Vivimos en una sociedad de discrimen, prejuicio y racismo. Una sociedad que valora a las personas por su apariencia exterior. Una sociedad formada por moralistas intolerantes que no vacila en condenar. A Dios gracias porque hace la diferencia en una sociedad tan cruel. "Pues, Dios, ve no como el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el Señor mira el corazón" (1 Samuel 16:7).
La intolerancia religiosa ha fragmentado nuestra sociedad. El discrimen, el prejuicio y el racismo ha llegado al extremo. Una sociedad confundida espiritualmente. Pero Dios, no es Dios de confusión, sino de paz (1 Corintios 14:33).
Un cristiano es un seguidor de Cristo. Por lo tanto, la hipocresía, el prejuicio, el menosprecio, la crítica, la intolerancia y el discrimen no son parte integral de la vida cristiana. No son parte de los frutos del Espíritu (Gálatas 5:22-23).
¿Te consideras una persona cristiana, o moralista o un religioso más en la sociedad? ¿Eres de los que toma la Biblia, únicamente para condenar? En realidad la Palabra de Dios no es solamente para reprender, sino también útil para enseñar, y para instruir en la justicia… (2 Timoteo 3:16-17)
Si solamente te dedicas a reprender y, a corregir pero no instruyes para justicia, entonces eres un religioso más de los que juzga, discrimina y condena al homosexual, al drogadicto, al tatuado, al expresidario, a la prostituta, al borracho, en fin a los marginados por la sociedad. Te aventuras a condenarlos sin saber sus circunstancias. Los discrimina y los repudia por su estatus social.
Las personas como tú tienden hacer lo mismo en todo. En la iglesia son una cosa pero en el hogar son otra. Te molestas con tus hijos. Eres intolerante con ellos. Te impacienta cuando toman decisiones diferentes a las tuyas. Diferentes a tu estilo de vida. No obstante, debes respetar las decisiones que ellos tomen en su mayoría de edad. Si tus hijos han tomado la decisión de vivir un estilo de vida diferente, es su decisión. Tu injerencia en torno a la privacidad de ellos es una falta de respeto. No te apresures a juzgar y, a condenar a tus hijos porque piensan diferente a ti. Pregunto, ¿te faculta la Biblia, para juzgar y condenar a los demás? Pregunto por aquello que dice: "Porque del mismo modo que juzguen a los demás, los juzgará Dios a ustedes, y los medirá con la misma medida con que ustedes midan a los demás" (Mateo 7:1-2, BLPH). Si eres una persona intolerante sabrás que serás medido con la misma vara. "No se conviertan en jueces de los demás, y Dios no los juzgará a ustedes. No sean duros con los demás, y Dios no será duro con ustedes. Perdonen a los demás y Dios los perdonará a ustedes" (Lucas 6:37, TLA).
Posiblemente, te preocupa tu religiosidad y el respeto social. Y, al igual que la mayoría de los padres, piensas que mientras tus hijos vivan bajo tu techo tienen que respetar. No crees que el respeto es mutuo. No olvides que solo eres padre, solamente eso. No eres dueño de tus hijos. Son propiedad de Dios. Independientemente de las decisiones que tomen, estamos para amarlos no para condenarlos. Tu deber es respetar sus decisiones. Dios se encargará de lo demás.
Quiero recordar a esos llamados cristianos que la Palabra de Dios no es un látigo para azotar. No es un libro inspirado para juzgar y condenar, sino para amar y bendecir. Entiendo que hayas educado a tus hijos en un sistema educativo formado por principios y valores cristianos. Pero debes entender que cada hijo es un ser individual que toma sus propias decisiones. Ellos eligen el camino a seguir en la vida. Si tus hijos toman la decisión de hacer un cambio en sus vidas, independientemente, debes aceptarlos como persona y amarlos. Tus hijos siguen siendo las mismas personas educadas con los mismos principios y valores. Los mismos seres humanos que Dios puso en tus manos. No tienes por qué hostigarlos ni maltratarlos para que cambien de parecer. Deja eso en las manos del Señor. Él, es el único que conoce el corazón del ser humano. Una cosa es que basado en tus principios y valores no aceptes las decisiones de tus hijos, y otra cosa es dejarlos de apoyar en el transcurso de la vida.
