octubre 25, 2022

Perdonar es divino

Si quieres ser libre debes aprender a perdonar. La Palabra de Dios dice: "Sean comprensivos con las faltas de los demás y perdonen a todo el que los ofenda. Recuerden que el Señor los perdonó a ustedes, así que ustedes deben perdonar a otros" (Col. 3:13, NTV).

Si queremos ser libres debemos aprender a perdonar, así como nuestro Señor Jesucristo nos perdonó. Escribir acerca del perdón no es cosa fácil. Porque el perdonar es divino pero es también la vivencia del cristiano. Si no tenemos una experiencia diaria con Dios, se nos hará difícil perdonar. Tuve la oportunidad de leer el libro "Perdonar para ser libre", de David Augsburger. El autor presenta algunos ejemplos prácticos sobre aprender a perdonar, y así librarse de sentimientos como el rencor, la hostilidad, el prejuicio y la culpa. Augsburger, diserta que perdonar es raro porque no consiste en tomar el camino fácil de mirar hacia otro lado cuando se nos hace algo malo. El perdonar no es simple cortesía. Tampoco es lo mismo que el simple olvidar. Olvidar es el resultado del perdón total, nunca es el medio para llegar a ello. Es el paso final no el primero. Jamás digamos, "olvídalo, no tiene importancia". Hacer a un lado o ignorar el mal es esencialmente deshonesto.

El autor enuncia que el perdón verdadero es la cosa más dura y difícil del universo, porque nuestras ideas de justicia tiran en sentido contrario. El perdón no dice: "Me has hecho mal; ¡Que pague!", sino elige sufrir en silencio, y esta es una de las decisiones voluntarias más difíciles para nosotros, la de aceptar el sufrimiento inmerecido. Expresa que el perdón es algo costoso, porque el hombre que perdona paga un precio tremendo, ¡el precio del mal que perdona! Expone varios ejemplos relacionados con el perdón. Dice, "Supongamos que le arruino la reputación a alguien. Para perdonarme, esa persona tiene que aceptar plenamente las consecuencias de mi pecado y dejarme libre de culpa y castigo". Al perdonar tenemos que cargar con nuestra ira ante el pecado del otro, aceptando voluntariamente la responsabilidad por el daño que se nos ha hecho. 
Esto fue lo que hizo Jesús por ti y por mí, cargar con nuestra ira cuando murió por nosotros "… el Señor cargó en Él el pecado de todos nosotros" (Isaías 53:6). Augsburger, continua diciendo, "El perdón es costoso porque opera en base de una sustitución. Todo acto de perdón, humano o divino, es por su propia naturaleza vicario, sustitutivo. Nadie jamás perdona realmente a otra persona, a menos que lleve sobre si la culpa del pecado que otro cometió contra él. El solo hecho de admirar lo bello no mejorará nuestro aspecto; el solo hecho de respetar algún ejemplo de bondad no mejorará nuestro carácter. Necesitamos ayuda para poder liberarnos de nosotros mismos, y de nuestro pecado a fin de que podamos ser como Él. Por eso, necesitamos ser perdonados".

Perdonar implica eliminar todos los sentimientos y pensamientos negativos hacia la otra persona. El resentimiento, el odio, el deseo de venganza deben desaparecer con el perdón genuino. Para lograr esto hay que solicitar la ayuda de Dios. Recuerda que en él vivimos, nos movemos y existimos… (Hechos 17:28, NTV). Jesús dijo: "… sin mí, nada podéis hacer…" (Juan. 15:5, RVA). La Palabra de Dios declara: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Filipenses 4:13, RVR 1960). Dependemos del poder de Dios para perdonar. Es nuestro deber perdonar si queremos ver a Dios cara a cara. 

A veces escuchamos decir: "perdónense y hagan las paces". ¡Sabías que el perdón no necesita de la paz, ni depende de la reconciliación! Va más lejos de la restauración de la relación. Esto lo vemos en el testimonial de Jesús. A Jesús lo torturaron. Lo ridiculizaron cuando pendía de la cruz. La gente que lo llevó a la cruz fueron aquellos mismos que él había intentado amar. No obstante, demostró su gran amor cuando dijo: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen" (Lucas 23:34).

