Homero Zambrano aduce, «Una de las interpretaciones de antinomismo es que los creyentes (en Dios) por el mero hecho de serlo, serán salvos ("irán al cielo"), esto es, sin necesidad de cumplir con reglas, principios, valores, etc. Como en muchos aspectos de la vida, hay cualquier combinación imaginable: creyentes que sí cumplen o quieren cumplir los "mandamientos" (y afines); creyentes que no cumplen (precisamente, los repulsivos antinomianos); no creyentes que sí buscan cumplir, aun sin saber (saludos a mis amigos en este grupo); y no creyentes que no cumplen, muy convenencieramente, abundantes en la nueva izquierda, que en un último atisbo de congruencia, renuncian a creer con tal de poder hacer lo que les plazca» (https://www.elfinanciero.com.mx/monterrey/2022/08/15/homero-zambrano-contra-el-antinomismo/?outputType=amp).
Zambrano es un experto en contabilidad y finanzas. Desconozco si pertenece a alguna organización religiosa. Sin embargo, no está lejos de la realidad. El antinomismo en el mundo secular y religioso es básicamente lo mismo.
Su pensamiento es significativo, observe, «Una de las interpretaciones de antinomismo es que los creyentes (en Dios) por el mero hecho de serlo, serán salvos ("irán al cielo"), esto es, sin necesidad de cumplir con reglas, principios, valores, etc.». De acuerdo con este pensamiento, ¿cómo es posible que algunos quieran ir al cielo sin la necesidad de cumplir con los principios y valores de la Ley de Dios? (Ro 7:7) o ¿Cómo es posible ser salvos sin querer obedecer los mandamientos de Dios? (Jn 14:15, cf. Mt 7:21; Ro 1:24; 1 Cor 6:9-10; Ga 5:19-21; Ap 21:8). Antes debo aclarar que la salvación es única y exclusivamente por la gracia de Dios en en los méritos de Cristo Jesús (Ef 2:8-9). Por lo tanto, el obedecer los mandamientos de Dios es el resultado de ser salvos. Un cristiano obedece los mandamientos que rigen sus principios y valores porque es salvo por la gracia divina inmerecida.
El antinómico por ignorancia desea la salvación, pero tiene un grave problema, quiere ir al cielo sin obedecer a Dios aquí en la tierra. Cuando no es una cosa es otra. El enemigo del evangelio y de la Ley es el legalismo. El legalismo implica pretender cumplir la Ley sin relacionarnos con el Dador de la misma. El legalismo consiste en creer que nuestra fe en Cristo no es suficiente. Que a fin de cuentas, la salvación depende de nuestro esfuerzo. Por otro lado, el antinómico por ignorancia aduce «una vez salvo siempre salvo». Su conducta como tal no afecta la salvación por aquello del pecado original «soy pecador por naturaleza y siempre voy a pecar». Por lo tanto, Dios no toma mi pecado en cuenta. Sí, así como lo oye. ¡Increíble! Bien sabemos que no somos salvos por obedecer la Ley. Pero tampoco lo seremos por desobedecerla. La salvación es única y exclusivamente por la gracia de Dios en Cristo Jesús (Ef 2:8-9). Cuidado con los extremos de caer en el legalismo y el antinomismo. Ambos promueven falsas enseñanzas sobre la relación entre la Ley y el Evangelio. El legalismo insiste en que una persona es aceptada por Dios en base a su cumplimiento de la Ley. Jesús reprendió a los líderes religiosos de su época por su concepto erróneo de la Ley. En adición los reprendió por su falsedad, hipocresía y arrogancia (Mt 23:4; Lc 18:9). El apóstol Pablo defendió a viva voz el evangelio contra el legalismo extremo infiltrado en la Iglesia primitiva (Ga 1:3; 1 Ti 1:6-7). Los antinomistas creen que Dios no requiere que el creyente obedezca la Ley. En su forma más extrema y perversa el antinomismo permite una conducta inmoral basada en la indulgencia de la gracia. Una vez salvo, siempre salvo. Salvación segura. Una vez el creyente acepta a Cristo como su salvador nada puede afectar su salvación. ¡Qué barbaridad!
