«Nosotros tenemos que obedecer a Dios antes que a cualquier autoridad humana» (He 5:29 NTV).
Hay un aforismo que dice: «Si no te valoran es tiempo de irse». Es triste sentirse desvalorado. Nuestro Señor Jesucristo pasó por esa amarga experiencia. No fue bien recibido en muchos lugares. Rechazado por la sociedad religiosa farisaica de su época, la saducea, la eseniana y la zelota. Si le sucedió a Jesús, el enviado de Dios, qué garantiza que no suceda con nosotros (Mt 10:22). Las organizaciones religiosas del presente al igual que las del pasado no han cambiado.
El Jesús desvalorado
Los evangelios canónicos presentan el rechazo de la sociedad judía (en su mayoría) hacia la persona de Jesús durante su ministerio terrenal.
Fue rechazado en su ciudad natal. Desvalorizado por la gente de Nazaret (Mt 13:54-58; Mc 6:1-6; Lc 4:16-30). Los evangelistas Mateo y Marcos identifican a Jesús con la piedra angular que fue rechazada (Mt 21:42, Mc 12:10). Los apóstoles Pablo y Pedro, secundan a los evangelistas al discursar sobre el rechazo de la piedra angular (He 4:10-12; Ro 9:3; Ef 2:20-22; 1 Pe 2:4-8).
Lucas, relata que Jesús no fue bien recibido cuando entró en una villa samaritana (Lc 9:51-56).
Juan, aduce que muchos discípulos abandonaron a Jesús (Jn 6:66).
La versión «Nueva Traducción Viviente», traduce y expone de manera dramática el rechazo hacia Jesús: «Vino al mismo mundo que él había creado, pero el mundo no lo reconoció. Vino a los de su propio pueblo, y hasta ellos lo rechazaron» (Jn 1:10-11 NTV). ¡Qué fuerte! Este pasaje diserta que tanto la casa sacerdotal τὰ ἴδια, ta ídia «lo suyo» en singular, como el común del pueblo οἱ ἴδιοι hoi ídioi «los suyos» en plural, rechazó a Jesús.
¿Qué dice la inspiración bíblica a cerca de Jesús cuando no era bien recibido? Aduce que se iba del lugar (Jn :8:59; Lc 4:40). La exclusión y desvalorización de esas personas hacia Jesús provocaba que él abandonara el lugar. En varias ocasiones intentaron asesinarlo. Imagino a Jesús, sacudiendo el polvo de su manto y sus pies en señal de protesta cuando no era bien recibido. Era la costumbre judía (Mt 10:14; Lc 10:10-11; He 18:6).
Si no te valoran en el lugar donde estás como ocurrió con Jesús, entonces, es tiempo de hacer las maletas. Es tiempo de hacer cambios. Es tiempo de irse. Esto no significa abandonar a Dios ni su mensaje. Fue exactamente lo que Jesús hizo. Esto no quiere decir que Jesús abandonó a Dios. Ni abandonó a Dios ni su mensaje. El asunto es que si te quedas en un lugar donde no te valoran como persona puede ser que el trato inapropiado te lastime a tal punto que no quieras saber más de Dios. No temas en tomar decisiones que le harán bien a tu estado emocional y espiritual. Jesús se apartaba de esos lugares porque seguía el plan de su Padre. Optó por obedecer a Dios antes que a cualquier autoridad humana. Antes que a cualquier autoridad religiosa. Significa que no estaba atado a la religión de su época, sino a la voluntad del Padre (Mc 7:7-13). Algunos dirán: nuestra religión es la verdadera. No dejes de congregarte con nosotros. Mi consejo a esas personas aferradas a su religión más que a Dios es que se preocupen y ocupen por su salvación aferrándose a Jesús, «porque en ningún otro hay salvación» (He 4:12). La realidad es que no debemos preocuparnos por la religión. La religión es un asunto personal. No somos salvados por tener nuestros nombres registrados en los libros de alguna organización religiosa, sino en el libro de la vida (Sl 69:28; Lc 10:20; Ap 3:5; 20:12). La salvación es un asunto de fidelidad exclusivamente en Cristo Jesús (Jn 14:6; He 4:12). Más allá de preocuparse es mantenerse firmes (1 Cor 24:13) perseverando en la religión de Cristo, la religión pura y sin mancha (Stg 1:27). Mantenerse hasta el final (Mt 24:13). Si es cuestión de congregarse por aquello de «no dejes de congregarte» (Hb 10:25), estás en libertad de congregarte con personas que valoran el sacrificio que Cristo hizo por tí. Congregate donde los diezmos y las ofrendas no tengan más valor que el oferente. Si no te valoran es tiempo de salir. No temas al cambio. Ninguna religión salva. No hay méritos en ninguna religión que nos pueda salvar. No es cuestión de religión, sino de tu relación con Dios. Mantén esa relación con Dios hasta el final. Hasta la última gota de sangre. Hasta el último suspiro. Sí, mantente fiel, porque el Señor será fiel aunque se desplomen los cielos y la tierra. Como escribió Isaías: «Aunque las montañas cambien de lugar y los cerros se vengan abajo, mi amor por ti no cambiará ni se vendrá abajo mi alianza de paz. Lo dice el Señor, que se compadece de ti.» (Is 54:10 DHH).