El Dr. Pablo Martínez Vila, en su artículo "Perdonar y pedir perdón" articula que la paz no siempre es posible. Que a pesar de la mejor disposición que uno pueda tener, hay ocasiones cuando no se logra restaurar una relación rota. El apóstol Pablo lo deja entrever en su clara exhortación a la paz: "Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres" (Romanos 12:18). Pablo, hombre versado en mil conflictos, inicia el versículo con dos notas previas: "si es posible" y "en cuanto dependa de vosotros". Estas dos pequeñas cláusulas le dan un toque de realismo imprescindible y nos liberan de expectativas exageradas. La paz no siempre es posible sencillamente porque es cosa de dos, no depende de una sola parte. Nuestra responsabilidad (lo que se espera de nosotros) es intentarlo, tomar la iniciativa, hacer todo lo posible para llegar a «estar en paz con todos los hombres». Los resultados ya no están en nuestras manos. Aunque la reconciliación no sea posible, siempre hay algo que el cristiano puede y debe hacer: perdonar.

De acuerdo con Deborah J. Thompson, el aprender a perdonar como Dios perdona, nos ayuda a crecer en madurez y gozo. Perdonar glorifica a Dios, pues demuestra que Dios satisface más tu alma que el resentimiento y la revancha. El perdón nos permite tomar el control de nuestra propia vida, y evita que las acciones de otros rijan nuestra actitudes, acciones, y formen nuestro temperamento. Aunque es una de las lecciones más importantes de la vida, a algunos les toma toda la vida aprenderla.

Thompson, aduce que si hay algo en nuestra vida sobre lo que debemos perdonar a alguien, que respiremos profundamente, pidamos ayuda a Dios y nos liberemos de ello. Algunos pueden pensar que perdonar nos hace más débiles. Sin embargo, tomar la acción de perdonar no es un acto pasivo de debilidad. Por el contrario, perdonar es una decisión que implica firmeza, motivada por una preferencia consiente de ser la clase de persona que refleja la imagen de Dios en cada acto de su vida. Es mucho más fácil ceder a la urgencia infantil de la ira que elegir el perdón maduro y amoroso que surge de un corazón anclado en el amor de Dios. Solo los fuertes pueden hacerlo sin titubear.

No podemos vivir el presente y desarrollar el futuro si todavía vivimos en función de nuestro pasado. Tomar la poderosa decisión de perdonar es un momento de definición, liberador, en que retomamos el control de nuestra propia vida y emociones. No tenemos que condonar el comportamiento del otro, ni siquiera estar de acuerdo con sus puntos de vista y elecciones. Podemos alejarnos de una persona, mudarnos, divorciarnos y aún perder todo contacto, pero nunca seremos realmente libres del dolor hasta que hallemos la manera de perdonar a aquella persona. Nunca podremos trascender las circunstancias que nos causaron tanto dolor y agonía hasta que verdaderamente perdonemos a nuestro agresor.

Podemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance. Pero no podemos obligar a nadie a que nos perdone. Lo único que podemos hacer por la gracia de Dios es perdonar. Si queremos reconciliarnos con Dios, debemos hacer algo primero, perdonar al prójimo, incluso a nosotros mismos. Cada uno escoge perdonar (Mateo 6:12, 13). Cuando perdonamos a los que nos ofenden perfeccionamos el perdón de Dios en nosotros (Mateo 6:14, 15). Si no perdonamos al prójimo seremos piedra de tropiezo en nuestro servicio a Dios (Mateo 5:23, 24). Hay que tener confianza en Dios, la misericordia triunfa sobre la justicia (Santiago 2:13). 