Los evangélicos sin descartar el pentecostalismo, las sectas, los movimientos independientes entre otros son promoventes del legalismo religioso. Por ejemplo, uno de los promoventes del legalismo religioso lo es la Iglesia católica. El legalismo de esta secta queda evidenciado claramente en su ascetismo monástico, su sistema de penitencias, sus ejercicios sacramentales y su énfasis en el mérito. El catolicismo romano apostólico niega la doctrina bíblica de la justificación por la fe sola en Cristo. Esto es propio de las sectas. El catolicismo al igual que los Testigos de Jehová, entre otros postula que las personas son justificadas por la fe en Cristo junto con sus buenas obras que son producto del Espíritu.
A lo largo de los siglos, el legalismo doctrinal y práctico ha emergido en las iglesias evangélicas protestantes, pentecostales y otros grupos religiosos. Obligando a la feligresía a observar reglas y normas hechas por seres humanos. Estas iglesias promueven un legalismo antropocéntrico, es decir, centrado en el hombre (Col 2:20-23).
Cómo ya expresé, el antinomismo es la opinión de que la Ley de Dios ya no es vinculante para los cristianos. Entre la diversidad de opiniones de los evangélicos hay dos que son las más significativas: (1) Unos aducen que Jesús invalidó la Ley para abrir paso a la gracia (2) Otros exponen que Jesús presentó una nueva Ley: La Ley de Cristo para reemplazar lo viejo.
¿Tiene validez bíblica la Ley de Dios o fue abolida? ¿Qué enseñó Jesús?
En su ponencia del Sermón del Monte, Jesús enunció lo siguiente: «No piensen ustedes que he venido para abolir la ley o los profetas; no he venido para abolir, sino para cumplir. Porque de cierto les digo que, mientras existan el cielo y la tierra, no pasará ni una jota ni una tilde de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que, cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los demás, será considerado muy pequeño en el reino de los cielos; pero cualquiera que los practique y los enseñe, será considerado grande en el reino de los cielos. Yo les digo que, si la justicia de ustedes no es mayor que la de los escribas y los fariseos, ustedes no entrarán en el reino de los cielos» (Mt 5:17-20).
Jesús en su disertación explicó el propósito por el cual fue enviado por el Padre. Todos sabemos que en general él vino a salvar lo que se había perdido (Lc 19:10). En lo particular vino a magnificar la Ley de Dios. Creo que los requerimientos de Jesús van más allá de la simple forma de la Ley. Su didáctica incluye el espíritu que subyace la letra de la Ley. El espíritu que imparte significado y vida. De otro modo, sería mero formalismo. Jesús no vino a abolir la Ley y los profetas como aduce la mayoría cristiana. Vino a cumplirlos. Cabe preguntar, ¿qué significa la palabra cumplir en este pasaje? «La palabra griega para cumplir es πληρῶσαι plērōsai, significa ponerlos [la ley y los profetas] a la fuerza, [darle fuerza, magnificarla, énfasis nuestro] argumentando que cualquier otra interpretación hace violencia al claro significado del texto» (R. J. Rushdoony, "Jesus and the Law – Research", Chalcedon: Equipping to Advance the Kingdom, 2010, accesado el 8 de septiembre, 2016, http://chalcedon.edu/research/articles/jesus-and-the-law/.).
John Nolland aduce que la fe cristiana era, en ese tiempo, percibida como una religión nueva que buscaba derribar la ley ancestral de los judíos, y que debido a eso era la principal preocupación de Mateo poner la ley y los profetas en la conexión más cercana posible. Que tanto la Ley como los Profetas estuvieran cercanos a Jesús, ya que él entendió que lo profético permitió que la Ley fuera correctamente aprehendida, y que ambos son cumplidos plenamente en Cristo (John Nolland, NIGTC: The Gospel of Matthew, (Grand Rapids, MI.: Wm. B. Eerdmans Publishing Company, 2005), 218).
