcanzarte cuando estabas perdido en delitos y pecados (Ef 2:1). Itero, hizo todo lo posible por medio del Hijo para alcanzarte: «...aunque él era igual a Dios, no consideró esa igualdad como algo a qué aferrarse. Al contrario, por su propia voluntad se rebajó, tomó la naturaleza de esclavo y de esa manera se hizo semejante a los seres humanos. Al hacerse hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte en la cruz! (Flp 2:6-8 NBV). Se humilló a sí mismo para rescatarte, redimirte y bendecirte. Esto no lo hace cualquier hombre común y corriente como nosotros, sino el Cristo divino-humano.

¡Bendito sea su Nombre!

Que su Palabra pueda satisfacer su necesidad espiritual en este día. Confío que así será. Cuenta con mi Dios. Mi Dios es real. Mi Dios es Dios, porque únicamente él es Dios. Mi Dios sin igual.

¡Bendecido día!

«Adquiere la verdad y la sabiduría, la disciplina y el discernimiento, ¡y no los vendas!» (Pr 23:23 NVI)

Prof. Benjamín López Rivera, MEd

Con excepción de las fuentes citadas, el contenido literario es propiedad del autor. Si desea compartir la información, por favor dé los créditos a las fuentes citadas como también a: bibliondidaskalia.blogspot.com

El sábado ¿asunto neurálgico para la salvación?

«Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos.» (Jn 14:15 NBV) Una estadística revela que en el mundo existe más de trenta mil (30000) ig...

Mi Dios sin igual