En el párrafo anterior mencionamos que si queremos reconciliarnos con Dios, lo primero que debemos hacer es perdonar al prójimo y a nosotros mismos. A veces se nos hace más fácil perdonar al prójimo que a nosotros mismos. En un artículo que leí, del escritor católico Padre Robert De Grandis, decía que muchos cristianos pueden perdonar fácilmente a otros, pero no a sí mismos. Tal vez, ésta sea uno de los aspectos más difíciles para los cristianos. Aunque comprenden que el Señor Jesús los ha perdonado, no son capaces de perdonarse a sí mismos por sus pecados y ofensas. La  experiencia muestra que esto puede ser un obstáculo grande para recibir el amor sanador de Jesús. 

De Grandis, menciona que otro de los obstáculos en la oración de sanación por heridas y dolores es el resentimiento subconsciente hacia Dios. Esto es muy común y no debemos sentirnos culpables. Objetivamente, todos sabemos que Dios es perfecto y que no puede equivocarse, sin embargo, subjetivamente vemos que algunas cosas como la muerte de un ser querido, una oración no escuchada y otros problemas, como heridas y dolencias nos aparecen como impuestas por Dios. Intelectualmente sabemos que estamos equivocados, pero las emociones de resentimientos y faltas de perdón permanecen y actúan como obstáculos para la sanación, hasta que expresamos el perdón por todo aquello que vemos como resentimiento hacia Dios. 

Lo que afirma De Grandis, es transcendental para el cristiano. Hay sanación cuando perdonas al prójimo, y te perdonas a ti mismo. Eres liberado de ataduras, "perdonar es sanar". Y esto se logra con la ayuda del Espíritu Santo. Ora a Dios para que te ayude a perdonar. El cristiano debe ser una persona de oración. Jesús dijo: "Cuando estén orando, primero perdonen a todo aquel contra quien guarden rencor, para que su Padre que está en el cielo también les perdone a ustedes sus pecados" (Marcos 11: 25, NTV). De acuerdo con este pasaje bíblico, si no perdonas tampoco recibirás el perdón. 

 Según Augsburger, el perdonar no borra el mal hecho, no quita la responsabilidad al ofensor por el daño hecho ni niega el derecho a hacer justicia a la persona que ha sido herida. Tampoco le quita la responsabilidad al ofensor por el daño hecho... Perdonar es un proceso complejo. Es algo que sólo nosotros mismos podemos hacer... Paradójicamente, al ofrecer nuestra buena voluntad al ofensor, encontramos el poder para sanarnos... Al ofrecer este regalo a la otra persona, nosotros también lo recibimos.

Si queremos ser liberados de las ataduras del rencor, el odio y la venganza, debemos aprender a perdonar, así como nuestro Señor Jesucristo nos perdonó. Perdonar es sanar.

Recuerda, el Todopoderoso tiene un propósito contigo. No estás en este mundo por casualidad. Estás aquí porque Dios tiene un propósito contigo, y quiere decirte que el tiempo es ahora. Va a depender de ti que su propósito se cumpla. El poderoso de Israel está haciendo su parte y espera por la tuya. 

Espero en Cristo Jesús que estas palabras sean de gran bendición para tu vida. Que puedas compartirlas con todos aquellos con quien te relacionas. Que Aquel que comenzó la buena obra en ti, la continúe hasta que quede completamente terminada el día que él vuelva (Filipenses 1:6). 

Que su Palabra pueda satisfacer su necesidad espiritual en este día. Confío que así será. Cuenta con mi Dios. Mi Dios es real. Mi Dios es Dios, porque únicamente él es Dios. Mi Dios sin igual.

¡Bendecido día!

«Adquiere la verdad y la sabiduría, la disciplina y el discernimiento, ¡y no los vendas!» (Pr 23:23 NVI)

Prof. Benjamín López Rivera, MEd

Con excepción de las fuentes citadas, el contenido literario es propiedad del autor. Si desea compartir la información, por favor, dé los créditos a las fuentes citadas como también a: bibliondidaskalia.blogspot.com

*(Libro: "Perdonar para ser libre". (1977). Edición en castellano. Por Moody Bible Institute y publicado con permiso por Editorial Portavoz, filial de Kregel Publications, Grand Rapids, Michigan 49501. Todos los derechos reservados)

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