Itero, ¿tiene validez la Ley de Dios? ¿Sigue vigente? Por supuesto que sigue vigente (Mt 5:17-20). Los evangélicos, los pentecostales, los católicos entre otros aducen que la Ley fue abolida, sin embargo, continúan guardándola. Usted no cree que si un producto está caducado es tiempo de desacerse del mismo. Para qué guardarlo. Por un lado, dicen que la Ley de Dios está abolida, por otro la siguen observando. Amigo lector permítame preguntarle, ¿adora usted a otros dioses? Porque el mandamiento aduce: «No tendrás otros dioses delante de mí». ¿Se inclina usted ante las imágenes para rendirle culto? El mandamiento enuncia, «No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo ni abajo en la tierra ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas ni les rendirás culto...». ¿Toma usted el nombre del Señor en vano? El mandamiento diserta, «No tomarás en vano el nombre del Señor tu Dios...». ¿Honra usted a su padre y a su madre? ¿Es usted un asesino? ¿Comete adulterio? ¿Usted roba? ¿Da falso testimonio contra su prójimo? ¿Codicia la casa de su prójimo y la mujer de su prójimo? De seguro que su respuesta es no. Pero si usted aduce que la Ley de los mandamientos fue abolida, por qué los guarda. Permítame hacerle otra pregunta, ¿guarda usted el mandamiento sabático? Si su respuesta es no, permítame preguntar, ¿por qué? Usted dirá porque el sábado era para el pueblo de Israel. Le pregunto, los nueve mandamientos que usted guarda, los que rigen su estilo de vida ¿eran solo para el pueblo de Israel? No se hable más, los evangélicos, los pentecostales, los católicos y demás religiosos guardan nueve de los diez mandamientos, exepto el sábado. La carta santiagués enuncia que «El que obedece toda la ley pero falla en un solo punto, es culpable de haberla desobedecido toda» (Stg 2:10 NBV). Jesús no vino para destruir la ley y los profetas. Si lo hubiera hecho, ¿cómo habría probado que Él era el Mesías?
Los evangélicos, los pentecostales, entre otros aducen que estamos bajo el nuevo pacto. Que Jesús dejó claro que en el nuevo pacto hay un sólo mandamiento que supera a los sinaíticos. Veamos qué dice Jesús al respecto, «—El mandamiento más importante es: "¡Escucha, oh Israel! El Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas". El segundo es igualmente importante: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Ningún otro mandamiento es más importante que estos.» (Mc 12:29-31 NTV). Los evangélicos, los pentecostales y otros guardan solamente el mandamiento nuevo. El mandamiento supremo. El mandamiento del amor, «Un mandamiento nuevo les doy: Que se amen unos a otros» (Jn 13:34). El mandamiento del amor hacia Dios y el prójimo. Aducen que Jesús mostró que el amor es el cumplimiento de la ley (Ro 13:10). Que ya Jesús cumplió la Ley por nosotros, por lo tanto, no hay que guardarla. Queridos hermanos no olviden que Jesús también dijo, «Si me amas, guarda mis mandamientos» (Jn 14:15). No olviden que la Ley se resume en el amor (Ro 13:10) y este constituye su esencia (Mt 22:35-40), pues quién ama a Dios, guarda sus mandamientos. Se objetará que Juan 14:15 no se refiere a los diez mandamientos. En la literatura neotestamentaria hay aproximadamente 1050 mandamientos bajo los principios de la Ley de Dios. En cuanto al mandamiento nuevo, en realidad no es un mandamiento nuevo que abroga a los demás (ver Dt 6:5; Lv 19:18). Es un mandamiento nuevo en su enfoque cristológico. Tiene a Jesús como fundamento. Lo significativo en Juan 13:34 es el vocablo griego καινός kainós. Ningún exégeta debería confundir la semántica de este vocablo. Como diserta McQuilkin, «Juan usó kainos [no neos], un nuevo aspecto de un comando antiguo», el kainos en griego significa un «nuevo aspecto, nueva profundidad, nueva plenitud, o nuevo alcance». (McQuilkin, Understanding and Applying the Bible (Chicago, IL.: Moody Publishers, 2009), 130). Me parece que el antinomismo ha pasado por alto la semántica de los vocablos καινός kainós y νέος néos. La diferencia entre kainós y néos es la siguiente, en nuestro idioma castellano tenemos una sola palabra para el vocablo «nuevo», mientras que en la lengua koiné están los dos antes mencionados. En la lengua koiné cada vocablo tiene una connotación diferente. Aunque parezcan sinónimos deben verse en sus respectivos contextos. Generalmente, néos implica la idea de algo nuevo como lo entendemos nosotros. Un producto nuevo o algo nuevo de paquete. Kainós supone la idea de algo renovado, refrescado o reparado.