Jesús, optó por obedecer a Dios antes que a cualquier autoridad humana. Antes que cualquier autoridad religiosa. No estaba atado a la religión de su época, sino a la voluntad del Padre. La religión de la sociedad farisaica, saducea, eseniana y zelota era homocéntrica, o sea, centrada en sí misma (Mt 6:5; Lc 18:11; 20:47; Ga 3:10; Flp 3:6). Valoraba al prójimo de acuerdo con su estatus social. La religión farisaica se caracterizaba por su estricta observancia a la Ley. Eran legalistas, habían añadido muchas leyes y tradiciones a la Ley. Era una religión separada de las demás. Los demás les parecían demasiado ignorantes de la Ley, porque no la cumplían y eran impuros. La religión saducea era particularmente poderosa en Jerusalén. Aceptaba la ley escrita solamente y rechazaba las interpretaciones tradicionales aceptadas por los fariseos, como la creencia en la retribución en la otra vida, la resurrección del cuerpo, los ángeles y espíritus. Gran número de los saduceos formaba parte de la casta sacerdotal. La religión eseniana era cumplidora estrictamente de la ley, aunque diferían de los otros grupos religiosos en la interpretación de la misma. Esta sociedad religiosa era integrada por familias sacerdotales dirigentes, las principales familias de los grandes comerciantes de la ciudad y los hacendados más ricos del campo. La religión zelota era observante estricta de la Ley escrita y de la tradición oral más rigurosa, fanática en su afán por la instauración del reino de Dios en Israel. Como mencioné, las sociedades religiosas del tiempo de Jesús, eran homocéntricas. No sé con cuál de ellas te sientas identificado. Pero si la sociedad religiosa con la cual te congregas no te valora, es porque no valora el sacrificio que Cristo hizo por tí. Esa religión ha pasado de ser cristocéntrica a una religión homocéntrica. A diferencia de estas, la religión de Jesús era teocéntrica. Consideraba a Dios como centro y fin de todo pensamiento. Las sociedades religiosas homocéntricas miraban el exterior de las personas para juzgarlas. La religión teocéntrica de Jesús no mira el exterior de las personas, sino que ve en su interior lo significativo que son para Dios, independientemente de su estatus social. Vemos un gran ejemplo de su teocentrismo con Zaqueo, cuyo estatus social era de un nivel alto, pero era un publicano deshonesto (Lc 19:1-10). Jesús, pudo haberlo ignorado, pero se acercó a él. No miró al publicano deshonesto (exterior), sino que vio en su interior lo que podía llegar a ser. Lo valoró como persona, incluso dio su vida por él (Jn 15:13). De eso es que trata la verdadera religión. La religión teocéntrica mira hacia afuera, hacia el exterior. En esto consiste el «misterio de la piedad» (1 Ti 3:16). La religión homocéntrica mira hacia dentro, hacia el interior. En esto consiste el «misterio de la iniquidad» (2 Te 2:7).
Es importante que los que se hacen llamar cristianos reconozcan a los demás como personas de valor. El finado sacerdote franciscano Brennan Manning, conocido autor y orador escribió: «Un cristiano que no se conforma con ver sino que mira a otra persona, le comunica a esta que lo reconoce como ser humano en un mundo impersonal de objetos». Entiendo lo que Manning, trata de decir, pero una cosa es mirar y otra cosa es ver. Cuestión de intencionalidad. La diferencia entre mirar y ver está basada en la intención, uno mira por el sentido de la vista pero ve (observa) cuando presta atención al interior de lo que está mirando. Por eso dije anteriormente, que Jesús, no miró al publicano deshonesto que había en Zaqueo, sino que miró en su interior, lo que podía llegar a ser. Pienso que es lo que trata de decir Manning.
