octubre 19, 2022

Fidelidad en el horno de la aflicción

"Sepan que el Señor honra al que le es fiel; el Señor me escucha cuando lo llamo" (Salmos 4:3, NVI)

Recuerdo cuando iba de camino con mis amigos a visitar un lugar histórico. Durante el trayecto iban hablando de un incidente relacionado con una actividad en ese lugar. Ellos dijeron que se toparon con la actividad por accidente. Articularon que habían muchas personas reunidas allí. Uno de ellos recuerda que se acercó a un ciudadano para preguntar sobre la actividad. Pero, el sonido de la música estaba tan alto que no pudo escuchar. Dijo que de repente hubo silencio. Y, vio a un caballero bien vestido que se pronunciaba con autoridad. Mis amigos pensaron que era una actividad cívica. Mientras el caballero disertaba, notaron que la gente ponía sus rodillas en el suelo. La música estaba tan alta que ellos no alcanzaron a escuchar lo que decía el caballero. Mis amigos se quedaron de pie durante la ceremonia. La persona bien vestida, al ver que ellos no se arrodillaban como los demás ciudadanos, se molestó y envió a uno de sus ayudantes a preguntar el por qué de su comportamiento. Dialogaron con el ayudante pero terminaron encarcelados.

Durante el encarcelamiento se enteraron del propósito de la actividad. Sucede que se había construido un monumento enorme en honor a la persona bien vestida. Se había establecido un decreto para los que se negaban a rendir pleitesía a la monumental escultura. Se les pidió que participaran de la actividad pero ellos se negaron. Fueron sentenciados y encarcelados.

Fueron llevados a un lugar extraño y tenebroso. Parecido a una especie de horno. El lugar tenía una sola puerta. No tenía ventanas. Mientras estaban allí clamaron a Dios. En tanto oraban sentían que la temperatura del lugar subía más y más. De repente entró un ser desconocido al lugar. Entabló una conversación con ellos. El intenso calor se desvanecía mientras el extraño hablaba. Les dijo que su Padre, había escuchado sus oraciones. Que estaba allí para ayudarlos.

Esta historia puede ser tu historia. Es la historia de los amigos de Daniel el profeta. Él, no estuvo presente cuando le ocurrió este incidente a sus amigos Sadrac, Mesac y Abed-Nego en el valle de Dura (Daniel 3). El hombre bien vestido responde al nombre de Nabucodonosor, rey de Babilonia. El lugar extraño y tenebroso era un horno de fuego. Daniel escribió esta historia para dejarnos una valiosa enseñanza, y es que no importa cuán extremo sea el horno de tu aflicción, Dios estará siempre ahí. No importa si el enemigo le sube la temperatura a tus aflicciones. No importa si los problemas queman tus deseos de vivir. No importa. No te desanimes. No desistas. Mantente del lado de Dios aunque se desplomen los cielos y la tierra..

El Dios de Daniel y sus amigos que es mi Dios, puede ser tu Dios. La experiencia de los amigos de Daniel, es un fuerte testimonio de esperanza y fidelidad. En su peor momento clamaron a Dios, y fueron escuchados. Si estás en el horno de la aflicción, clama a Dios, y él responderá. Como dijo David: "Sepan que el Señor honra al que le es fiel; el Señor me escucha cuando lo llamo" (Salmos 4:3, NVI).

¿Qué espera el Señor de ti? "Que confíes en él, y hagas el bien; que te establezca en la tierra y te mantengas fiel. Que te deleites en él, y te concederá los deseos de tu corazón. Que encomiendes tu camino a él; confíes en él, y él actuará. Si eres fiel, él hará que tu justicia resplandezca como el alba; y tu justa causa, como el sol de mediodía. Que guardes silencio ante él, y esperes en él con paciencia. Porque él protege la vida de los íntegros. Él afirma los pasos del hombre cuando le agrada su modo de vivir;  podrá tropezar, pero no caerá, porque el Señor lo sostiene de la mano. Apártate del mal, haz el bien y vivirás. Porque el Señor ama la justicia y no abandona a quienes le son fieles. Espera en el Señor, y vive según su voluntad" (Salmos 37: 3-7, 18, 23-24, 27-28, 34).

Que su Palabra pueda satisfacer su necesidad espiritual en este día. Confío que así será. Cuenta con mi Dios. Mi Dios es real. Mi Dios es Dios, porque únicamente él es Dios. Mi Dios sin igual.

¡Bendecido día!

«Adquiere la verdad y la sabiduría, la disciplina y el discernimiento, ¡y no los vendas!» (Pr 23:23 NVI)

Prof. Benjamín López Rivera, MEd

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