Este nuevo mandamiento surge de la didáctica jesuana extraída de la literatura veterotestamentaria: «Amarás a tu Dios con todo tu corazón» (Dt 6:5). «Amarás a tu prójimo como a tí mismo» (Lv 19:18). El relato lucano los auna, «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.» (Lc 10:27).
La Ley de Dios es basada en principios, por lo tanto, debe animar a las personas a hacer el bien, y abstenerse de hacer el mal. La Ley de Dios no ha sido abolida. De hecho, no puede ser abolida porque sus principios son eternos. Jesús cumplió con ella en todo el sentido de la palabra. Él declaró explícitamente que no había venido a abrogar la Ley, cancelarla o anularla, sino a cumplirla, a ponerla en fuerza, a permitir que su pueblo hiciera de la Ley una realidad interior. Vino para magnificar la Ley y engrandecerla (Is 42:21). Jesús en su disertación del Sermón del Monte magnificó la Ley aplicando sus principios a los motivos internos.
Volvamos a lo que Jesús dijo, «No he venido para abrogar, sino para cumplir». En el Comentario Bíblico Biblia Work dice, «Muchísimos maestros religiosos citan este texto para probar que Jesús vino para perpetuar la ley de Moisés. Según esta enseñanza errónea, la ley de Moisés todavía está de vigor. ¿Por qué? Porque Jesús dijo, "No he venido para abrogar la ley". (2). Los que usan así este texto tuercen las escrituras (2 Pedro 3:16). (3). Hay contraste entre abrogar y cumplir. El contraste presentado por Jesús no tiene nada que ver con perpetuar la ley de Moisés. Jesús habla de la certeza del cumplimiento de la ley y los profetas». (Disponible en: https://www.biblia.work/comentario/comentario-de-mateo-517-exegesis-y-hermeneutica-de-la-biblia/).
En cierto sentido este comentarista tiene razón. La Ley de Moisés es la ley de los ritos y mandamientos ceremoniales (Ef 2:15). Esa ley fue abolida, por lo tanto, no está vigente. Los evangélicos y demás religiosos confunden la funcionalidad de la Ley. Deducen que la Ley es un conjunto. Pero no dicen que dentro de ese conjunto cada ley tenía su función. La función de la Ley mosaica -la de los ritos y mandamientos ceremoniales- caducó (Ef 2:15). La Ley a la que se refería Jesús (Mt 5:17-18) la que no vino a abrogar, sino a cumplir, es la Ley de Dios. La Ley de los diez mandamientos. La misma Ley que los evangélicos y demás protestantes llaman Ley moral.