Dios, es el único que conoce los sentimientos profundos del corazón. Dios, es el único que puede trabajar con la mente de ser humano. Te recuerdo que estamos para amar no para condenar. Si un familiar cambia su estilo de vida, opuesto a tus principios y valores, no lo juzgue ni lo condenes, sino ámalo. Solo a Dios le corresponde hacer su justo juicio (Salmos 119:137). Deja todo en la manos de Dios. Por favor, no levantes la mano para agredir. No levantes la voz para ofender. No utilices la Santa Palabra de Dios para condenar. Demanda sabiduría de lo alto: "La sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz" (Santiago 3:17-18).
Reitero, solamente eres padre. No eres dueño de tus hijos. Son prestados. Te exhorto a que ames sobre todas las cosas. Si se olvidan que existes, perdónalos. Si tienes la oportunidad, abrázalos y dile que los ama con todo tu corazón. Que son lo más preciado que Dios te ha dado.
Padres, si tanto les preocupa el qué dirán por el prestigio de ser cristianos, y sus hijos han tomado decisiones que le incomodan, ya sea tatuarse, relacionarse con personas no cristianas, convivir con otros o tener otras preferencias sexuales, etc., deje el asunto en las manos del Señor. ¡Dios sabrá qué hacer! Usted no conoce el corazón de sus hijos más de lo que Dios lo conoce. Por lo tanto, no juzgue, no condene. Ame y abrace a sus hijos aunque no esté de acuerdo con sus decisiones. Ámelos como si no existiera nadie más a quien amar. Saque de su sistema todo aquello que afecte su relación con Dios, y con sus hijos. ¡Valora y ama! Recuerda estas palabras, "Con lazos de ternura, con cuerdas de amor, te atraje hacia mí…" (Oseas 11:4). ¡Vívalas! ¡Practíquelas con sus hijos! ¡Valora y ama!
Hijo, sé que sientes el rechazo de la sociedad. Peor aun, el de tu familia. Posiblemente, tu familia ha buscado versículo por versículo en la Biblia para juzgarte y condenarte. Pero han dejado aun lado los versículos de sanación. Por favor, no tomes rencor contra tu familia ni contra Dios. A diferencia del hombre que mira la apariencia exterior, Dios mira el corazón (1 Samuel 16:7). Conoce tus sentimientos. Te acepta tal y como eres. Él dice: "El que viene a mí, de ningún modo lo echaré fuera" (Juan 6:37). Deja que Jesús, trabaje con tus sentimientos. Permite que él dirija tu vida. No olvides que Jesús, sigue siendo el mismo Jesús que se sentó a compartir con las personas marginadas por la sociedad de su época (Mateo 11:19). Muchos lo rechazaron porque pensaba diferente a ellos. Pero muchos lo amaron porque era diferente a los demás. No tomes rencor contra Jesús. Él conoce tu corazón. Tal vez, estas palabras sean fuertes para oídos ajenos al amor, pero lo que piensen tus padres, y la sociedad es irrelevante. La salvación es individual. Solo Dios conoce tu corazón. Lo importante es lo que Dios piensa de ti.
Padres, una vez más les exhorto a amar y aceptar a sus hijos. Apóyenlos en el transcurso de la vida. Con esto no estamos negando la fe, ni tirando por la ventana los principios bíblicos ni los valores cristianos. Nadie puede cambiar lo que está escrito en la Biblia. Es palabra de Dios. El evangelio de Jesucristo está siendo predicado a toda criatura. De manera que cada cual ha escuchado la palabra de Dios. Cada cual sabe lo que hace. Cada cual tomará su decisión, y responderá por ello ante Dios. No ante usted. Dios, no obliga a nadie en la toma de decisiones. A eso se le conoce como libre albedrío. Cada cual elige su camino. Por lo tanto, deje cada situación de su familia en las manos de Dios. Eso, sí, aprenda a valorar la vida de sus hijos, así como Dios valora la suya. No permita que el prejuicio, la mala voluntad o el celo religioso echen todo a perder. No olvide que Dios ve no como el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el Señor mira el corazón.
Reitero, si se olvidan que existes, perdónalos. Si tienes la oportunidad, abrázalos y dile que los ama con todo tu corazón. La ausencia física provocada por circunstancias ajenas a tu voluntad no impide que los sigas amando.
Estamos para amar, no para condenar. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor (1 Juan 4:8).
Que su Palabra pueda satisfacer su necesidad espiritual en este día. Confío que así será. Cuenta con mi Dios. Mi Dios es real. Mi Dios es Dios, porque únicamente él es Dios. Mi Dios sin igual.
¡Bendecido día!
«Adquiere la verdad y la sabiduría, la disciplina y el discernimiento, ¡y no los vendas!» (Pr 23:23 NVI)
Prof. Benjamín López Rivera, MEd
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