Cuándo fue la última vez que trataste con desdén a una persona tan solo por su estatus social, o tan solo por la forma en que lucía, o tan solo porque no tenía dinero para ofrendar y diezmar, o tan solo porque no pensaba doctrinalmente como tú, o tan solo porque venía de forma esporádica al templo, etcétera.
Te has preguntado alguna vez por aquellos que asistían esporádicamente al templo, y con el tiempo no volvieron. Has pensado si fuiste parte de la piedra angular para ayudarlos o si fuiste piedra de tropiezo para que ellos abandonaran el sagrado evangelio de Cristo Jesús.
A los líderes de las 4300 religiones diferentes existentes, permítanme decirles que si no valoran a las personas como Cristo las valoró, su única opción será irse a donde las valoren. Y, se irán con Aquel que dijo: «Todos los que el Padre me da vendrán a mí; y al que viene a mí, no lo rechazo» (Jn 6:37, NBV).
Si no te valoran es tiempo de irse. A muchos no les preocupa ni le importas. Se preocupan a sí mismo porque su fundamentalismo religioso les ha hecho creer que están en la religión correcta, la verdadera. ¡Sabes! Si te vas a otro lugar, dirán que abandonaste el barco y, perderás la salvación porque estás en el error. Porque según ellos, su doctrina es la correcta. El error está en quedarse en el barco de la religión homocéntrica donde no se valora el sacrificio de Cristo Jesús por los demás. Donde no te valoran como persona. No es cuestión de abandonar el barco. Ese no es el asunto. Es cuestión de seguir al Capitán del barco. Al que desempolvó sus pies en protesta al ser rechazado por los del barco. Es cuestión de seguir a mi Capitán, a ti mi Dios, a Tí al «puro que no toleras a los que hacen maldades, ni te quedas callado ante la injusticia» (Hab 1:13, NBV).
Nunca lo olvides, si no te valoran como persona es porque no valoran el sacrificio que Cristo Jesús hizo por tí. Si no valoran el sacrificio que Jesús hizo por tí, es porque no le conocen. No es cuestión de religión, sino de tu relación con Dios. Tampoco es cuestión de doctrinas, aunque son importantes. En el Calvario, el malhechor le dijo a Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces, Jesús, le dijo: En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso (Mt 24:42-43). Observe que Jesús no disertó un estudio bíblico doctrinal desde la cruz, sino que le aseguró su salvación para cuando viniera en su reino. El malhechor confío en los méritos de Cristo para poder participar del reino futuro. Note que dije en los méritos de Cristo, no en un estudio bíblico doctrinal. Itero, la doctrina es importante, pero no lo es más que el ser humano.
Termino con estas palabras de reflexión de la serie «Dhar Mann»: «Solo el sitio correcto podrá darte el valor justo. En la vida, a veces te encontrarás en el lugar equivocado, y puede que te enfades porque no te valoren. Lo cierto es que solo quienes conocen tu esfuerzo son capaces de valorarte. No te quedes en un lugar donde no te valoren. Tu valor no disminuye por la incapacidad de otra persona de apreciar lo que vales. Tú eres especial y tienes que ir al lugar adecuado para encontrar a alguien que sepa apreciar de verdad lo especial que eres». Nunca lo olvides, si no te valoran como persona es porque no valoran el sacrificio que Cristo Jesús hizo por tí. Solo el sitio correcto podrá darte el valor justo. Puede ser que estés en el lugar equivocado. Si es así, entonces, es tiempo de irse.
Que su Palabra pueda satisfacer su necesidad espiritual en este día. Confío que así será. Cuenta con mi Dios. Mi Dios es real. Mi Dios es Dios, porque únicamente él es Dios. Mi Dios sin igual.
¡Bendecido día!
«Adquiere la verdad y la sabiduría, la disciplina y el discernimiento, ¡y no los vendas!» (Pr 23:23 NVI)
Prof. Benjamín López Rivera, MEd
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