¿Por qué los mandamientos no pueden ser abolidos? Porque son principios del sistema gubernamental celestial. Principios de vida que nos ayudan en el proceso de la santificación. Por eso, el apóstol Pablo presenta la Ley como un παιδαγωγός paidagogós «ayo o tutor» (Ga 3:24). La Ley ceremonial en cierto sentido era un ayo porque llevó a los patriarcas y a los profetas a predicar sobre el Mesías. Era un ayo en cierto sentido porque enseñó a los judíos al Cristo prefigurado en el ritual del Santuario. La Ley que le fue dada a Israel (Dt 5:1-3; Neh 9:13-14; Ro 9:4) estaba destinada a mostrar la necesidad de la salvación. Nunca pretendió ser el medio para obtener la misma. El error del pueblo israelita fue adjudicar la Ley como medio salvífico. Situación que Pablo corrigió posteriormente, «Así que somos hechos justos a los ojos de Dios por medio de la fe y no por obedecer la ley» (Ro 3:23 NTV), «Sin embargo, sabemos que una persona es declarada justa ante Dios por la fe en Jesucristo y no por la obediencia a la Ley. Y nosotros hemos creído en Cristo Jesús para poder ser declarados justos ante Dios por causa de nuestra fe en Cristo y no porque hayamos obedecido la ley. Pues nadie jamás será declarado justo ante Dios mediante la obediencia a la ley» (Ga 2:16 NTV).
Entre los pasajes bíblicos mal interpretados que utilizan los evangélicos y demás religiosos está el de Juan 1:17. Ha sido mal interpretado debido a una lectura superficial del mismo «Porque la ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad fueron hechas realidad por medio de Jesucristo» (Jn 1:17). Lo interpretan incorrectamente porque infieren que la Ley dada por Moisés es el Antiguo Testamento. Enuncian que con la venida de Cristo el Antiguo Testamento quedó abolido. Permítame aclarar, en primer lugar, no es la Ley de Moisés. Aquí Moisés no tiene nada que ver. ¿Por qué? Porque Moisés no es el autor de la Ley. Él no la escribió. La Ley de Dios fue escrita por Dios mismo. El Señor la enunció en el Monte Sinaí después de haberla escrito en las tablas de piedra con su propio dedo, «Y dio Dios a Moisés dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios» (Ex 31:18). «Y las tablas eran obra de Dios y la escritura era escritura de Dios grabada sobre las tablas» (Ex 32:16). Siendo que a Dios nadie lo ha visto jamás (Jn 1:18; 1 Jn 4:12), ¿quién escribió la Ley? ¿Quién fue el que hizo acto de presencia en el Sinaí? La Biblia da a entender que fue Cristo «...en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder». Mas adelante enuncia con respecto al Hijo «Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; Cetro de equidad es el cetro de tu reino. Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, Con óleo de alegría más que a tus compañeros.» (Hb 1:2-3; 8-9). Ahora bien, el pasaje jónico diserta que la Ley fue dada por medio de Moisés. Está claro, el Señor escribió la Ley con su propio dedo, luego se la entregó a Moisés, y este la entregó al pueblo. El Señor no solo le entregó la Ley de los diez mandamientos a Moisés para que se la diera al pueblo, sino también le dio todo el resto de la Ley. La Biblia dice que «Moisés terminó de escribir en un libro todas las palabras de esta Ley. Luego dio esta orden a los levitas que transportaban el arca del pacto del Señor: «Tomen este libro de la Ley y pónganlo junto al arca del pacto del Señor su Dios. Allí permanecerá como testigo contra ustedes los israelitas...» (Dt 31:24-26). En adición diserta que la Ley de Dios fue custodiada dentro del arca (Ex 25:16; 40:20; Dt 10:8; 2 Cr 5:10; I Re 8:9). No al lado del arca como el libro de la Ley de Moisés que contenía el resto de Ley, «Tomen este libro de la Ley (que era una ampliación y aplicación de los principios (del Decálogo, la Ley suprema al sistema que regía a Israel) y pónganlo al lado del arca de la alianza del Señor su Dios, para que esté allí como testimonio...» (Dt 31:24-26). Además dice, «Este es el pacto que después de aquel tiempo haré con la casa de Israel —dice el Señor—: Pondré mis leyes (νόμους -sustantivo acusativo plural, LXX) en su mente y las escribiré en su corazón. