«Pero el Señor le dijo a Samuel: —No juzgues por su apariencia o por su estatura, porque yo lo he rechazado. El Señor no ve las cosas de la manera en que tú las ves. La gente juzga por las apariencias, pero el Señor mira el corazón.» (1 Sam 16: 7, NTV).
¿Qué significa que Dios mira el corazón? En la expresión hebrea וַיהוָ֖ה יִרְאֶ֥ה לַלֵּבָֽב Yahweh, yir’eh lallêḇāḇ, el sustantivo לֵבָב lêbâb es traducido como «corazón», «mente», «entendimiento». En griego καρδία kardía, en alusión a los «pensamientos o sentimientos», «mente» (Strong's). Siendo que nuestro corazón es un órgano muscular, el autor hace alusión al «interior», al «intelecto», a la «mente», a la sede de los pensamientos y las emociones, por ejemplo: «De la «mente» salen los malos pensamientos [...]» (Mt 15:19, PDT). «Del «interior» salen los malos pensamientos [...]» (DHH). «All these bad things begin in the «mind» [...]» (Easy-to-Read Version, ERV). En síntesis, cuando dice: «Dios mira el corazón» significa que Dios mira nuestro interior.
Nuestra aparencia externa ofrece un aspecto que no siempre corresponde a la realidad intrínseca. Pero el Señor conoce la verdadera esencia de nuestro ser. Conoce muy bien nuestro carácter. Así atesta la Biblia: «Sólo el Señor lo conoce, porque el examina con cuidado todos los corazones y examina los más ocultos móviles de las personas para poder dar a cada cual su recompensa según sus hechos, según como haya vivido.» (Jr 17:10, NTV).
En contexto, el relato samuelita enuncia que el profeta debía ungir al futuro rey de Israel. En su disertación, el autor expone que el profeta puso su vista en unos aspirantes que no eran conforme al corazón del Señor (1 Sam 16:7-11). Tal vez podría inferirse que lo hizo pensando en las características que se tomaron en cuenta para elegir a Saúl, el primer rey de Israel (1 Sam 9:2). Saúl era un hombre alto y atractivo. Samuel pudo haber estado buscando a alguien como Saúl, y la apariencia de Eliab, era bastante llamativa. Al parecer, Samuel estaba seguro de que Eliab era el indicado. El relato diserta que el Señor le hizo una observación a Samuel: «no mires a su parecer...». ¿Por qué el Señor le hizo esta observación? Porque las personas tienden a juzgar el carácter y el valor de los demás por su apariencia externa. Pero Dios tiene la extraordinaria capacidad de ver lo que hay en nuestro interior. Dios conoce nuestro verdadero carácter. El Señor mira nuestro corazón.
El relato bíblico enuncia que el Señor, le había revelado a Samuel, la búsqueda de un hombre conforme a su corazón (1 Sam 13:14). La expresión אִ֣ישׁ כִּלְבָב֗וֹ ish kilḇāḇōw, «conforme a su corazón» primeramente denota que la elección era de origen divino. El Señor es quien elige a su instrumento. En segundo lugar, elige a seres humanos conforme a su corazón, es decir, hecho a su imagen (un ser moral).
Note que Samuel solamente observó la aparencia externa de los siete hijos mayores de Isaí, pero el Señor no los aceptó. El Señor estaba en la búsqueda de alguien que tuviera un corazón fiel. Se cuenta que David el hijo menor de Isaí estaba en el campo cuidando el rebaño. Después de la evaluación de los siete aspirantes mayores de edad, enviaron a buscar al joven David, del cual el Señor dijo: «Este es el elegido» (1 Sam 16:12).
El Señor eligió a David. Este era un joven con unas características físicas diferentes: estatura promedio, un ser imperfecto pero fiel. Un joven conforme al corazón de Dios. Es cierto, la Biblia dice que era un joven hermoso (v. 12), sin embargo, parece ser que su hermosura no era atractiva para ser rey. El joven pastor de ovejas tenía algo a su favor, había desarrollado una relación personal con Dios. Y, Dios buscaba a una persona conforme a su corazón.
La didáctica de esta historia es significativa, creemos que la aparencia externa de una persona dice quien es, pero las apariencias engañan. Nuestro interés no está en juzgar a los hijos de Isaí. De eso se ocupó el Señor. Él sabe por qué no los eligió. Esta historia muestra que nuestra aparencia externa puede ser engañosa. Miremos por un momento la situación de Judas. Este hombre fue un vivo ejemplo de un corazón que no era conforme al corazón de Dios. La apariencia exterior no revela lo que la gente realmente es. La apariencia física no muestra el valor ni el carácter, ni la integridad ni la fidelidad. Alguien dijo una vez que las cualidades externas son, por definición, superficiales. Para Dios, los aspectos morales y espirituales son más importantes.
¿Qué pudo haber visto el Señor, en el interior de David que lo llevó a tomar la decisión de elegirlo? Humanamente hablando, David estaba muy lejos de ser un hombre perfecto, o sea, de ser un hombre completamente maduro. Cometió errores, deslices, pecados. Su reinado se manchó con sangre, mentiras, adulterio y asesinato (2 Sam 11). Entonces, ¿Qué vio el Señor, en este hombre? Si el Señor sabía que estos eventos sucederían, por qué lo escogió. Me parece que llegó el momento de los tal vez. Me parece que tal vez el Señor vio a un hombre de profunda fe. A un hombre que a pesar de sus altas y bajas estaba totalmente comprometido. Tal vez el Señor vio a un hombre cuya fortaleza y dirección no dependería de sí mismo (1 Sam 17:45, 47; 23:2). Tal vez el Señor vio a un hombre que reconocería sus pecados y sus fracasos. Tal vez vio a un hombre que se arrepentiría y pediría perdón (2 Sam 12; Sl 51). Tal vez vio a un hombre que lo adoraría (2 Sam 6:14); que experimentaría la limpieza y el perdón (Sl 51). Tal vez vio a un hombre que habría de comprender las profundidades de Su amor (Sl 13:5-6). Tal vez vio a un hombre que tendría una relación sincera y personal con él. Me parece que el Señor vio a un hombre conforme a su propio corazón (He 13:22). Porque el Señor mira más allá de lo exterior, mira el interior de nuestro ser.
Al igual que Samuel no podemos ver lo que el Señor ve. Muchos miran nuestra aparencia externa, pero no pueden ver el Judas que llevamos dentro. Al final, seremos juzgados por las cosas ocultas en nuestro interior, por nuestras acciones (Ap 20:12).
Cuando miremos al prójimo no nos fijemos en su aparencia externa. Tratemos de auscultar su interior como hacía Jesús. Él miraba más allá de lo externo. Miraba el corazón de las personas. Veía lo que el ser humano podía llegar a ser. El Señor es quien hace el llamado, pero está en nuestra toma de decisiones aceptarlo o no. Si lo aceptamos de seguro que Él, reinará en nuestro corazón.
No es tu parecer y lo sé, pero qué esperas que el Señor vea en ti.
Que su Palabra pueda satisfacer su necesidad espiritual en este día. Confío que así será. Cuenta con mi Dios. Mi Dios es real. Mi Dios es Dios, porque únicamente él es Dios. Mi Dios sin igual.
¡Bendecido día!
«Adquiere la verdad y la sabiduría, la disciplina y el discernimiento, ¡y no los vendas!» (Pr 23:23 NVI)
Prof. Benjamín López Rivera, MEd
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