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo». «Pondré mis leyes en su mente y las escribiré en su corazón». ¿Qué leyes? Las Diez palabras δέκα «déca» (diez) y λόγος «lógos» (palabra), Decálogo o el מצוה Mitzvá (singular) «mandamiento» (plural mitzvot; de צוה, tzaváh - «ordenanza, encomienda, precepto»). El autor cita a Jeremías 31:33 el único lugar del Antiguo Testamento donde se menciona el nuevo pacto. Según el nuevo pacto, el Señor prometió poner sus leyes en la mente de su pueblo lo que enuncia como escribirlas sobre su corazón (Hb 8:10). Lo que se agrega es que bajo el nuevo pacto, la Ley será colocada en la mente de los seres humanos. Ambas leyes son divinas. Fueron dadas por el Creador, por lo tanto, tienen el mismo valor. Solo que una de ellas, la ceremonial cumplió su función. Entiendo que Dios dio al pueblo de Israel (por medio de Moisés) diferentes estatutos concernientes al sistema de sacrificios y ceremonias del servicio del Santuario. Estos ilustraban la obra redentora de Cristo. Estos eran una sombra y símbolo de las cosas futuras. La validez de esta Ley finalizó con la muerte expiatoria de Cristo Jesús en la cruz (Hb 10:1; Col 2:17). Esos rituales quedaron abolidos. Pero en ningún lugar de la Biblia dice que la Ley de Dios, la Ley moral que tiene que ver con el estilo de vida de los seguidores de Cristo se abolió en la cruz. Por lo tanto, no confunda la Ley de Dios con la Ley de Moisés. La diferencia es obvia. Ni una sola vez se dice que la ley contra el robo, la mentira, el asesinato, el adulterio, la adoración a otros dioses... fue abolida. La Ley de Dios permanece para siempre como aduce el salmista, «Fieles son todos sus mandamientos, afirmados eternamente y para siempre» (Sl 111:7-8).
De nuevo, la mayoría de los cristianos aduce que la Ley era todo un conjunto. Que por ser un conjunto de leyes fue abolida. Ese argumento es erróneo. No importa si era un conjunto de leyes. Lo sustancial es que cada ley tenía su función. La Ley de Moisés, la de los ritos y ordenanzas caducó. La Ley de Dios, la de los diez mandamientos sigue vigente. No confunda la Ley de Dios con la Ley de Moisés. Hemos visto que la Ley de Dios y la Ley de Moisés no eran lo mismo, pero la mayoría cristiana trae a colación el asunto de que era un conjunto de leyes para decir que el sábado fue abolido y así acomodar el domingo como día del Señor. ¡Qué barbaridad! En cuanto a los diez mandamientos entiendo que no son la Ley de Dios en su totalidad, sino principios del Sistema Gubernamental Celestial adaptados a los seres humanos caídos en pecado. En este sentido deduzco que podemos exegizar el pensamiento santiagués «Pues el que obedece todas las leyes de Dios menos una es tan culpable como el que las desobedece todas...» (Stg 2:10 NTV).
Amigo antinómico, una vez más le pregunto, ¿Sigue vigente la Ley de Dios? La respuesta bíblica es, sí. Por supuesto que sigue vigente (Mt 5:17-20).
Que su Palabra pueda satisfacer su necesidad espiritual en este día. Confío que así será. Cuenta con mi Dios. Mi Dios es real. Mi Dios es Dios, porque únicamente él es Dios. Mi Dios sin igual.
¡Bendecido día!
«Adquiere la verdad y la sabiduría, la disciplina y el discernimiento, ¡y no los vendas!» (Pr 23:23 NVI)
Prof. Benjamín López Rivera, MEd
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